Capítulo 388
La voz de Dafne era tan suave que se perdió inmediatamente en el estruendo de la tormenta.
Como si de un presentimiento se tratara, el hombre la escuchó,
Él se volvió y, a través de la cortina de lluvia, sus miradas se encontraron a lo lejos.
Ella estaba en el corredor, él bajo la lluvia torrencial.
La lluvia era tan intensa que su rostro no era visible con claridad.
Dafne abrió el paraguas y dio un paso hacia la lluvia.
Agustín, parado bajo la lluvia, parecía haber activado un interruptor interno, pues se acercó rápidamente a ella.
Con su altura y largas piernas, sus pasos eran grandes y rápidos. Dafne apenas había dado dos pasos cuando Agustín ya estaba frente a ella.
-Tu herida aún no ha sanado, no te mojes -dijo él con voz ronca.
Agustín tomó la mano de Dafne que no sostenía el paraguas y la llevó de regreso al corredor.
Su toque era frío.
Dafne tembló ligeramente.
Agustín lo notó y soltó su mano de inmediato.
-Hace frío por la noche y sigue lloviendo, vuelve pronto -dijo él.
Dafne contuvo el aliento.
Dicen que un resfriado y el amor no se pueden ocultar.
A pesar de su tristeza, él inconscientemente se preocupaba por ella.
De repente, Dafne sintió una mezcla de emociones en su corazón.
Solo una lámpara incandescente iluminaba el corredor.
La luz era tenue.
Dafne cerró el paraguas y lo apoyó suavemente contra una columna de piedra.
-Tú… -Dafne hizo una pausa por un momento-, no te mojes bajo la lluvia.
-Está bien. -Agustín la miró sin pestañear, sus ojos llenos de una tristeza profunda y un amor
tierno.
La lluvia seguía cayendo, creando un sonido constante.
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Capitulo 388
En el corredor, se miraban el uno al otro en silencio.
Después de un rato, Dafne habló:
-La enfermedad y la muerte son parte de la vida, lo siento mucho.
Los ojos de Agustín reflejaron emociones que se expandieron como ondas. Dio un paso adelante, queriendo abrazar a Dafne.
Pero al ver que estaba empapado, su mano se detuvo en el aire.
Ese gesto hizo que el corazón de Dafne se estremeciera de nuevo.
Siempre era así, cada pequeño detalle estaba impregnado de amor.
Era imposible ignorarlo.
Agustín retiró su mano, diciendo suavemente con voz ronca:
-Estoy bien.
Terco como siempre.
Incluso en sueños.
Dafne levantó la mirada para encontrarse con los ojos de él, mirándolo con cierto desafío.
-¿De verdad estás bien? Entonces ¿por qué sales a mojarte bajo la lluvia a medianoche?
Pareció que el hielo en los ojos de Agustín comenzaba a derretirse.
Justo cuando iba a decir algo, sus ojos se abrieron con sorpresa.
Dafne envolvió sus brazos alrededor de su cintura, abrazándolo suavemente.
El aroma familiar los envolvió.
Agustín se quedó inmóvil.
Dafne apoyó su cabeza en el pecho de Agustín, apretando ligeramente sus manos, y dijo
suavemente:
-Agustín, ¿no te sentirías mejor con un abrazo?
Los ojos de Agustín se oscurecieron, un cálido flujo recorrió su corazón frío.
El cuerpo cálido de la chica era como una pequeña estufa, disipando el frío de la lluvia y llenándolo de calor.
Las manos de Agustín comenzaron a rodear suavemente a Dafne, con un movimiento muy delicado y cuidadoso.
-No soy muy buena consolando a la gente -susurró Dafne en su pecho-. Sé que el dolor y la tristeza son difíciles de controlar, solo espero que no destruyas tu salud.
¿Quién dijo que no sabía consolar?
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Capitulo 38
Un abrazo vale más que mil palabras.
El corazón de Agustin se derritió como agua de primavera, creando ondas.
Después de un rato, Dafne se apartó de su abrazo,
-Listo. -Dafne bajó la mirada, evitando sus ojos-. Ve a cambiarte de ropa, no te mojes más.
-Está bien–respondió Agustín con una mirada suave, obediente.
-Come bien, duerme bien -lo aconsejó Dafne como si hablara a un niño-. No me hagas
preocuparme.
Al escuchar eso, el corazón de Agustín se llenó de ternura.
Ella dijo que le preocupaba.
Era la primera vez desde su separación que Dafne expresaba sus sentimientos tan abiertamente.
Agustín respondió suavemente:
-Lo haré.
-Entonces me voy. Tú vuelve, toma un té de jengibre y date una ducha caliente -dijo Dafne, dándose la vuelta para irse.
Agustín permaneció en su lugar, observando su figura hasta que desapareció de su vista.
Cuando llegó a casa, ya pasaban de las dos de la madrugada.
Tanto la ama de llaves como el personal dormían.
Agustín se dio una ducha caliente y se preparó un té de jengibre.
Después de beberlo, se acostó y pronto se quedó dormido.
Había pasado muchos días sin dormir bien.
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Capitulo 389