Capítulo 202
El vehículo de Anaís se detuvo frente a una construcción que desafiaba toda expectativa. Ante sus ojos se alzaba una hacienda cuya majestuosidad rivalizaba con las antiguas mansiones coloniales: sus muros de un rojo intenso contrastaban con los ladrillos de tonos azulados y las tejas oscuras que coronaban la estructura. La montaña entera parecía resplandecer con un brillo dorado, como si la naturaleza misma quisiera realzar la magnificencia del lugar. En la entrada, dos soberbios jaguares esculpidos en piedra custodiaban el acceso, sus siluetas imponentes prometiendo misterios por descubrir.
El protocolo de seguridad resultó ser tan estricto como elaborado. Sin el consentimiento expreso del anfitrión, ningún objeto potencialmente peligroso podía atravesar las puertas. Los guardias, ataviados con trajes negros impecables, examinaron minuciosamente sus credenciales antes de permitirle el acceso al salón principal. Era la primera vez que Anaís ponía un pie en aquel lugar enigmático.
El ambiente que la recibió era un torbellino de emociones humanas en su estado más crudo: la euforia de los ganadores se entremezclaba con los lamentos de los perdedores, creando una cacofonía que reverberaba por todo el espacio. En la periferia de la hacienda, la gente común apostaba a las cartas, aunque nadie sabía con certeza qué clase de juegos se desarrollaban en los niveles superiores.
Entre la multitud, Anaís identificó rápidamente a su objetivo. El hombre que buscaba se aferraba a las cartas con la desesperación de quien lo ha perdido todo, sus ojos enrojecidos delataban noches de insomnio y excesos. Lo observó mientras sus fichas desaparecían una tras otra, su mirada cada vez más salvaje, como la de una bestia acorralada.
A su alrededor, otros jugadores continuaban con su danza de apuestas y pérdidas, mientras guardias de élite vigilaban cada rincón del salón. Su presencia silenciosa pero amenazante bastaba para mantener el orden en medio del caos. Se decía que eran los mejores en su oficio, y nadie se atrevía a causar problemas bajo su atenta mirada.
El hombre, consumido por la derrota, se tambaleó hacia el bar contiguo. Anaís observó cómo compraba varias botellas y las vaciaba una tras otra hasta que finalmente sucumbió al estupor etílico. Se acercó a él y le dio unas palmadas suaves en el rostro antes de utilizar su tarjeta para acceder a un salón privado, donde el estruendo del casino se convertía en un murmullo distante.
Mientras el hombre roncaba profundamente en el suelo del salón privado, Anaís consideró sus opciones. Decidió solicitar una cuerda a los guardias, esperando ser rechazada. Para su sorpresa, el guardia accedió de inmediato, con la única advertencia de no causar disturbios
mayores.
“Las reglas aquí son simples: el dinero lo determina todo“, pensó Anaís, comenzando a comprender la dinámica del lugar.
-Si quiero llevármelo, ¿cuál sería el costo? -preguntó al guardia, señalando al hombre inconsciente.
Capítulo 202
El guardia consultó su tablet con movimientos precisos y profesionales.
-Tiene una deuda pendiente de un millón quinientos mil pesos. Sin embargo, siendo usted una VIP de élite, podemos ofrecerle servicios adicionales sin cargo extra. Solo tiene que pedirlo.
“¿VIP de élite?” Anaís frunció el ceño, desconcertada. “¿Había estado aquí antes?”
Observó al atractivo guardia y dejó escapar una risa suave.
-¿Qué tipo de servicios ofrecen? ¿Son todos… legales?
-Tenemos una amplia gama de opciones, señorita Villagra -respondió el guardia, sosteniendo su mirada-. Tanto dentro como fuera del marco legal.
“¿Qué otros secretos guardará este lugar tan materialista?” La curiosidad de Anaís se intensificó ante las posibilidades. “¿Acaso tendré guardaespaldas vestidos de conejitos?”
-Bien, entonces lleven a este caballero a mi auto -indicó, señalando al hombre inconsciente-. Y después, muéstrenme uno de esos servicios… extralegales.
-Por aquí, señorita.
El guardia la guio hacia un elevador ultramoderno. Anaís perdió la cuenta de los pisos que ascendieron hasta que el elevador se detuvo abruptamente.
-Podemos cumplir cualquier deseo que tenga, señorita Villagra anunció el guardia, presionando un botón-. Por favor, adelante.
Al salir, Anaís notó que el guardia permanecía en el elevador.
-¿No serás tú quien me brinde el servicio? -preguntó, volviéndose hacia él.
-No estamos autorizados para atender personalmente a los VIP de élite -respondió con una sonrisa profesional.
La curiosidad de Anaís crecía con cada momento. ¿Qué clase de lugar era este realmente?
El guardia presionó otro botón en el elevador.
-Cuando despierte, encontrará al hombre en su vehículo, señorita Villagra.
“¿Despertar? ¿A qué se refiere?”
Antes de que pudiera procesar aquellas palabras, la iluminación se desvaneció por completo, sumergiendo el pasillo en una oscuridad absoluta. En esa negrura impenetrable, cualquiera podría sucumbir al pánico más primitivo, pero Anaís mantuvo la calma. Sus dedos, buscando orientación en la penumbra, rozaron un cuerpo masculino. Intentó retirar la mano, pero él fue más rápido, entrelazando sus dedos con los de ella.
Anais retrocedió instintivamente varios pasos, pero un tirón firme la atrajo hacia un pecho musculoso. El aroma masculino la envolvió mientras percibía la altura y complexión robusta de aquel desconocido.
‘Esto no era lo que esperaba“, pensó. “Solo quería ver a un hombre guapo en traje de conejo, no
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Capitulo 202
esto.”
Sus labios se separaron para protestar, pero fueron silenciados por un beso abrasador. Algo frío se deslizó entre sus labios.
“¿Qué es esto?”
-Este es el servicio especial que solicitó, señorita Villagra -murmuró aquella voz seductora en la oscuridad-, un servicio poco ortodoxo.