Capítulo 691
Paulina estaba enferma y confusa, pero su instinto de seguridad era impresionante. No había manera de convencerla fácilmente; era como hablarle a una pared. Carlos, con toda la paciencia que pudo reunir, intentó persuadirla durante más de diez minutos, pero ella no soltaba su ropa ni por un segundo.
Carlos, quien jamás había tenido que consolar a nadie, llegó al límite de su paciencia. Con una mano sujetó su cintura y con la otra jaló su ropa, ¡haciendo que se rasgara con un sonoro “¡ras!“! Afuera, los empleados escucharon el ruido y no se atrevieron a entrar.
De un par de movimientos, Carlos logró cambiarle la ropa a Paulina, aunque ella, inconsciente por la fiebre, apenas y se daba cuenta de lo que pasaba. Se quejaba y se movía incómoda, pero sus párpados pesados no le permitían tener plena conciencia de lo ocurrido.
Mientras Isabel y Esteban disfrutaban de una relación armoniosa, Carlos sentía que se volvía loco cuidando a Paulina. Entre darle medicinas y cambiarle la ropa, parecía que se le escapaba la cordura. Usó todas las estrategias posibles: órdenes, palabras dulces y todo lo que se le ocurrió.
Quien la estaba pasando peor era Yeray. Al enterarse de que Vanesa había ido a buscar a Ingrid, regresó a la casa con el semblante pálido. Nina y Axel, temerosos de lo que podría pasar, se refugiaron con Yeray, esperando que él pudiera protegerlos cuando Vanesa se enterara de la verdad y viniera a ajustar cuentas.
No es que no supieran de lo que Vanesa era capaz. Cuando atacó a Dan, incluso los que estaban jugando cartas con él salieron lastimados. Y ellos, que habían alterado las cámaras de seguridad y manipulado la información de registro, sabían que estaban en graves problemas.
Cuando Oliver vio el estado de Yeray al regresar, le preguntó: -¿Estás bien, hermano? ¿Por qué
esa cara?
No podía ser cierto, pero en los ojos de Yeray parecía haber un destello de miedo. Sí, miedo… El tipo que siempre había sido imperturbable ahora mostraba una expresión que nunca antes
había visto.
Yeray, en respuesta, le soltó un puñetazo a Oliver. -Eres un cobarde -le reclamó, recordando cómo Oliver lo había obligado a huir.
Oliver, con la cara hinchada, se quejó: -¿Qué te pasa?
Yeray apretó los dientes: -Vanesa fue a buscar a Ingrid para ajustar cuentas.
Oliver, y también Nina y Axel, quedaron boquiabiertos. ¿Ingrid? ¿La prometida de Dan? Apenas en la mañana había dejado a Dan hecho trizas, y ahora iba tras su prometida. Oliver tragó
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Capitulo 691
saliva: ¿Qué pasó ahora?
La impulsividad de Vanesa los dejaba a todos descolocados. ¿De verdad iba a pelear? Su temperamento era explosivo. Que Vanesa lograra controlar su ira sería un milagro.
Yeray frotó sus sienes doloridas: -Ella ya sabe que anoche no fue Dan.
Oliver, Nina y Axel se quedaron sin palabras. Todo había sucedido demasiado rápido, y Vanesa había descubierto la verdad a una velocidad impresionante. Oliver preguntó: -¿Quieres decir que ahora cree que Ingrid la engañó?
Yeray asintió: -Está convencida.
La diferencia entre sospechar y estar convencida era enorme. Oliver empezó a preocuparse. Primero Vanesa había golpeado a Dan casi hasta matarlo. Ahora, si estaba convencida de que Ingrid la había traicionado, Ingrid también sufriría las consecuencias. Y con la velocidad de Vanesa, descubriría lo que ellos habían hecho.
Peor aún, detrás de Vanesa estaba toda la familia Allende. Oliver ya no podía mantener la
calma: -No, debo volver a Avignon de inmediato.
No quería pasar ni un día más en París. En cuestión de horas, Vanesa había dejado a Dan gravemente herido y ahora iba tras Ingrid. A este ritmo, pronto llegaría hasta ellos. Todo se había complicado hasta el punto de ser irreparable. No había manera de aclarar las cosas ahora que ella había atacado a todos.
-Vámonos también nosotros -dijeron Nina y Axel, pálidos de miedo.
Con Vanesa en ese estado, quedarse cerca de Yeray no era seguro. Lo mejor era ocultarse en algún lugar seguro.
El teléfono de Oliver vibró, y al contestarlo, escuchó la noticia: -La princesa Vanesa ha ido a buscar a la prometida del señor Ward otra vez.
Oliver respondió: -Ya lo sé.
Incluso sin estar al lado de Vanesa, sentía su furia desde lejos. Era comprensible; en su mente, ella había sido la víctima de un terrible engaño.
Al colgar, Oliver miró a Yeray: -Hermano, ¿vienes con nosotros o no?
Esta ciudad ya no era segura para ellos; la situación se había vuelto demasiado peligrosa.
Yeray respondió, con un tono amenazante: -¿Qué dijiste?
Oliver, con el sudor cubriendo su frente, insistió: -Si no te vas, yo sí. No puedo quedarme más aquí.
Yeray entrecerró los ojos, observando a Oliver fijamente.
Oliver comenzó a sentir un escalofrío ante la mirada de su hermano: -¿Por qué me miras así?
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