Capítulo 35
Él pensaba que, después de todo, todos serían una familia, por lo que sería bueno que Luisa y Valentina pasaran más tiempo juntas.
Luisa asintió con la cabeza y, con una gran sonrisa, saludó: -Hola.
Mientras hablaba, el caballo de Andrés fue llevado hacia ellos.
Era un caballo hermoso, de raza warmblood. Luisa nunca había ido al establo con Andrés antes, así que era la primera vez que veía uno de los caballos que él tenía.
Luisa no pudo evitar sentirse sorprendida; el caballo era imponente y elegante. Según su apariencia, debía ser un Hannoveriano alemán de pura sangre.
Valentina, con voz infantil, preguntó: -Hermano, ¿qué tipo de caballo es este? Es tan bonito.
Andrés respondió con calma: -Hannoveriano alemán.
Sergio, que estaba cerca, añadió: Valentina, no subestimes a este caballo, es realmente
valioso.
Valentina, sonriendo, sacudió el brazo de Andrés mientras hacía un puchero: -Hermano, también quiero aprender a montar, ¿puedes enseñarme?
La mirada de Luisa recorrió las manos de Valentina, que aún se aferraban al brazo de Andrés.
¿Por qué sentía una ligera incomodidad en su interior?
Rápidamente apartó la mirada.
Andrés, sin mostrar ninguna emoción, retiró su brazo: -Puedo inscribirte en una clase de equitación.
En ese momento, Fernanda intervino: -Si Valentina quiere aprender equitación, que venga a mí, yo le recomendaré a mi instructor.
–Hermano, quiero que seas tú quien me enseñe -continuó Valentina, sin dejar de hacer pucheros.
Un sentimiento extraño se apoderó del corazón de Luisa.
Era algo indefinido, difícil de describir.
No quería seguir allí viendo a Valentina hacerle esos mimos a Andrés, así que se giró y fue al establo para sacar su propio caballo.
Su caballo era un Akhal–Teke blanco, un regalo de Catalina para su cumpleaños número diecisiete.
Capitulo 35
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El caballo era completamente blanco, su pelaje suave, y bajo la luz del sol, su lomo reflejaba un resplandor brillante, lo que lo hacía parecer puro y noble.
El Akhal–Teke también es conocido por otro nombre: el caballo de sangre caliente.
Catalina, sonriendo, comentó: -Luisa, durante estos tres años en los que estuviste fuera de Puerto Bella, he cuidado muy bien de Relámpago.
“Relámpago” era el nombre que Luisa le había puesto a ese caballo.
Era completamente blanco, un regalo de Catalina, por lo que Luisa había decidido llamarlo ” Relámpago“, pues quería que fuera tan rápido como un rayo.
–Gracias, Catalina -Luisa levantó la mano y acarició la cara del caballo. Relámpago, con gentileza, bajó la cabeza y rozó la palma de Luisa.
Luisa, sorprendida, exclamó: —¡Después de más de tres años, Relámpago aún me recuerda!
-Claro -dijo Catalina-. Los caballos son muy sensibles.
Luisa sacó el caballo fuera del establo.
Estaba deseando montar y dar una vuelta.
Se subió al estribo, y Andrés, sujetándola por el brazo, la ayudó a subir a la silla.
-Gracias.
Luisa echó a correr con su caballo.
No se dio cuenta de que Valentina la observaba con una mirada de celos y resentimiento.
El establo de la familia Gómez estaba en las afueras, en una amplia zona rural, con praderas que se extendían hasta donde alcanzaba la vista.
Luisa disfrutaba cabalgando a toda velocidad, el viento soplando a su alrededor.
Le encantaba esa sensación de libertad.
Era como si solo en esos momentos pudiera sentir que realmente era libre.
Mientras Luisa galopaba, su postura era ligera y ágil, y su cuerpo irradiaba un encanto natural.
Las miradas de todos los presentes no podían apartarse de ella.
Incluso Valentina tuvo que admitir que, en ese momento, Luisa brillaba con una luz propia.
Al ver a Andrés tan concentrado en observar la figura de Luisa, que se alejaba cada vez más, y que incluso la siguió montando su propio caballo, Valentina no pudo contener su envidia y
celos.