Capítulo 438
Sus labios recorrieron desde su mejilla hasta su cuello, pasando de ser una tormenta a una brisa suave y cálida.
Después de haber atravesado una tormenta así, era imposible resistirse a esa dulzura pausada -Z…
La espalda de Anaís se arqueaba ligeramente con sus movimientos, como una luna nueva, tierna y elegante.
Quiso darse la vuelta, pero él le sujetó la cintura con firmeza, impidiéndole moverse.
En un abrir y cerrar de ojos, la escena cambió de la puerta al sofá, y la intensidad de su presencia era abrumadora.
Anaís sintió que algo cubría sus ojos, como si fuera una corbata o una bufanda.
La pequeña lámpara al lado del sofá se encendió de repente. La luz tenue apenas iluminaba la silueta robusta del hombre.
Se movió un poco, tratando de calmar sus emociones que él había desatado.
Su mano descendió hasta su pierna, explorando una y otra vez ese pequeño espacio.
-¿Lo haces a propósito?
Por un instante, Anaís recuperó la cordura, pero cuando él volvió, su mente se apagó de nuevo.
Ella había dicho que podía hacer lo que quisiera, y él realmente no se contuvo.
Sus labios fueron atrapados en un beso, como un pez a punto de secarse, con la mirada desenfocada.
Sus dedos juguetearon con sus labios, y sonrió de manera socarrona.
-¿De verdad no viniste a romper conmigo?
El ocasional toque violento de él la sacudía, devolviéndole apenas un poco de razón.
-No, no pensé en romper contigo.
Él bajó la cabeza y le dio un beso rápido, como si la recompensara.
-Entonces, ¿qué es lo que te gusta de mí?
Si no le gustara, no le permitiría hacer lo que quisiera.
Anaís guardó silencio, pensando detenidamente. En realidad, no sabía por qué le gustaba.
El corazón de una mujer es tan complejo y sensible, tal vez solo fue tocada por la imagen de él encogido en la oscuridad, despertando un gran sentimiento de compasión.
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O tal vez fue recordar aquellos momentos difíciles. Después de todo, había salvado su vida antes, y eso era un giro del destino. ¿Cómo podría lastimar a alguien que había salvado con sus propias manos?
Había demasiadas razones. No quería que él siguiera en esa oscuridad.
Quería tomar su mano y llevarlo a un lugar iluminado.
Anaís no era el tipo de chica obediente que la sociedad definía.
-Todo–dijo Anaís.
El hombre se quedó perplejo unos segundos, tragando saliva, tomó su mano la
y puso sobre su
pecho.
Su pecho se agitaba intensamente, ardiente, como si su corazón fuera a saltar.
-Anaís…
Era la tentación más letal y ardiente.
Las venas en su frente se hincharon momentáneamente, y la atrajo hacia él, besándola con fuerza, deseando que no pudiera decir ni una palabra más.
Anaís no sabía cuánto tiempo había estado atrapada en ese espacio oscuro.
Él era incansable, hasta que ella pronunció esas palabras: “Nunca romperé contigo“.
Solo entonces él, como si alguien hubiera presionado un interruptor en él, soltó sus labios y sujetó su lengua mientras ella seguía prometiendo.
A los ojos de Anaís, Z era tan directo que la hacía sentir vergüenza.
En asuntos entre hombres y mujeres, ella solía ser reservada, y muchas veces lo hacía solo para complacerlo.
Pero sus palabras eran cada vez más explícitas.
-Quiero morir en ti…
-¿Escuchas eso?
-Aquí está muy acogedor…
Anaís, incapaz de soportarlo más, le dio un pellizco.
-¡Z!
Su rostro estaba rojo como un tomate, incapaz de responder a esas palabras.
El hombre se rio, recostándose en su cuello, con un tono inexplicablemente satisfecho.
-Recuerda estas noches apasionadas, cada vez que caiga la noche, pensarás en mí.
Anaís estaba tan agotada que, medio dormida, murmuró un “hmm” antes de caer en un
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Capitulo 438
profundo sueño.
Cuando despertó, estaba en su propia casa.
Se sentía como si su cuerpo se hubiera desmoronado, después de haberse entregado por completo, cada hueso de su cuerpo estaba flojo, sin ganas de hacer nada.
Tomó su celular de al lado de la almohada y lo revisó, dándose cuenta de que habían pasado
dos dias.
Había pasado dos días con él.
Respiró hondo y se levantó rápidamente, pero el movimiento hizo que su cintura doliera, casi obligándola a recostarse de nuevo.
Laura e Irene le habían llamado, afuera todo estaba revuelto, todos querían saber qué había pasado.
Anaís solo respondió con unos emojis, luego revisó su conversación con Z y le envió un mensaje.
[Me duele la cintura.]
Él respondió rápidamente.
[Te hice un masaje, ¿todavía duele? Haré que un médico te revise.]
Anaís solo había enviado ese mensaje para asegurarse de que él ya no estuviera enojado, y
ahora lo sabía.
[No es necesario, voy a la oficina en un rato.]
Cada vez que lo complacía de esa manera, sentía que perdía medio corazón.
Se preguntaba cómo podía ser tan temperamental.
Durante el tiempo que habían estado juntos, realmente había tenido que calmarlo más de una
vez.
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