Capítulo 459
Anaís agarró nuevamente su mano y continuó caminando hacia afuera.
Cuando llegó, las luces de la finca aún estaban encendidas, pero ahora todo estaba oscuro. Afortunadamente, todavía recordaba cómo salir.
Mientras caminaba hacia la puerta principal, se preguntaba por qué el misterioso dueño de la finca nunca se había mostrado.
Sin tiempo para pensar demasiado, llevó a Z al auto.
No había farolas por los alrededores, solo una luz lejana colgando bajo un alero que se balanceaba suavemente.
Colocó las flores en el asiento trasero, dio un paso atrás para cerrar la puerta del carro, pero
casi se cae.
Junto a su auto había una huella de neumático nueva que había aplastado la nieve.
Se estabilizó, abrió la puerta del conductor y vio que Z ya estaba sentado en silencio en el asiento del acompañante, con la cabeza inclinada, perdido en sus pensamientos.
Anaís condujo hasta la pequeña casa donde él vivía, iluminada solo por la lámpara junto al sofá, apenas dejando ver su mano.
Ella le aplicó ungüento en silencio, soplando suavemente en su palma.
-Esta noche no puedo quedarme contigo. Debes descansar bien solo, ¿de acuerdo?
-Mm.
Al verlo tan obediente, Anaís se sintió aún más incómoda.
Pero debía llevarle las flores a Efraín, no podía romper su promesa.
Respiró hondo, se inclinó y sujetó su rostro, besándolo con cuidado en los labios.
Sus labios estaban fríos, pero pronto, al unirse, se sintieron cálidos.
De repente, su mano se posó firmemente en su cintura, y su respiración cambió.
Si no se iba ahora, no podría irse.
Se apartó rápidamente, dándole unos besos suaves a modo de recompensa.
-Me
-Mm.
voy. Mañana te traeré algo rico para comer. ¿Cenamos juntos en Año Nuevo?
Sonrió y se levantó para irse.
De regreso al auto, miró la pequeña casa oscura bajo la noche y sintió una mezcla de emociones.
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Capitulo 459
Ya era la una de la madrugada, y conducir hasta Bahía de las Palmeras le tomaría dos horas.
Durante el trayecto, su mente estuvo dispersa. Cuando llegó a la entrada de Bahía de las Palmeras, se sentía agotada.
El guardia de seguridad, al verla, se mostró sorprendido.
-Señorita Villagra, ¿cómo es que llega recién ahora?
Anaís pensó que tendría que esperar en silencio hasta el amanecer para darle las flores a Efraín cuando pasara con su carro, pero resultó que el guardia la conocía.
-Vine a traerle flores al presidente Lobos. Lo siento, me retrasé un poco.
-Adelante, el presidente ha estado esperándola toda la noche.
¿Efraín la estaba esperando?
¿Realmente le gustaban tanto las flores?
Rápidamente se subió al pequeño carro de golf de la villa, abrazando las flores mientras se dirigía hacia adentro.
Pero a mitad de camino, alguien tambaleante chocó contra el carro.
Casi se cae hacia adelante, pero logró estabilizarse.
El guardia que conducía se asustó.
-¿Cómo es que esta mujer salió?
Anaís bajó del carro para ver cómo estaba la persona que había sido golpeada, pero de repente, la mujer se abalanzó sobre ella, agarrándole las manos firmemente.
-¡Anaís!
La persona la conocía.
Anaís estaba sorprendida, pero el cabello de la mujer estaba tan enredado que cubría la mayor parte de su rostro, y no podía reconocerla.
-¿Soy yo? ¿Me conoces?
La mujer estaba tan emocionada que no podía hablar claramente, apretando con fuerza la muñeca de Anaís.
-¡Anaís, no estás muerta! ¡No estás muerta! ¡Él me engañó! ¡Me engañó!
La muñeca de Anaís dolía por el apretón, pero podía sentir que la mujer no tenía malas intenciones.
Su corazón comenzó a latir con fuerza, como si hubiera destapado una esquina de una mentira o verdad oculta.
-Disculpa, ¿tú eres…?
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La mujer se acercó de repente.
-¡Anaís, el niño, ¿lo recuerdas? Tú…!
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