Despertar del Olvido 69

Despertar del Olvido 69

Capítulo 69 

En completo silencio, Anaís continuó su camino sin mirar atrás, sus pasos resonando con determinación sobre el pavimento mientras se dirigía a su apartamento. La sonrisa burlona de Victoria se dibujó en su rostro mientras observaba la figura de su hija alejarse. En su mente, todo esto no era más que otro berrinche temporal; tarde o temprano, Anaís regresaría arrastrándose a la familia Villagra. Solo era cuestión de tiempo para ver cuánto podría mantener esta fachada de independencia

La mañana siguiente encontró a Anaís atravesando las puertas del Grupo Lobos. Una semana de intenso trabajo en el campo había dejado su huella: su figura, naturalmente esbelta, se había afinado aún más. Al emerger del ascensor, el destino quiso que se encontrara cara a cara con Roberto

La mirada de Roberto brilló con un destello de desprecio apenas contenido. Pasó junto a ella acelerando el paso, como si su mera presencia le resultara insignificante, esperando que su indiferencia calculada la lastimara

Anaís, sin embargo, mantuvo su compostura. Se unió a sus compañeros de trabajo, compartiendo con entusiasmo los pormenores de su exitosa misión. El correo anunciando su aumento salarial ya descansaba en su bandeja de entrada, una validación tangible de sus logros

Durante la reunión del mediodía, Fátima no pudo contener su veneno al enterarse del aumento de Anaís por lo que ella consideraba una simple tarea agrícola

-Ojalá todos en el departamento pudieran esforzarse más, porque algunos tenemos que matarnos trabajando sin ver un peso extra, a diferencia de quien tiene sus conexiones -soltó Fátima con amargura

Anaís, sentada en su lugar, dirigió una mirada significativa hacia Roberto, quien presidía la reunión desde la cabecera de la mesa. Una sonrisa sutil se dibujó en sus labios

-Presidente Lobos, parece que Iglesias está hablando de usted, ¿no? -comentó Anaís con fingida inocencia-. ¿Entonces resulta que en este departamento la gente se mata trabajando sin recibir aumentos? Vaya gestión. Tengo entendido que las políticas de la empresa siempre han contemplado el pago de horas extras¿o será que alguien se está quedando con ese dinero

El rostro de Fátima perdió todo color. Su intento de humillar a Anaís se había vuelto contra ella misma como un bumerán

-Presidente Lobos, no era eso lo que-balbuceó Fátima

Roberto se quedó perplejo. Era evidente que Anaís lo había usado como escudo, pero el comentario de Fátima había cruzado una línea. Su silencio en este momento podría interpretarse como debilidad

-Fátima, tienes un puesto de gerente, deberías medir mejor tus palabras -sentenció Roberto

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La mirada de Fátima se oscureció mientras fulminaba a Anaís con desprecio. Esta última arqueó una ceja con elegante desprecio antes de volver su atención a los documentos frente a ella

Al atardecer, cuando Anaís se preparaba para retirarse, le llegó la noticia de una cena departamental obligatoria esa misma noche. A pesar de su reticencia, el aviso en el chat laboral no dejaba lugar a dudas: la asistencia era obligatoria. Consciente de su posición precaria y sin deseos de destacarse por las razones equivocadas, tomó un taxi hacia el lugar señalado

El hotel de cinco estrellas elegido para la ocasión presumía de un salón privado con excelente aislamiento acústico y área de karaoke. Cuando Anaís arribó, sus compañeros ya ocupaban sus lugares

-Miren quién se cree más importante que el jefe -murmuró Fátima con ponzoña-. Hay quien llega más tarde que él a las cenas, como si fueran los verdaderos dueños

Anaís ignoró el comentario, determinada a cumplir con el mínimo de tiempo requerido antes de retirarse. No necesitaba encajar en ese departamento; mientras su salario siguiera llegando puntual, lo demás le resultaba irrelevante

La presencia de Roberto en el evento resultaba inusual, dado que solía evitar estas reuniones sociales. A pesar de que Anaís ya no albergaba sentimientos por él, era innegable que su conexión con la familia Lobos representaba un boleto dorado a la élite de San Fernando del Sol. No era de extrañar que algunos vieran en él una oportunidad que no podían dejar pasar

Pronto, una de las presentes comenzó a fingir embriaguez, buscando cualquier pretexto para acercarse a Roberto entre risas y palabras arrastradas. El atractivo natural de Roberto siempre había sido un imán, y cada vez que una mujer se le aproximaba, sus ojos instintivamente buscaban la reacción de Anaís

En el pasado, ella habría saltado como leona protegiendo su territorio, apartando a cualquier intrusa con una mezcla de posesividad y furia apenas contenida. Roberto había disfrutado enormemente de esa atención obsesiva y controladora; incluso ahora, esperaba ansioso su intervención

Pero mientras las manos de aquella mujer se paseaban descaradamente por su pecho, Anaís permanecía absorta en su teléfono, completamente indiferente a la escena

Finalmente, fue Roberto quien no pudo mantener la compostura. Apartó bruscamente a la mujer y, con el orgullo herido, explotó

-¡Anaís! ¿Estás ciega o qué? ¿No te das cuenta de que alguien está intentando seducirme

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