Capítulo 460
Pero antes de que pudiera terminar de hablar, varios hombres con aspecto de guardaespaldas se acercaron rápidamente y la cubrieron de inmediato.
Los guardaespaldas emanaban una frialdad amenazante mientras se paraban junto al carro, hablando con tono profesional. -Señorita Villagra, disculpe la interrupción. Esta es una pariente lejana del presidente, su estado mental no es muy bueno, y no esperábamos que se escapara esta noche.
La mujer, que antes parecía estar fuera de sí, de repente se calmó, como si temiera algo.
Anaís quería hablar más con ella, pero el guardia de seguridad condujo el carro y se la llevó.
El auto se detuvo frente a la villa central, donde las luces aún estaban encendidas.
Con una rama de flores en brazos, Anaís bajó del auto, pero instintivamente se dio la vuelta, queriendo ver dónde llevaban a la mujer.
Sin embargo, el lugar ya no mostraba rastro de la mujer; todo había sido efímero, como un sueño fugaz.
Se frotó las sienes, sintiendo cómo el dolor en su cabeza comenzaba a asomar de nuevo.
La puerta frente a ella se abrió de repente, y al pararse en el umbral, vio que el salón estaba
vacío.
Dejó las flores sobre la mesa de las bebidas y pensó en irse, pero apenas levantó el pie, vio a Efraín de pie en el segundo piso.
Con una mano en la barandilla del pasillo, Efraín le habló con voz tranquila. -¿Por qué llegaste tan tarde?
Anaís levantó la mirada hacia él, con un tono de sorpresa. -Presidente Lobos, ¿tu pierna está
mejor?
-Sí.
Efraín bajó las pestañas, su garganta se movió, como si quisiera decir algo.
Anaís siempre se sentía un poco incómoda frente a Efraín, aunque no sabía de dónde venía esa incomodidad.
Se rascó la mejilla. -Lo siento por venir tan tarde a molestarte. No había de esas flores en San Fernando del Sol, así que fui al campo a recogerlas. Me tomó más tiempo. ¿No estarías esperando por las flores?
Eran más de las tres de la mañana, y alguien tan disciplinado como él aún no se había ido a dormir.
Efraín no dijo nada, simplemente la miró.
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Capitulo 460
Anaís no sabía qué más decir. Muchas veces, el silencio de Efraín la dejaba sin palabras, sin saber si irse o quedarse.
Después de tres minutos de tensión, finalmente habló. -Ya traje las flores, así que me voy. Descansa temprano.
Apenas dio un paso cuando él preguntó. -¿La nieve afuera es mucha?
Anaís, sin pensarlo, se sacudió la cabeza, pensando que tal vez tenía nieve y él la había visto.
-Un poco. Este año la nieve en San Fernando del Sol parece ser más abundante que antes.
-Sí.
Anaís se sintió realmente incómoda. ¿Qué pretendía Efraín al hablar y luego detenerse abruptamente? La situación hacía difícil que se fuera.
Después de unos minutos más, ya no soportaba el silencio. -Entonces…
Pero antes de que pudiera terminar, él preguntó de nuevo. -¿Las flores tienen buen aroma?
Anaís buscaba desesperadamente una excusa para irse, pero al escuchar eso, levantó la mirada y se encontró con la suya.
Los ojos de Efraín seguían siendo serenos, una mano colgaba a su lado, todo él envuelto en la cálida luz amarilla, con un halo suave.
Era la primera vez que Anaís veía a Efraín de esa manera, como si estuviera sumido en recuerdos pesados.
-Sí, huelen mejor que las de invierno. Corté unas cuantas, espero que te gusten.
Desde que vio a esa mujer perturbada, Anaís se había sentido intranquila y solo quería salir de
allí.
Así que, tras responder, bajó la cabeza y se dirigió hacia la salida. Esta vez, Efraín no preguntó
nada más.
Cuando llegó a la entrada, no pudo evitar mirar atrás.
Efraín seguía allí, su sombra volviéndose cada vez más borrosa.
El dolor en la cabeza de Anaís se intensificó de golpe, así que rápidamente se fue.
De vuelta en el auto, presionó con fuerza sus sienes.
El dolor no disminuía y hasta le daban ganas de vomitar.
Con esfuerzo, llegó a casa, se aseó rápidamente y se acostó, pero aún sentía que su cabeza iba
a estallar.
Tomó un analgésico y luego dos pastillas para dormir, y se quedó quieta en la cama.
Hacía mucho que no soñaba, pero apenas se durmió, empezó a soñar otra vez.
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Une de alius lievabe uma perquarta teenzza sulle di lantan kuaga in toata minden kenne is