Capítulo 31 Un giro repentino de los acontecimientos
¡Samuel se puso de pie! Ivana y Raquel miraron incrédulas lo que acababan de presenciar. Conocían muy bien el estado y la condición de Samuel–sus piernas, antes fuertes, se habían marchitado como las raíces de un árbol viejo. Habían buscado a los mejores médicos y probado todas las medicinas disponibles, pero nada había funcionado. Ni la más mínima mejoría.
-¡Esto es asombroso! Realmente asombroso -dijo Ivana mientras se le llenaban los ojos de lágrimas y la voz de alegría. Mientras sus emociones aumentaban, recordó de repente lo que Isabel había dicho antes.
-¿De verdad puedes hacer que Sam camine en dos semanas? -preguntó Ivana con los ojos llenos de esperanza mientras miraba a Isabel.
-Olvida lo que he dicho antes ―respondió Isabel, sacudiendo suavemente la cabeza.
«¿Qué quiere decir?», pensó Ivana, momentáneamente confusa.
-¿No me dijiste que me fuera? ¿Que los Benegas no me recibían bien? -continuó Isabel con un suspiro –. No soy tan descarada. Ya que has dejado claro que no soy bienvenida, yo también tengo mi orgullo. Empacaré mis cosas y me iré de inmediato. No volveré a poner un pie en tu casa.
-¡Sólo ha sido un malentendido! No era mi intención, ¡lo juro! —exclamó Ivana, entrando en pánico.
Los ojos de Raquel se abrieron alarmados.
-Ivana, creo que todo esto no es más que una coincidencia. Es imposible que ella…
—¡Fuera de mi camino! —espetó Ivana, apartando a Raquel y acercándose a Isabel. Sin pensarlo dos veces, se quitó la pulsera de esmeraldas de la muñeca y se la puso a Isabel en la mano-. Cariño, antes hablé con demasiada dureza. Sólo estaba ansiosa por amor a mis hijos. No te lo tomes a pecho, ¿ok?
Raquel, que había sido apartada, se quedó en estado de shock, incapaz de comprender lo que estaba viendo. Tenía los ojos desorbitados de incredulidad.
Isabel observó la pulsera, la esmeralda Rockefeller, inestimable y rara, brillaba intensamente. Ivana era realmente generosa. Pero, por supuesto, no era un asunto menor; se trataba de las piernas de su hijo menor. Isabel sabía cuándo detenerse. Si presionaba demasiado, la situación podría volverse irreparable, y sería difícil dar marcha atrás con elegancia.
-Oh, no te preocupes —dijo Isabel con una leve sonrisa-. Todos somos familia; ¿cómo podría guardar rencor?
Después de eso, todos consideraron el asunto resuelto. Cuando salieron juntas de la villa, Raquel ya no pudo contenerse.
-Ivana, ¿cómo puedes dejar que se quede y que esté cerca de Javier? ¡No es una buena persona!
-No me importa si es buena persona o no–respondió Ivana con calma―. Mientras ella pueda curar las piernas de Sam.
-Pero Ivana, ¿no la has oído? ¡Está planeando drogar a Javier y se ha metido en su cama! Alguien tan intrigante como ella, quedándose al lado de él… ¡quién sabe, algún día podría realmente tener éxito en sus
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Capítulo 31 Un giro repentino de los acontecimientos
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planes! -La voz de Raquel se elevó por la urgencia. «Si ese día llegara, ¿qué sería de mí?», pensó. «Se suponía que yo era la esposa de Javier. No puedo soportar la idea de que alguien más esté a su lado».
Ivana dio unas palmaditas tranquilizadoras en la mano de Raquel.
-Sé lo que te preocupa y comprendo tus sentimientos por Javier. Sinceramente, eres mi elección ideal
para nuera.
-Ivana…
-Esa chica puede curar las piernas de Sam. Si mi hijo vuelve a estar de pie, por fin podré respirar tranquila después de todos estos años de preocupación -Ivana suspiró.
-¿Y Javier? ¿Lo vas a sacrificar sin más? -preguntó Raquel, con los ojos enrojecidos por la emoción.
—Realmente no tienes mucha confianza en Javier, ¿verdad? Siempre ha sido tranquilo y firme. Entiende bien a la gente. ¿Crees que caería en una trampa tan fácilmente? ¿O crees que no desconfía en absoluto de esa mujer? —Las palabras de Ivana eran firmes.
