Capítulo 54 El mejor hermano que se puede esperar
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Conrado se quedó helado, con el corazón acelerado al ver a Isabel tendida en el suelo. Instintivamente levantó el pie, dispuesto a correr a su lado, pero Rogelio fue más rápido y se abalanzó sobre ella para levantarla del pavimento.
-ilsa! ¡Isa! -gritó Rogelio, con voz preocupada.
-Rogelio? -Conrado parpadeó, sorprendido por el rostro totalmente recuperado de Rogelio. Pero, con la misma rapidez, su atención volvió a centrarse en Isabel.
Su tez era fantasmal, una fina capa de sudor brillaba en su frente. Abrió los ojos débilmente al oír la voz de Rogelio y murmuró:
-Rogelio… no te preocupes, estoy… estoy bien.
-¿Bien? Tienes un aspecto horrible. Te voy a llevar al hospital -exclamó Rogelio, con auténtica preocupación grabada en sus facciones.
-IRogelio! Isabel agarró la tela de la camisa de Rogelio, lanzándole una mirada sutil y suplicante.
—
-¿Qué?-Rogelio miró a Isabel perplejo. Antes de que pudiera comprender del todo la situación, notó que la mano de ella le apretaba discretamente la cintura.
Entendiendo su señal silenciosa, Rogelio comprendió rápidamente lo que ella intentaba transmitirle.
-Realmente estoy bien. Probablemente sólo… perdi demasiada sangre y mi cuerpo está… un poco agotado… No es nada grave; el médico dijo que sólo necesito tiempo para recuperarme. Puede que tarde… siete u ocho años, pero me pondré bien -dijo Isabel, lanzando una mirada deliberada a Eva, con los ojos tenidos de tristeza.
Conrado captó aquella mirada y sus palabras resonaron implacablemente en su mente. «Su cuerpo estaba muy debilitado; el médico le había advertido sobre la pérdida de sangre y la necesidad de años de recuperación. Todo por culpa de Eva… Y por su culpa….
Por mucho que se esforzara en parecer indiferente, hasta un corazón de piedra tiene sus puntos vulnerables. Los profundos recuerdos que compartía con Isabel eran imposibles de ignorar. En ese momento, Conrado sintió una punzada de empatía, incluso una pizca de dolor, mientras se acercaba un paso más a Isabel.
Justo cuando estaba a punto de alcanzarla, Isabel miró a Rogelio.
-Rogelio, llévame a casa. Quiero descansar.
Conrado frunció el ceño instintivamente, con la mirada fija en su pálido rostro. Cuanto más la miraba, más fruncia el ceño.
-De acuerdo, te llevaré a casa —dijo Rogelio, levantando suavemente a Isabel y volviéndose hacia la Villa n° 7, Abrió la puerta y entró.
Villa n° 7-, pensaron Conrado y Eva, quedándose estupefactos.
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Capítulo 54 El mejor hermano que se puede esperar
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Ambos sabían cuánto habían gastado en la Villa 91; era una suma escandalosa. ¡Y la Villa n° 7 era la joya de la corona de Nuevas Alturas! No sólo estaba estratégicamente situada, sino que además ofrecía las mejores vistas y la mejor ubicación de toda la región.
«¿Realmente Isabel vive aquí?»
-Conrado, ¿crees que… Isabel podría tener realmente a alguien que la mantenga? -preguntó Eva, con evidente sorpresa, pero incapaz de resistirse a alimentar las habladurías.
-Probablemente no respondió Conrado pensativo-. Sólo unos pocos elegidos en Solaria podrían permitirse comprar esta villa.
-Entonces, ¿por qué vive Isabel aquí? -Eva miró con envidia la villa no 7, deseando poder alardear ante Isabel de que ella y Conrado pronto residirían también en Nuevas Alturas. Quería que Isabel sintiera una punzada de celos y comprendiera quién le importaba de verdad a Conrado.
Antes de que pudiera dar rienda suelta a sus maquinaciones, la revelación de que Isabel vivía en la Villa no 7 le amargó por completo el ánimo y la hizo rezumar envidia.
-Yo tampoco lo tengo muy claro -admitió Conrado, perplejo.
Dentro de la villa, Isabel se deslizó de los brazos de Rogelio.
-Rogelio, ¿crees que parezco manipuladora? -Isabel preguntó, sabiendo que Rogelio despreciaba a la gente que jugaba a juegos mentales, y sus recientes acciones entraban de lleno en esa categoría.
