Capítulo 601
La puerta de la sala estaba abierta. Médicos y enfermeras entraban y salían, mientras Clara y Mónica esperaban afuera, visiblemente alteradas. Un segundo después, cerraron la puerta para iniciar la reanimación de Ricardo.
-¡Alex! -sollozó Mónica al verlo llegar, lanzándose a sus brazos. Los doctores ya lo están atendiendo, pero tengo tanto miedo…
-Calma… —Alejandro le dio unas palmaditas en el hombro-. Esperemos a ver qué dicen.
-Pero… -Mónica hundió el rostro contra su pecho, con la voz quebrada—. ¡Tengo terror de que mi papá se vaya y no despierte…!
Alejandro alzó la mirada, topándose con Luciana. Quiso apartar a Mónica, pero su mano se quedó a medias, sin atreverse. Luciana se percató de ese gesto y, con total serenidad, desvió la vista. Ya estaba acostumbrada.
-¡Luciana! —La voz de Clara irrumpió en el corredor al reconocerla. Se lanzó hasta ella y le aferró la mano-.
–. ¿Qué tenemos que hacer para que salves a tu papá? ¿Quieres dinero? Dinos cuánto, y si está en nuestras posibilidades, te lo daremos…
El apretón de Clara le dolió a Luciana.
-Suéltame —exigió, frunciendo el ceño e intentando zafarse.
Pero Clara no la soltó.
-¡Claro, con tu posición, no necesitas dinero! -gritó desesperada. Luego, tragó saliva y decidió-: Si tienes otra exigencia, pídela. ¡Lo que sea! ¿Quieres que me disculpe contigo? ¿ Quieres que traslade la tumba de tu madre a su antiguo lugar? Podemos hacerlo.
Luciana guardó silencio, sintiendo un nudo de incredulidad. “¿Estará tan grave Ricardo?“, pensó. Si no fuera así, Clara nunca le habría dicho todo eso.
-Luciana… -Mónica, al ver que su madre no lograba convencerla, se unió también a la súplica –. Te lo ruego, por favor…
De pronto, Mónica tomó el brazo de Alejandro con desesperación.
-¿Quieres a Alex? ¡Te lo devuelvo! Por favor, salva a mi papá… ¡Te lo ruego!
-¡Mónica! -espetó él, cortando esa frase al instante-. Tranquilízate.
-¿Estás enojado? -sollozó ella con más lágrimas-. No quiero alejarme de ti, Alex, pero mi papá…
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Capitulo 601
+25 BONO!
¡Basta! La voz de Alejandro sonó con tal firmeza que dejó claro su enfado.
Luciana esbozó una mueca silenciosa, sin ganas de intervenir.
-No se pongan dramáticos. Ustedes dos son inseparables. Nadie va a entrometerse.
—Luciana… —Alejandro la miró con un brillo oscuro, molesto por ese tono de sarcasmo.
Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió y salió un doctor.
-¡Doctor! -interrumpieron Clara y Mónica al unísono-. ¿Cómo está mi esposo/papá?
-No muy bien. Por ahora logramos estabilizarlo, pero su deterioro va más rápido de lo preveíamos. Además, da la impresión de que él mismo no tiene muchas ganas de luchar. Deberían animarlo más, mantenerlo positivo y con expectativas de vida…
-Sí… entendido, doctor.
-¿Podemos pasar a verlo?
-Claro, pero con calma para no molestarlo.
que
Luciana, sin que nadie le notara, se dio la vuelta y salió de allí. Con la mente dando vueltas, no podía dejar de repetir las palabras del médico: “No tiene ánimos de seguir“.
“¿Cómo es posible?” pensó. En su recuerdo, Ricardo no era así. Aunque ella no hubiese accedido a darle parte de su hígado, estaba Alejandro, que se movía en busca de un donante. ¿ Por qué entonces perder la esperanza? ¿Será que, sin encontrar un trasplante pronto, él se resignó a la muerte?
“Estar esperando la muerte… ¿cómo se sentirá eso?“, se preguntó Luciana para sí.
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Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando Delio, el profesor de Luciana, la llamó a la oficina de coordinación.
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