Capítulo 91
–¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tú pudiste recibir su amor?!–Los ojos de Alma brillaban con una furia descontrolada mientras se lanzaba como fiera hacia Luisa, blandiendo la daga con fuerza.
Estaban a solo unos pasos de distancia. Luisa tenía la espalda vuelta hacia Alma y no podía ver en ese momento su ataque.
La proximidad y la rapidez del movimiento hacían imposible que Andrés, quien sostenía a Luisa en sus brazos, pudiera reaccionar a tiempo para defenderla sin antes apartarla.
Pero ya era demasiado tarde.
Aunque Andrés tenía un vasto entrenamiento en combate, no le era posible empujar a Luisa y luego contraatacar en tan corto tiempo.
En el instante en que la daga se precipitó hacia ellos, sus ojos se abrieron aterrorizados de par
en par.
Lo único que pudo hacer fue girar el cuerpo, abrazando con todas sus fuerzas a Luisa, y recibir él mismo la puñalada.
El momento en que la hoja se hundió en su carne, Andrés dejó escapar un profundo gemido de
dolor.
-¡No!-El desgarrador grito de Alma rompió el profundo silencio de la noche.
Retrocedió dos pasos, incapaz de creer lo que acababa de suceder.
-¿Por qué…?—Alma rugió con desesperación.–¡Andrés! ¿Por qué te importó tanto ella? ¡¿ Estando dispuesto a arriesgar tu vida por ella?!
El intenso olor a sangre impregnó el aire, y solo entonces Luisa reaccionó.
Se apartó del abrazo de Andrés y bajó instintivo la mirada. Entonces vio la daga clavada en su
cintura.
De inmediato, el color desapareció de su rostro.
-¡Andrés!-Gritó con angustia, y enseguida las lágrimas brotaron de sus ojos sin control.
En ese momento, un grupo de tipejos irrumpieron en la azotea, avanzando rápidamente hacia ellos.
Los guardaespaldas, entrenados y eficientes, redujeron a Alma en cuestión de segundos.
Mientras tanto, Luisa abrazaba a Andrés, llorando desconsolada.
-Lo siento, Andrés… lo siento mucho…-Su llanto era entrecortado y lleno de culpa.–Es mi
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culpa… No debí venir sola a buscarla…
Su intención había sido fingir que seguía las órdenes del enmascarado, ir sola y cambiarse por Violeta. Una vez que Violeta estuviera a salvo, encontraría la oportunidad de someter a Alma.
No había sido una decisión impulsiva; tenía su propio plan.
Pero no esperaba que Andrés llegara tan rápido. No esperaba que él se negara a dejarla correr semejante riesgo.
Y mucho menos esperaba que Andrés pusiera su vida en peligro para protegerla de una puñalada.
¿Cómo había llegado todo a este punto?
Todo era su culpa. No debió haber insistido en actuar sola.
Andrés ya le había dicho que había movilizado a todos los guardaespaldas de la hacienda. Lo único que tenía que hacer era confiar en él y esperar a que organizara con paciencia el rescate
de Violeta.
No tenía que haber subido desesperada a la azotea por su cuenta.
Si los guardaespaldas hubieran llegado apenas unos minutos antes, todo esto no habría pasado.
El remordimiento la consumía. Habría preferido ser ella la que recibiera la puñalada.
En el hospital.
Andrés estaba en la sala de emergencias.
En el pasillo, una multitud esperaba con el corazón en vilo.
Luisa había llorado hasta quedarse sin lágrimas. Ahora, con la mirada vacía y perdida, se apoyó contra la pared, sumida por completo en un estado de shock.
Doña Ximena y Patricia tenían los ojos hinchados de tanto llorar.
Violeta estaba a salvo. Carla la había llevado a casa.
Dada la gravedad de la situación, la ceremonia de compromiso definitivamente se había
cancelado.
La atmósfera en el pasillo era pesada y opresiva.
-¿Cómo pasó todo esto? ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué secuestró a Violeta? ¿Y por qué quería que Luisa intercambiara lugares con ella?-Miguel tenía el rostro sombrío.–¿Era una enemiga de la familia Martínez?
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Víctor, confundido, le respondió.–No, no la conozco.
-Yo sí.–Quien habló fue Juan, el mejor amigo de Andrés.–Fue una de las pretendientes de Andrés.
Patricia lo miró extrañada. -¿Pretendiente, ni que nada?
—Sí.–Juan lo afirmó.—La vi cuando la policía se la llevaba. Se llama Alma. Fue nuestra
compañera en la preparatoria. Desde entonces ha estado detrás de Andrés. Ya han pasado diez años de todo esto.
Luisa, aturdida, salió de su trance y murmuró: -¿Cómo una pretendiente de Andrés…? ¿Por qué… por qué hizo esto?