Mientras se preocupaba por su reacción, Rogelio extendió la mano y le revolvió suavemente el pelo, con expresión cálida y afectuosa.
—Isa, me alegro de que hayas madurado y aprendido a protegerte.
Rogelio sintió un profundo orgullo. En el pasado, siempre había actuado como escudo de Isabel, sabiendo que era un alma confiada que siempre veía lo bueno en las personas y en las situaciones. Incluso en los momentos en que se enfrentaba al acoso, a menudo se convencía a sí misma de que no era más que un malentendido.
Ahora, ser testigo de cómo su hermana adquiría por fin la fuerza necesaria para defenderse le producía tanto consuelo como tristeza. «¿Cómo podía su inocente hermana pequeña adquirir tanta sabiduría sin enfrentarse a su propia cuota de dificultades y angustias?»>
Isabel se sintió profundamente conmovida por las palabras de Rogelio. Para ella, era el mejor hermano que se podía esperar. Sabía que debía protegerlo a cambio. Después de compartir unos momentos más con Rogelio, Isabel volvió a salir.
Eva estaba muy concentrada en las noticias sobre Isabel residiendo en la Villa N° 7. Para no perderla de vista, había dispuesto que alguien siguiera discretamente a Isabel hasta el mercado de agricultores local.
-¿Has dicho que está en el mercado de agricultores? -preguntó Eva con desprecio al teléfono.
Justo entonces entró Conrado, intrigado.
-¿Quién ha ido al mercado?
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Capítulo 54 El mejor hermano que se puede esperar
Eva colgó la llamada y dirigió su atención a Conrado.
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-Es mi amiga Julieta. Acaba de ver a Isabel en el mercado. Ahora tiene sentido: Isabel trabaja como criada en la Villa n° 7.
Al principio, Eva había supuesto que Isabel estaba a cargo del dueño de la villa, pero resultó que era sólo una sirvienta. «Qué absurdo», pensó mientras reía para sus adentros. Eva observó discretamente a Conrado.
Su expresión no era muy agradable; la preocupación se dibujaba en su frente. Sintiendo una oleada de ansiedad, apretó nerviosamente la tela de su falda, respiró hondo y adoptó una expresión preocupada mientras se acercaba a Conrado. Le rodeó el cuello con los brazos y se acomodó en su regazo sin esfuerzo.
-Conrado, Isabel da mucha pena. Te ha perdido y su familia la ha echado. Pobre Isabel. ¿Por qué no la traes a casa? -Mientras hablaba, Eva agitaba las pestañas, sus ojos brillaban con fingida tristeza mientras se mordía el labio inferior hasta dejarlo pálido.
Conrado observó el comportamiento compasivo y amable de Eva, y los recuerdos de los arrebatos de Isabel hacia Eva lo inundaron. Su corazón se endureció una vez más, desapareciendo por completo la rara suavidad de su expresión.
—Eva, ¿de qué estás hablando? Nos vamos a casar; ésta es nuestra casa. ¿Cómo podría traer aquí a Isabel? Puede que tengas la amabilidad de tolerarla, pero no puedo permitir que Isabel te intimide como antes. Ya eres tan frágil. ¿Qué haría si te pasara algo?
Los ojos de Eva se llenaron de lágrimas, conmovida por su preocupación.
-Conrado, eres tan bueno conmigo. Quiero envejecer contigo. Es sólo que mi salud… -Su voz temblaba de emoción mientras hablaba.
—Niña tonta, no digas esas cosas. Mientras yo esté aquí, tendrás una larga vida -replicó Conrado, con el corazón encogido por su vulnerabilidad.
-Sí, te creo, Conrado -Eva levantó la barbilla tímidamente, inclinándose para darle un beso.
Cuando Javier regresó a la villa y se cambió de zapatos, se fijó en las zapatillas de Isabel junto a la puerta principal.
«¿No está en casa?>>
-Javier, ¿has vuelto? -gritó Samuel al salir del ascensor.
-¿Dónde está?
Ya estamos otra vez», pensó Samuel, poniendo mentalmente los ojos en blanco; cada vez que Javier llegaba a casa, su primera pregunta era siempre la misma, haciendo que Samuel se sintiera innecesario.
-Ella salió. Incluso dijo que no volvería para la cena, así que no la esperes.
Ante esto, Javier se paró en seco y se volvió hacia Samuel, con voz cortante.
-¿Adónde fue?
