Capítulo 436
Desde la perspectiva de Anaís, solo veía a Efraín, absorto en sus pensamientos frente a la puerta del armario.
Al salir del baño, con unas pantuflas peludas puestas, bajó la vista hacia sus pies, sin saber cómo empezar la conversación.
El celular sonó en ese instante. Era Laura.
-Anaís, ¿qué fue eso con Efraín? Afuera no paran de hablar.
La invitación de esa noche era de Laura. Aunque ella no había estado en el evento, parecía enterada de todo.
Anaís oyó el bullicio al otro lado de la línea. Como Efraín estaba allí, no pudo contestar la pregunta y cambió de tema.
-¿Dónde estás?
-En Nocturnia.
Nocturnia…
“Si Laura lo sabía desde Nocturnia, entonces Z, que trabaja ahí…”
“¡Qué desastre!”
Colgó rápido y salió apresuradamente del dormitorio al pasillo.
Llamó a Z, pero no contestó.
Anaís estaba nerviosa, sentía las mejillas calientes; el efecto de la sustancia que le habían dado aún no desaparecía. Se dio unas palmadas en la cara y volvió a marcar.
Pero Z seguía sin responder.
“El corazón le latía con fuerza. Z no estaba bien, y le aterraba cómo pudiera reaccionar a lo de Efraín. La última vez había amenazado con tirarse de un acantilado. Si ahora se enteraba por otros de lo que pasó… ¿Sería capaz de hacer una locura?”
Cuando Z se obsesionaba, era capaz de cualquier cosa.
Anaís caminaba de un lado a otro, marcando una y otra vez.
Hasta que vio a Efraín salir del dormitorio principal y casi chocó con él.
Aún no le había dado una explicación sobre lo ocurrido esa noche.
Tenía la cabeza hecha un lío. Bajó lentamente el celular, decidida a aclarar las cosas con Efraín antes de ir a buscar a Z.
-Señor Lobos, dígame de una vez cómo puedo compensarlo.
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Capítulo 436
Efraín dirigió su silla de ruedas hacia la biblioteca, con tono desapegado.
-No hace falta.
Anaís se quedó quieta, sintiéndose culpable.
-De verdad, si puedo hacer algo…
El movimiento de la silla de ruedas se detuvo. Él se volteó a mirarla, como evaluando la
sinceridad de sus palabras.
Anais tragó saliva.
-Estoy hablando en serio.
-Deja a tu novio.
Su rostro reflejó sorpresa inmediata; pensó que había oído mal.
-¿Qué?
-¿No dijiste que harías lo que fuera?
Anaís se quedó paralizada, sin poder articular palabra.
“¿Por qué pedía eso? Ni siquiera conocía a Z.”
“Además, él mismo le había dicho antes que deberían estar juntos.”
Permaneció inmóvil, observando cómo Efraín ladeaba la cabeza, apoyando una mano en la sien, con los ojos entrecerrados.
-Nunca lo he visto, pero no lo soporto.
En los negocios, cuando Efraín aborrecía a alguien, era el principio de su pesadilla.
Anaís bajó la mirada, sintiendo cómo se sonrojaba.
Un minuto después, recuperó la compostura.
-Señor Lobos, me voy. Buscaré otra forma de compensarlo por lo de hoy, pero no voy a dejarlo. Él me necesita.
Al decir la última frase, su voz sonó más baja.
“Pero era verdad. Z dependía mucho de ella, no estaba bien de salud. Si lo dejaba, temía que perdiera la cabeza.”
Bajó la cabeza y se encaminó a la escalera, pero se detuvo tras unos pasos, con tono sereno.
-De verdad siento mucho lo de esta noche.
Dicho esto, bajó deprisa las escaleras.
Efraín la vio alejarse. Levantó un dedo y limpió lentamente la marca de labial en sus labios.
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17:16
Llamó a Lucas, su voz tranquila.
-Llévala a su casa.
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