Capítulo 60
Ya en la subasta.
La subastadora, con un elegante vestido de gala azul marino, se movía y hablaba con gracia, irradiando el encanto de una mujer de alto nivel intelectual.
Las primeras piezas no interesaron a Andrés ni a Carlos.
Hasta que apareció de repente el collar de diamantes rosas.
Tras una breve introducción de la subastadora, comenzó la subasta, con un precio de salida de seiscientos mil dólares.
Carlos levantó la placa de inmediato.
Tras varias subidas de precio, la cifra llegó rápidamente a novecientos mil dólares, y los pujos en realidad ya eran pocos.
Carlos siguió levantando una y otra vez la placa, subiendo a novecientos dos mil dólares.
La subastadora, levantando la mano con firmeza, dijo: -Ahora son novecientos dos mil dólares, ¿alguien quiere subir a novecientos cinco mil?
Andrés, con calma, levantó la placa.
La subastadora sonrió y miró hacia él: -Ahora son novecientos cinco mil dólares, ¿hay alguna oferta más alta?
Carlos le lanzó una mirada fulminante a Andrés y, con seriedad, levantó la placa.
La subastadora: -Novecientos cinco mil dólares, el lote regresa a la mano del número 20, ¿hay alguna oferta superior? ¿Novecientos ocho mil?
Andrés continuó levantando la placa.
La subastadora hizo un gesto hacia Andrés: -Novecientos ocho mil, ¿alguien ofrece más?
Carlos, decidido a ganar, apretó con fuerza los dientes y levantó la placa, subiendo a un millón de dólares.
Un millón de dólares no era mucho para él; si la prima de Fernando quedaba satisfecha, Fernando colaboraría con el Grupo Financiero Rodríguez y la inversión podría hasta multiplicarse por diez.
Como dice el dicho, quien no arriesga un huevo no saca un pollo.
Ese collar lo conseguiría como fuera hoy.
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La subastadora: -Bien, un millón de dólares, el lote regresa a la mano del número 20, ¿hay
una oferta más alta?
Andrés levantó apresurado la placa.
La subastadora: —Un millón ciento diez mil dólares.
Carlos subió la oferta a un millón doscientos mil dólares.
Andrés estaba por seguir pujando, pero Luisa de repente le sujetó con fuerza la mano.–Déjalo, no vale la pena.
Lo que comenzó con un precio de salida de seiscientos mil dólares, impresionantemente ya había subido el doble.
Luisa miró el collar y pensó que como mucha valía entre trescientos y cuatrocientos mil dólares. Además, no le gustaba tanto esa pieza; no valía la pena seguir compitiendo por esto con Carlos.
Si él lo quería, pues que lo tuviera.
Recordaba
que
había un collar de diamantes azules por subastarse más adelante, y ese sí le gustaba demasiado.
Andrés le echó una mirada a Luisa y, obediente, dejó de levantar la placa.
Finalmente, Carlos se llevó el collar de diamantes rosas por un millón doscientos mil dólares.
Carolina, sentada a su lado, sonrió con desprecio hacia Luisa.
Parece que el nuevo hombre que había conseguido no era tan bueno como parecía; solo subió hasta un millón doscientos mil dólares y ya no siguió pujando.
En el baño de mujeres.
Luisa se retocaba el maquillaje frente al espejo cuando, de repente, vio a Carolina reflejada en el cristal.
Carolina, con una sonrisa arrogante, se acercó sigilosa y abrió el grifo para lavarse las manos.— Vaya, parece que ya tienes un nuevo amor, ¿no es así?
Luisa, aplicándose el labial, no le respondió.
Carolina se rio con sarcasmo.–Solo dije que ese collar estaba bonito, y Carlos pagó un millón doscientos mil dólares para comprármelo. Tu hombre ni siquiera puede gastar esa cantidad por ti.
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-Bueno, las personas con dinero no son tontas, saben que hay que gastar en lo que vale realmente la pena. Y tú…-Carolina miró a Luisa en el espejo, su rostro se torció en una sonrisa burlona y,-la verdad no vales la pena.
Luisa terminó de ponerse el labial, se miró en el espejo sin desviar la vista y, con voz firme, dijo: ¿De verdad? Entonces, te deseo buena suerte.
Tras decir esto, se giró decidida y se marchó.
Las palabras de Carolina no le afectaron en lo más mínimo.
Porque, en realidad, su vida era mucho mejor de lo que Carolina podría imaginar.
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