Capítulo 182
La brisa del mediodía agitaba las hojas de los árboles mientras Esteban observaba a Isabel, quien se movía con la misma energía desbordante que la caracterizaba desde niña. Sus ojos siguieron la silueta de su hermana, notando cómo su cabello oscuro brillaba bajo el sol, recordándole aquellos días en que Vanesa insistía en llevarla a entrenar, y ella se resistía con todas sus fuerzas.
El timbre del teléfono interrumpió sus pensamientos. La voz cálida y melodiosa de doña Blanchet resonó al otro lado de la línea.
-No te preocupes, ella está bien.
-Tráemela pronto. Si no, ya sabes que Ángel irá por
Una arruga se formó en el entrecejo de Esteban.
-Dile que ni se le ocurra venir.
por ustedes.
“Vanesa…“, pensó Esteban mientras sus dedos tamborileaban sobre el volante. Seguramente usaría la fuga de Isabel de París como excusa perfecta para someterla a uno de sus infernales entrenamientos.
-Me encargo yo. Si no, esta vez no serán tres meses de entrenamiento, sino tres años.
La mandíbula de Esteban se tensó visiblemente ante la mención de los “tres años“. No podían permitir que Vanesa encontrara la más mínima grieta para meterse.
La conversación continuó unos minutos más, hasta que doña Blanchet suspiró profundamente. -Esta vez cuídamela bien. No quiero perderla otra vez.
Cada palabra destilaba el dolor que había significado para la familia Allende la ausencia de Isabel durante esos años.
-Lo haré.
Lorenzo estacionó el auto y se acercó a Esteban con paso cauteloso.
-Parece que la señorita no siente ni la más mínima atracción por el señor Bernard.
Lo habían presenciado todo. Si Esteban no hubiera intervenido, Isabel probablemente habría dejado a Sebastián hecho polvo en el suelo.
Una sonrisa sarcástica curvó los labios de Esteban.
-Mi hermana no es ninguna tonta.
“Como si no fuera suficiente que Sebastián siga obsesionado con Iris“, pensó. “Aunque no existiera esa mujer, Isabel ni lo voltearía a ver“.
-El señor Bernard sigue insistiendo en comprar el Chalet Eco del Bosque -comentó Lorenzo.
19:47
Capitulo 182
Los ojos de Esteban brillaron con malicia.
-¿Por qué no mejor se arma una casa de campaña frente al mar?
“Tan obsesionado con el Chalet… ¿no le preocupa que su querida Iris se entere?“, pensó Esteban. Que perdiera su tiempo si quería, pero dudaba que Iris tuviera la misma paciencia.
-Tiene razón. ¿No se puede disfrutar del mar desde cualquier lado? ¿Por qué tiene que ser justo la propiedad de la señorita?
-¿Todavía no saben que el Chalet está a nombre de Isa?
-No, señor.
“Y así ya están de intensos… imagínese cuando se enteren“, pensó Esteban, sus dedos tamborileando sobre el volante.
-El acuerdo de desvinculación que firmó Isa con los Galindo… mándalo directo.
Si iban a cortar lazos, que todo mundo se enterara. Así evitarían que esos buitres intentaran aprovecharse después.
Lorenzo asintió con comprensión.
-Como usted diga.
Mientras tanto, Isabel hablaba con Paulina por teléfono, su voz firme y decidida.
-Te mandé el acuerdo. Cuando lo envíes, resalta bien grande la firma de la señora Ruiz y publícalo.
-Va. ¿Te urge porque no quieres que los Galindo te anden chantajeando después, verdad?
Isabel jugueteó con un mechón de su cabello, mirando hacia el horizonte.
-Exacto.
“Ya conozco bien a esa gente“, pensó. “Si se enteran de mi relación con los Allende, no me los voy a poder quitar de encima“. No le preocupaba tanto lo que pudieran sacarle a los Galindo, sino proteger los intereses de Esteban.
-Bueno, así quedamos. Te dejo.
Al colgar, Isabel observó el estanque frente a ella con expresión confundida. “¿Qué mosca le picó a Esteban para traerme aquí? ¿Qué se supone que vamos a hacer?”
Al girarse para buscarlo, su nariz chocó directamente contra el pecho de su hermano. El impacto la hizo tambalearse.
-¡Oye! ¿Por qué te me pegas así por detrás? ¡Me dolió! -se quejó, frotándose la frente.
Los labios de Esteban se curvaron en una sonrisa mientras sus dedos acariciaban con ternura
el punto del golpe. Había escuchado toda la conversación con Paulina, y no dejaba de sorprenderle cómo su pequeña hermana pensaba exactamente igual que él.
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