Capítulo 32
El tono formal del policía fue claro: -Hemos recibido tu denuncia y se abrirá una
investigación por el delito de violación. No obstante, también se abrirá un caso por lesiones intencionadas, ya que se trata de un caso de acción pública. Será el tribunal quien determine si se trata de defensa propia.
Luisa asintió. -Entendido.
Después de pagar la fianza, Luisa salió de la estación de policía y se subió al auto de Andrés.
-Voy a hacer una llamada para que retiren el caso -dijo Andrés.
Luisa negó con la cabeza. -No hace falta, tengo confianza en que saldré bien librada de esto.
La noche cayó.
Envolviendo todo en una atmósfera silenciosa.
La cara de Andrés no se distinguía en la oscuridad.
Su voz grave y baja rompió el silencio: -Luisa, siempre enfrentas todo sola. En realidad, podrías intentar depender de mí.
Luisa guardó silencio por un momento.
Suspiró.
-Después de que mamá se fue, estuve muy decaída durante mucho tiempo -dijo Luisa con voz suave. Luego, cuando papá se volvió a casar, me di cuenta de que ya no tenía a nadie
cercano en este mundo.
La noche continuó silenciosa.
Ambos estaban sentados en el auto, uno junto al otro.
El rostro de Luisa se perdía en la penumbra, y la oscuridad ocultaba la tristeza en sus ojos. Tratando de sonar relajada, dijo: -Después me acostumbré a cargar con todo sola.
-Porque ya no sé en quién más podría confiar.
El corazón de Andrés sintió como si lo hubieran pinchado con algo.
Lo miró con ternura. -Tienes a mí.
Luisa no respondió.
Las palabras de Catalina resonaban en su mente, sembrando una semilla.
Capitulo 32
2/3
Valentina, la hermana de Andrés por conveniencia, tal vez tenía pensamientos ocultos hacia él.
Según lo que sabía, Andrés era muy indulgente con ella.
Aunque ayer Valentina había sido grosera con ella y Andrés la regañó un poco.
No fue difícil darse cuenta de que Andrés se había molestado principalmente por la falta de educación de Valentina, por su actitud grosera hacia los demás, por hacer quedar mal a la familia Martínez.
Pero no fue por defenderla a ella.
Luisa sabía que su lugar en el corazón de Andrés no se comparaba con el de esa hermana que había crecido con él.
Si algún día Valentina y ella entraban en conflicto, Andrés probablemente estaría del lado de Valentina.
Para evitar futuras decepciones, Luisa decidió no esperar nada de Andrés.
Viendo que Luisa no decía nada, Andrés se sintió frustrado.
Suspiró y, con suavidad, le acarició la cabeza. -Luisa, recuerda, siempre estaré de tu lado, sin importar qué.
Luisa bajó la cabeza y, suavemente, murmuró un “mmm.”
Después de dejar a Luisa en su casa, Andrés hizo una llamada para que retiraran el caso de lesiones intencionadas en la policía.
Luego, llamó a su asistente,
-Investiga en qué hospital están los dos hombres que acosaron a Luisa, y haz lo que tengas que hacer.
El hombre tatuado ya había sido operado y ahora descansaba en la cama del hospital.
El rubio estaba en la cama contigua.
Un hombre con mascarilla entró en la habitación.
El rubio y el hombre tatuado reconocieron al visitante.
Era el mismo hombre que en el bar les había transferido siete mil dólares a cada uno, pidiéndoles que acosaran a la mujer.
Si no fuera por él, ¿cómo habrían acabado así?
¡Ahora su vida estaba arruinada!
¿Realmente los siete mil dólares podían resolver todo esto?
El hombre tatuado estaba tan furioso que apretó los dientes. -¡¿Por qué no me dijiste antes que esa mujer sabía pelear?! ¡Maldita sea, me dejó estéril de un solo golpe!
-Cállate–respondió el hombre con mascarilla con impaciencia-. Voy a transferir otros cincuenta mil dólares a cada uno. Si los policías preguntan, di que fue un impulso, que no mencionen a nadie que los haya incitado. ¿Entendido?
El rubio aceptó al instante. -Entendido.
