Capítulo 445
Ella, llena de rabia, le mordió la punta de la lengua con fuerza, haciendo que él soltara un leve “tss” y se retirara.
En ese momento, las luces del salón se encendieron, la oscuridad apenas había durado diez segundos.
༤༠ བ
Alicia le preguntó a la sirvienta que estaba a su lado:
-¿Qué pasó?
-Señora, solo hubo un problema con el circuito.
Alicia levantó la vista y vio a su hijo recostado con una mano en la cabeza, cubriéndose la boca con actitud despreocupada.
-Iván, ¿de qué te ríes?
Aunque Irene siempre mantenía la calma, escuchar a Alicia preguntarle a Iván hizo que su corazón se acelerara.
Iván alzó una ceja y, sin apartar la mano de su boca, respondió:
-Nada, solo le di un gajo de naranja a mi hermana.
Alicia dirigió su mirada hacia Irene.
Irene sabía que Iván era el tipo de persona que disfrutaba del caos. La familia Moreno lo había consentido desde pequeño, y ella misma siempre lo había mimado. Era un pequeño tirano que no le temía a nada.
Alicia tomó una naranja:
-Este fruto estaba en el árbol hasta anoche. Irene, si te gusta, puedes llevarte algunas cuando te vayas.
Irene se levantó:
-Mamá, me voy de viaje de trabajo por una semana, pero regresaré justo a tiempo para las festividades.
-¿A dónde vas? Tu trabajo es demandante y casi nunca te comunicas con nosotros. Sé que es
por esos rumores…
Irene rápidamente la interrumpió:
-No es lejos, el vuelo dura solo una hora. Me voy mañana por la mañana, pero ahora necesito descansar.
Según la tradición, en el cumpleaños de Alicia, Irene debía quedarse en la familia Moreno.
Se dirigió a la habitación en la que había crecido; todo seguía igual. A medida que crecía, se
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daba cuenta de una verdad ineludible: no importaba cuánto la quisieran los padres de la familia Moreno, si algo sucedía con Iván, ella, la hija adoptada, sería la primera en ser desplazada.
En toda la familia Moreno, nadie era más importante que Iván.
Tomó ropa del armario y se fue a bañar, mientras su mente se llenaba de recuerdos con Iván.
Era seis años mayor que Iván. Desde el día en que él nació, había sido tanto su hermana como su cuidadora, siempre atenta a él.
Después de que sus padres murieron, vivió un año con unos parientes. Durante ese tiempo, experimentó todas las dificultades posibles, aprendiendo que para permanecer en la casa de otros, debía comer lo menos posible y trabajar lo más que pudiera. Su tía la hacía lavar la ropa a mano para ahorrar electricidad, y tenía que cocinar y limpiar. Cuando llegó a la familia Moreno, pasó los primeros dos años con miedo constante.
Como una niña viviendo en casa ajena, su madurez a tan corta edad era conmovedora. Se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para ayudar al chef de la familia Moreno a preparar los alimentos. Cuando Alicia se enteró, insistió en que durmiera más y la envió a la escuela, un gesto de gratitud que Irene nunca podría pagar.
Más tarde, cuando Iván nació, una noche escuchó a una sirvienta sugerir a Alicia que la enviaran lejos. Rápidamente entendió su situación.
Tenía que cuidar y mimar a su hermanito para poder quedarse en la familia Moreno.
Mostró su bondad al máximo, temerosa de ser enviada de regreso con su tía o a un orfanato.
Hubo una vez que una sirvienta, mientras preparaba una bebida, estuvo a punto de derramar agua caliente sobre Iván. Irene vio lo que iba a suceder y rápidamente lo protegió con su cuerpo, sufriendo quemaduras en su cintura que aún le dejaban una cicatriz de unos diez centímetros.
Alicia bajó corriendo las escaleras, alarmada, y comenzó a llorar mientras sostenía al pequeño Iván, claramente conmocionada por lo que había visto.
Gracias a eso, la posición de Irene en la familia Moreno se estabilizó, pero siempre supo que Iván era la prioridad. Tenía que seguir mimando a ese hermano.
A veces envidiaba la infancia despreocupada de Iván, un señorito nacido en cuna de oro, que no entendía por qué ella debía estudiar hasta tarde cada noche.
Irene se frotó las sienes, notando que mientras más pensaba, más doloroso se volvía. Aunque al principio mimar a Iván había tenido un propósito, con el tiempo, sus sentimientos se
volvieron genuinos.
Mientras pensaba en esto, comenzó a sentirse somnolienta, hasta que oyó cómo alguien giraba el pomo de la puerta de su habitación.