Capitulo 433
Capítulo 433
Tiempo atrás, Andrés, por motivos inciertos, sufrió heridas graves y desde ese momento se
recupera.
Andrés frunció el ceño y permaneció en silencio.
Roberto exploró el segundo piso; sin embargo, muchas eran zonas privadas y no supo en qué puerta tocar.
Mientras, llevaron a Anaís a un lugar desconocido. Se apoyó contra la puerta, respirando agitadamente, la mirada baja.
Se percató de que la persona junto a ella no era Z, e intentó apartarla con la mano. No obstante, al rozar su piel, el contacto despertó un deseo inesperado y no sintió rechazo.
Confundida, alzó la vista, pero su visión borrosa le impedía distinguir el rostro del hombre.
Tomó aire, intentó apoyarse en la pared para avanzar, pero la puerta frente a ella se abrió de golpe.
De haber estado más lúcida, habría notado que no estaba en el segundo piso, sino en una
habitación entreabierta de la planta baja.
Al abrirse la puerta, se topó con los invitados que estaban fuera.
Una voz masculina sonó a sus espaldas.
-Voy a pedir que te lleven.
El rumor de una silla de ruedas se acercaba, y una mano la sujetó suavemente por la muñeca.
-No abras, te van a ver.
Justo entonces, Anaís bajó la mirada hacia él. Tenía un rostro muy atractivo, y el calor en su muñeca la inquietó.
Al cruzar miradas, los ojos de él revelaban una mezcla de distancia y fascinación.
De pronto, él sonrió y dijo algo que dejó a Anaís desconcertada.
Cuando reaccionó, ya estaba sentada sobre las piernas de él, sujetándole el rostro y besándolo con intensidad.
Anaís iba maquillada esa noche; su labial rojo dejó huellas evidentes sobre los labios impasibles de él.
Él giró el rostro para esquivarla, pero Anaís, molesta, le sujetó la cara para obligarlo a mirarla.
Reinó el silencio en el salón; como ella no había cerrado la puerta, varios invitados dejaron caer sus copas al suelo, y el sonido de cristales rotos resonó.
Efraín miró al frente y luego apartó la cabeza.
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Capitulo 433
-Señorita Villagra, está tomada.
Anais lo besó en el cuello de la camisa, con los ojos desorientados bien abiertos.
-¿Qué?
Efraín mantuvo la vista fija en otro punto.
-Cuando se le pase el efecto, se va a arrepentir de esto.
Los presentes, alarmados por la escena, intentaron entrar por la puerta lateral para quitar a Anaís del regazo de Efraín.
Pensaron que Anaís había perdido el juicio. ¡Era Efraín! Efraín, el hombre intachable.
Desde su accidente, casi no había asistido a eventos sociales. Nadie imaginó que, precisamente en esta ocasión, Anaís se aprovecharía de él.
Pero antes de que pudieran acercarse, Lucas, que observaba discretamente, se interpuso, avanzando rápido hacia Efraín.
-Señor, ¿se encuentra bien?
Efraín negó con la cabeza mientras se quitaba el saco y lo ponía sobre los hombros de Anaís.
Lucas cerró la puerta lateral, ocultando la escena de las miradas curiosas.
Anaís seguía sentada en el regazo de Efraín, besándole el cuello esporádicamente.
Efraín no dijo nada, dejándola hacer.
Lucas no se atrevió a mirar más y comentó en voz baja:
-Hay otra puerta atrás. Pueden salir por ahí.
Efraín asintió.
-Mm…
-Ábrela, por favor.
Lucas se dirigió deprisa hacia el otro extremo de la sala.
Apenas se fue, los dedos de Efraín sujetaron suavemente la barbilla de Anaís.
Anaís, visiblemente alterada, lo miró con las mejillas encendidas.
De repente, él soltó una risa.
-Así está mejor.
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