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Capítulo 32
El tono formal del policía fue claro: -Hemos recibido tu denuncia y se abrirá una
investigación por el delito de violación. No obstante, también se abrirá un caso por lesiones intencionadas, ya que se trata de un caso de acción pública. Será el tribunal quien determine si se trata de defensa propia.
Luisa asintió. -Entendido.
Después de pagar la fianza, Luisa salió de la estación de policía y se subió al auto de Andrés.
–Voy a hacer una llamada para que retiren el caso -dijo Andrés.
Luisa negó con la cabeza. —No hace falta, tengo confíanza en que saldré bien librada de esto.
La noche cayó.
Envolviendo todo en una atmósfera silenciosa.
La cara de Andrés no se distinguía en la oscuridad.
Su voz grave y baja rompió el silencio: —Luisa, siempre enfrentas todo sola. En realidad, podrías intentar depender de mí.
Luisa guardó silencio por un momento.
Suspiró.
-Después de que mamá se fue, estuve muy decaída durante mucho tiempo —dijo Luisa con voz suave-. Luego, cuando papá se volvió a casar, me di cuenta de que ya no tenía a nadie cercano en este mundo.
La noche continuó silenciosa.
Ambos estaban sentados en el auto, uno junto al otro.
El rostro de Luisa se perdía en la penumbra, y la oscuridad ocultaba la tristeza en sus ojos. Tratando de sonar relajada, dijo: -Después me acostumbré a cargar con todo sola.
-Porque ya no sé en quién más podría confiar.
El corazón de Andrés sintió como si lo hubieran pinchado con algo.
Lo miró con ternura. -Tienes a mí.
Luisa no respondió.
Las palabras de Catalina resonaban en su mente, sembrando una semilla.
Valentina, la hermana de Andrés por conveniencia, tal vez tenía pensamientos ocultos hacia él.
Según lo que sabía, Andrés era muy indulgente con ella,
Aunque ayer Valentina había sido grosera con ella y Andrés la regañó un poco.
No fue difícil darse cuenta de que Andrés se había molestado principalmente por la falta de educación de Valentina, por su actitud grosera hacia los demás, por hacer quedar mal a la
familia Martínez.
Pero no fue por defenderla a ella.
Luisa sabía que su lugar en el corazón de Andrés no se comparaba con el de esa hermana que había crecido con él.
Si algún día Valentina y ella entraban en conflicto, Andrés probablemente estaría del lado de
Valentina.
Para evitar futuras decepciones, Luisa decidió no esperar nada de Andrés.
Viendo que Luisa no decía nada, Andrés se sintió frustrado.
Suspiró y, con suavidad, le acarició la cabeza. —Luisa, recuerda, siempre estaré de tu lado, sin importar qué.
Luisa bajó la cabeza y, suavemente, murmuró un “mmm.”
Después de dejar a Luisa en su casa, Andrés hizo una llamada para que retiraran el caso de lesiones intencionadas en la policía.
Luego, llamó a su asistente.
-Investiga en qué hospital están los dos hombres que acosaron a Luisa, y haz lo que tengas que hacer.
El hombre tatuado ya había sido operado y ahora descansaba en la cama del hospital.
El rubio estaba en la cama contigua.
Un hombre con mascarilla entró en la habitación.
El rubio y el hombre tatuado reconocieron al visitante.
Era el mismo hombre que en el bar les había transferido siete mil dólares a cada uno, pidiéndoles que acosaran a la mujer.
Si no fuera por él, ¿cómo habrían acabado así?
¡Ahora su vida estaba arruinada!
¿Realmente los siete mil dólares podían resolver todo esto?
El hombre tatuado estaba tan furioso que apretó los dientes. -¡¿Por qué no me dijiste antes que esa mujer sabía pelear?! ¡Maldita sea, me dejó estéril de un solo golpe!
-Cállate–respondió el hombre con mascarilla con impaciencia-. Voy a transferir otros cincuenta mil dólares a cada uno. Si los policías preguntan, di que fue un impulso, que no mencionen a nadie que los haya incitado. ¿Entendido?
El rubio aceptó al instante. -Entendido.
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