Capítulo 111
Durante los últimos días, Anaís había estado eludiendo cualquier encuentro con Efraín. La idea de entrar a su oficina la abrumaba tanto que incluso contemplaba la posibilidad de regresar a su antiguo departamento, buscando minimizar su presencia en el edificio corporativo como si fuera un fantasma que se desvanece entre las sombras.
En medio de su torbellino mental, la mano de Roberto se cerró sobre la suya, arrancándola de sus pensamientos.
-Ven conmigo un momento. Hay algo que necesito decirte.
Anaís se zafó del agarre con un movimiento brusco.
Los labios de Roberto se curvaron en una sonrisa condescendiente mientras su ceño se fruncía levemente.
-Raúl me contó que andas toda descontrolada por mi boda. Me pidió que te pusiera más atención. Por favor, Anaís, ya estás bastante grandecita como para no poder manejar algo así, ¿no crees?
La respiración de Anaís se volvió pesada al sentir la mirada penetrante de Efraín sobre ella. No emanaba calidez alguna, pero la intensidad de su atención era casi palpable.
-¿Ya terminaste de hablar? Qué manera de darte tanta importancia. ¿De dónde sacas que me afecta tu boda? ¿En qué universo paralelo vives?
Sin embargo, Roberto, convencido de que el comportamiento errático de Anaís se debía a su supuesta aflicción, la rodeó con un brazo en un gesto de falsa camaradería.
-Mira, al salir del trabajo te llevo con un psicólogo.
La paciencia de Anaís se agotó. En un movimiento certero, su rodilla se elevó para impactar contra la entrepierna de Roberto.
El rostro de Roberto perdió todo color mientras se doblaba por el dolor.
-¡Anaís!
Una chispa de satisfacción recorrió el cuerpo de Anaís, pero al levantar la vista se encontró con a mirada de Efraín. Su cuerpo se paralizó por completo.
Acababa de comportarse así frente a la familia Lobos, y sin duda Efraín no estaría complacido. -Presidente Lobos, le aseguro que no fue mi intención, yo solo…
.a presencia de Efraín dominaba el espacio como ninguna otra persona que hubiera conocido. Bajo el peso de su mirada, cualquier intento de excusa se desmoronaba como un castillo de laipes.
Anaís desvió la mirada y bajó sus pestañas, rindiéndose ante lo inevitable.
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18.17
Capítulo 111
-Ve al archivo y dedícate a limpiarlo por el día de hoy.
Era su castigo, aunque parecía sorprendentemente leve: solo limpiar el archivo.
-Voy para allá ahora mismo -asintió Anaís con rapidez.
Al salir de la oficina, se dirigió sin demora al archivo del Grupo Lobos.
En la oficina quedaron solo Efraín y Roberto, quien aún mantenía una mueca de dolor en su rostro.
Roberto se incorporó con dificultad, sin poder evitar justificar el comportamiento de Anaís.
-Primo, te aseguro que la llevaré al psicólogo después. Es probable que de verdad no esté bien
de la cabeza.
Sin apartar la vista de los documentos sobre su escritorio, Efraín respondió con voz serena:
-¿Estás seguro de que todo esto es por ti?
Algo en esa pregunta despertó un pensamiento perturbador en Roberto, y las palabras brotaron de su boca sin filtro.
-Anaís y yo ya nos acostamos.
El ambiente en la oficina se transformó, como si el aire mismo se hubiera solidificado.
Roberto no se atrevió a mirar directamente a Efraín. La presión era asfixiante, pero su orgullo masculino lo mantenía erguido.
-Fuimos amigos desde niños, y en un momento de debilidad, no me pude contener. Yo fui quien la defraudó.
Sus manos se cerraron involuntariamente, con dedos temblorosos.
-Primo, ¿no tenías que ir a ver hoy a la señorita Córdoba?
La última frase era un intento desesperado por recordarle a Efraín la existencia de la señorita
Córdoba.
El corazón de Roberto latía desbocado sin razón aparente. Después de todo, su primo, el hombre más respetado de San Fernando del Sol, jamás se interesaría por alguien como Anaís, a quien él consideraba inferior.
No pretendía menospreciarla, però la oscuridad en su interior se desbordaba sin control.
Un silencio denso se apoderó de la oficina hasta que la voz de Efraín lo cortó con precisión quirúrgica.
-Quien realmente se preocupa por ella jamás hablaría así.
Una frase simple pero contundente.
Roberto apenas logró mantener la cabeza en alto, apretando los dientes con obstinación.
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Capitulo 111
-Solo quería recordarte que Anaís fue mi mujer.
-Retírate.
La voz de Efraín fue categórica. Su mirada regresó a los documentos frente a él, impasible, como si las palabras de Roberto fueran menos que el zumbido de un insecto.
La duda comenzó a corroer a Roberto. Tal vez había malinterpretado todo desde el principio.
Su primo y Anais parecían habitar dimensiones completamente diferentes.
Al salir, Roberto sentía un malestar que le revolvía el estómago, su rostro desprovisto de color.
Un pensamiento oscuro atravesó su mente: quizás no sería tan mala idea que Anaís se casara con Victor después de todo.
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