Raquel se sintió un poco más tranquila después de escuchar el razonamiento de Ivana.
-Créeme, el gusto de Javier es excepcional. Estoy segura de que mantiene a Isabel cerca sólo porque puede curar a Sam. Una vez que Sam esté mejor, se asegurará de que Isabel se vaya ―concluyó Ivana.
-De acuerdo, confío en ti -aceptó Raquel, aunque su mente iba a mil por hora. Mientras fingía estar de acuerdo con Ivana, había grabado en secreto su conversación en la villa. Planeaba reproducir las palabras de Isabel para Javier, para que pudiera ver por sí mismo lo malvada que era Isabel en realidad.
-¡Achoo!-Isabel estornudó de repente.
Inmediatamente después, oyó a unas chicas cercanas que decían efusivamente:
-¡Vaya, es tan guapo!
-Sí, está bueno, pero su atuendo es un poco… llamativo.
Al oír esto, Isabel pensó que por fin había llegado la persona que estaba esperando. Levantó la vista y vio a un joven con un traje rosa apoyado despreocupadamente en un descapotable dorado. Era Lobezno–Lob, el empresario de Cinco Lobos.
Miró a su alrededor, pero no vio la figura familiar que buscaba.
-¿Eh? Qué raro -murmuró Lobezno-, el jefe dijo que nos encontraríamos aquí, pero ¿dónde está?
Justo cuando estaba a punto de sacar su teléfono, dos chicas risueñas se abalanzaron sobre él.
-Oye, guapo, inos das tu número? -preguntó una de ellas.
Lobezno se había acostumbrado a este nivel de atención. «No es culpa mía ser guapo y rico», pensó.
-Lo siento, he quedado con alguien —dijo.
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-No pretendemos nada con ello; sólo queremos conocerte.
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-No me interesa conocerlas -replicó Lobezno. Mientras hablaba, vio a Isabel caminando hacia él. «¡Qué chica más guapa!», pensó. «Casi podría rivalizar con la jefa. Pero está claro que esta chica está aquí para ligar. Tengo el listón muy alto: nunca me ha llamado la atención».
Con ese pensamiento en mente, Lobezno miró a Isabel con un notable toque de desdén.
-¿Tú también estás aquí por mi número?
Isabel enarcó una ceja.
-¿No me reconoces?
—¿Eh? ¿Qué quieres decir? —Lobezno se quitó las gafas de sol, mirándola con curiosidad-. No, nunca te he visto.
—¡Pff! —Las chicas soltaron una carcajada—. ¡Chica, tu frase para ligar está muy pasada de moda!
Isabel les lanzó una mirada fría antes de volver a centrar su atención en Lobezno.
-Lob, llegas tres minutos tarde.
Los ojos de Lobezno se abrieron de par en par.
—¿Jefa? ¿Eres tú?
-Vamos, ya he reservado una mesa dentro –Isabel señaló hacia un restaurante cercano.
—Espera, jefa, ¿esto es un disfraz? Ni siquiera se parece a usted. No hay ni rastro de disfraz. ¿O es que ha mejorado su técnica para disfrazarse? -Lobezno la bombardeó a preguntas mientras la seguía al interior.
Desde un asiento en la ventana del tercer piso, Javier había estado observando cómo se desarrollaba todo. «¿De qué conocía a Lobezno?», se preguntó. «Parecía que tenían una relación estrecha». Podía percibirlo. Isabel parecía más real, más a gusto con Lobezno que con él. La idea hizo que Javier apretara con fuerza el vaso y que sus nudillos se pusieran blancos.
-¿Señor Benegas? ¿Señor Benegas? —gritó Alberto dos veces antes de que Javier volviera a la realidad.
Alberto se levantó y alzó el vaso.
-Señor Benegas, es cierto que mi hijo y mi nieta se equivocaron. No los discipliné adecuadamente, y esta copa de vino es mi disculpa para usted.
Javier no tenía intención de perdonar a Mauro y Estefanía, pero Alberto era un viejo amigo de la familia. Había sido muy cercano a la difunta abuela de Javier. Y ahora, como figura del abuelo, Alberto ofrecía personalmente un brindis. Sería de mala educación rechazarlo.
Con ese pensamiento, Javier se levantó.
-Eres muy amable, Alberto. Este asunto no te concierne -dijo. Luego levantó la copa y se la bebió de un
trago.
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En ese momento, todos miraron atentamente el vaso de Javier. El éxito estaba al alcance de la mano.
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