Capítulo 397
Gabriela se abalanzó con la intención de atacar.
Eva le agarró el brazo y presionó un punto específico con fuerza.
-¡Ay! -gritó Gabriela, retrocediendo dos pasos, con el rostro completamente torcido por el
dolor.
Comenzó a frotarse el brazo que Eva había presionado, sintiendo un hormigueo intenso en todo el brazo.
-¿Qué me hiciste? -preguntó Gabriela con una mueca divertida por el entumecimiento-. ¡Qué raro, está todo entumido!
Algunos de los curiosos que observaban la escena no pudieron evitar soltar una carcajada.
-Lárgate -le ordenó Eva fríamente, con una mirada que brillaba con una amenaza helada.
Gabriela se estremeció, sintiendo que Eva se veía realmente aterradora.
Ese pequeño toque había dejado su brazo completamente insensible.
En ese momento, llegaron los guardias de seguridad del hospital.
-Desalojen, no se queden mirando -ordenaron varios guardias uniformados, dispersando a la multitud.
Los curiosos se dispersaron rápidamente.
-Señorita, ¿está bien? ¿Necesita que llame a la policía? -preguntó uno de los guardias con respeto hacia Dafne.
Todos conocían a la Srta. Rosales. Desde que ingresó al hospital, sus superiores les habían informado que era la hija del jefe, que estaba recuperándose ahí. Incluso les mostraron una foto para que la identificaran y les indicaron que debían saludarla y atender cualquier solicitud que tuviera.
Al oír al guardia dirigirse a Dafne como “señorita” con tanto respeto, Gabriela entendió de inmediato lo que sucedía.
-¿Este hospital es de tu familia? -exclamó Gabriela sorprendida.
Dafne sonrió levemente sin responder y se dirigió al guardia:
-No es necesario llamar a la policía, solo saquen a esta señora del hospital.
-Como ordene, señorita.
Los guardias escoltaron a Gabriela hacia la salida.
-¡No me voy! ¡Suéltenme! -gritaba Gabriela mientras la sacaban.
Después de que Gabriela fue expulsada, Inés, todavía atónita, miró a Dafne:
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Capitulo 397
-Dafne, ¿entonces este hospital es de tu familia?
Dafne asintió.
Inés quería preguntar sobre lo que habían mencionado acerca de la quiebra del Grupo García, pero al ver la expresión de Dafne, decidió no hacerlo.
Pensó que debía ser un recuerdo doloroso y prefirió no indagar.
A la mañana siguiente, Dafne se levantó con ganas de respirar un poco de aire fresco.
Al abrir la puerta, se detuvo en seco.
En el suelo, frente a la entrada de su habitación, había un ramo de rosas de Freud en plena floración.
Recogió el ramo y lo examinó, pero no encontró ninguna tarjeta.
¿Quién habría dejado esas flores?
Un rostro conocido apareció en su mente.
¿Sería él?
¿Había venido al hospital?
¿Cuándo?
Dafne se quedó perdida en sus pensamientos, abrazando el ramo.
¿Podría ser que alguien se equivocó de destinatario?
Sin una tarjeta, Dafne no podía estar segura de que las flores fueran para ella.
¿Debería preguntar?
Pero dada la situación incómoda entre ellos, si no era Agustín quien las envió, preguntar sería como admitir algo sin necesidad.
Dafne decidió llevar las flores al mostrador de enfermería en el mismo piso.
La enfermera de turno guardó su celular y sonrió al ver a Dafne acercarse:
-Buenos días, señorita.
-Buenos días contestó Dafne-. Disculpa, ¿viste quién dejó estas flores en mi puerta esta mañana?
La enfermera asintió:
-Fue un caballero.
-¿Caballero? -Dafne se mostró intrigada-. ¿Cómo era?
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Al hablar del caballero, los ojos de la enfermera brillaron de emoción:
-Era alto y guapo, ¡más atractivo que un actor!
-¿Llevaba gafas? -preguntó Dafne.
Solo dos personas coincidian con esa descripción: Agustin y Lucas. Lucas usaba gafas; Agustin no.
La enfermera negó con la cabeza:
-No, no llevaba gafas. Estaba vestido con una camisa negra, y se veía muy elegante.
Dafne entendió de inmediato.
Eso debía ser Agustín.
Pero si había llegado a la puerta, ¿por qué no había entrado?
¿Por qué no la visitó?
Dafne preguntó de nuevo:
-¿Hace cuánto tiempo vino?
-Aproximadamente hace media hora.
-Gracias.
Dafne agradeció a la enfermera y regresó a su habitación.
Se alojaba en una suite VIP del hospital.
En la habitación había flores frescas como parte de la decoración.
Dafne retiró las flores marchitas del florero y colocó las rosas de Freud que Agustín le había dejado.
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