Capítulo 577
Luciana comprendió su plan. Incluso si Luisa se retractaba de la acusación, el escándalo ya estaba hecho. Y aunque terminara, ella misma quedaría con una mancha difícil de borrar.
—Pero… ¿tú qué pruebas tienes? Yo ni siquiera logro dar con nada concreto.
-Prefiero guardarme ese detalle por ahora contestó él con un aire misterioso-. Cuando todo esté listo, lo sabrás.
Mientras hablaba, tomó la iniciativa de acercarle otra porción de verduras.
-Come un poco más. Te noto más delgada últimamente.
-¿De verdad?
-Sí, claro.
Terminaron de cenar y luego Alejandro la llevó de regreso a su departamento. Después, él puso rumbo a la Macroplaza, donde ya lo esperaban Salvador, Jael y Jacobo, además de Nathan, su abogado.
Nathan no estaba allí para pasar el rato; había ido exclusivamente a ver a Alejandro.
-Señor Guzmán -lo saludó.
-Toma asiento -respondió Alejandro mientras se desabrochaba el saco y lo lanzaba sobre el sofá. Cuéntame, ¿cómo va todo?
-Estamos avanzando bien -informó Nathan-. Los documentos que presentó la señora Guzmán y los que entregó Luisa ya fueron enviados al departamento forense para su análisis.
-¿Y cuánto tardarán los resultados?
-Es difícil precisarlo. Les pedimos que se apuren todo lo posible, pero ya sabes cómo funciona
esto.
–Entiendo asintió Alejandro.
–
A un lado, Salvador observaba la escena con los brazos cruzados y no pudo evitar sonreír con cierto sarcasmo.
-Vaya, vaya–comentó Jacobo, recargado en la barra y bebiendo un sorbo de whisky-. Hasta el departamento forense se metió en este lío. ¿No es demasiado escándalo para una simple acusación falsa de tesis?
–Déjalo que haga lo suyo -dijo Salvador con un ademán-. ¿No notas que con todo este ajetreo, al menos se distrae?
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–Sí, algo de razón tienes -admitió Jacobo, tomando otro trago. Últimamente, Alejandro se había refugiado en el cigarro y el alcohol, y de seguir así, bien podría terminar enfermo.
Salvador suspiró con aire reflexivo.
—A Alex le fascina la sensación de que su esposa dependa de él.
-¿En serio? ¿Ese es un gusto raro o qué? -bromeó Jacobo.
-¡Por favor!-lo miraron Salvador y Jael al unísono, como si fuera el más despistado del grupo. ¡Qué tonto eres!
Parecía increíble que tuviera tanta experiencia en relaciones y, aun así, no entendiera lo evidente.
Cuatro días después, Luciana recibió una llamada de la facultad.
-¿Hola? ¡Buenas tardes, profesor!
-Luciana, ¿tienes un momento? Si te resulta posible, pasa por la oficina de la facultad.
-¡Claro que sí! Voy para allá de inmediato.
Colgó y sintió que el corazón se le aceleraba. Respiró profundo para tranquilizarse, se colgó la mochila al hombro y se encaminó hacia la UCM. Al llegar a la entrada principal de la universidad, vio el auto de Alejandro estacionado. Este se detuvo a su lado y él bajó para acercársele.
-¿Te llamaron? -preguntó él.
-Sí -asintió Luciana-. ¿Y tú por qué viniste? Puedo encargarme sola de un simple aviso.
-No me quedé tranquilo -él no tuvo reparos en admitirlo, caminando junto a ella a un paso más lento para acomodarse a su ritmo-. Luisa también fue citada; me preocupa que pueda intentar algo en tu contra.
Era cierto que, cuando alguien se sentía acorralado, podía reaccionar de forma impredecible. Luciana comprendía su inquietud, pero la situación le resultaba un tanto extraña. Alejandro estaba… siendo demasiado amable con ella.
Aunque, en realidad, ya que había aceptado su apoyo, no valía la pena rechazarlo a estas alturas. Lo único que lograría sería hacer el momento más incómodo. Así que guardó silencio y permitió que él la acompañara.
Frente a la oficina de la facultad, Luciana por fin se topó con Luisa, quien había llegado antes que ellos tras recibir la misma llamada. Cuando Luisa vio que Luciana venía con Alejandro,
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frunció el ceño con disgusto. De pronto, ya no estaba tan segura de que todo saldría como su tía Leticia había prometido.
La puerta de la oficina se abrió y un profesor joven salió para avisar:
-Luciana, Luisa, síganme por favor.
Con una mirada rápida hacia Alejandro, añadió:
-Señor, me temo que usted no puede pasar. Espere aquí, por favor.
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