Capítulo 453
La atmósfera en el salón estaba tensa cuando alguien llamó a la puerta. Fausto y su guardaespaldas aparecieron en la entrada.
Anais comenzó a arrepentirse de haber dejado un pequeño espacio abierto en la puerta.
Fausto se acercó lentamente y colocó el celular de Adrián junto a ella. -Señorita Villagra, este número proviene del asistente que dejó tu padre. ¿No piensas explicarlo?
Con cualquier otra persona, probablemente habría culpado a Miguel.
Pero Anais no era de ese tipo.
Se sentia atrapada entre dos fuegos, con Efraín aún molesto y el temido Fausto presente.
Su mente trabajó rápidamente durante unos segundos antes de sonreír con calma. -Ese número de Miguel dejó de usarse hace años; se lo dio a otra persona. Presidente Moratalla, si intenta usar esto para crear problemas, podría estar pidiéndome lo imposible.
Fausto se sentó frente a ella, apoyando un codo en el respaldo de la silla. Aunque su postura parecía relajada, emanaba una arrogancia intensa.
-Tuviste un conflicto con Adrián en la fiesta, y recientemente has estado colaborando en un proyecto con ese medio hermano. Planeaste eliminarlo usando mis manos. Muy ingenioso.
Mientras hablaba, jugaba con el celular en su mano.
Anaís lo míró con más firmeza, pues todo era una simple suposición de Fausto.
No tenía pruebas concretas.
-Presidente Moratalla, en San Fernando del Sol he tenido conflictos con muchas personas. ¿Por qué no consideras que quizás alguien más intenta incriminarme?
Fausto admiraba la audacia de esta mujer. En una situación así, aún era capaz de mentir con
total descaro.
Miró a Efraín y deslizó el celular hacía él.
El celular se deslizó en línea recta sobre la mesa, deteniéndose frente a Efraín.
El mensaje era claro: si Efraín no quería hacer un escándalo, él tampoco lo haría.
Anaís vio la escena y su corazón se aceleró. Efraín aún estaba molesto.
Respiró hondo y, con discreción, tiró de la manga de Efraín bajo la mesa.
Efraín bajó la mirada hacia sus dedos pálidos.
Sin decir palabra, tampoco apartó su mano.
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Capitulo 453
Anais creía que entre Efraín y Fausto, Efraín era más accesible.
Aunque su rostro no lo mostraba, debajo de la mesa seguía tirando de su manga, claramente pidiéndole ayuda.
Fausto, sentado frente a ellos, recogió sus codos del respaldo.
Para él, Anaís solo fingia estar tranquila, mientras que su mejor amigo, aunque frío por fuera, ya esbozaba una ligera sonrisa.
Su mirada se posó en Anaís, y su tono se volvió más grave.
-Señorita Villagra, ¿ya no tienes más excusas?
Anaís, aún aferrada a la manga de Efraín, no esperaba que Fausto hablara de nuevo. Su mano tembló, y su dedo meñique rozó accidentalmente el de Efraín.
La otra mano de Efraín sostenía una bebida caliente sobre la mesa, que tembló casi imperceptiblemente, dejando caer unas gotas sobre la superficie.
Anais rápidamente tomó una servilleta, inclinándose para limpiar las gotas, y dijo en voz baja: -Presidente Lobos, presidente Moratalla, por favor, di algo por mí. Más tarde te enviaré flores a
Bahía de las Palmeras.
Terminó de hablar, se sentó rápidamente y miró a Fausto con serenidad.
Efraín acariciaba su meñique, perdido en sus pensamientos, hasta que Anaís carraspeó y él bajó la vista.
-Fausto, dejemos esto así.
Fausto miró a Anaís, luego a Efraín, se levantó lentamente y se acercó para recoger el celular.
-De acuerdo.
Anaís soltó un suspiro de alivio, dándose cuenta de que Fausto realmente respetaba a Efraín.
Cuando Fausto se fue, quedaron solos en el salón.
Anaís permaneció en silencio, siempre había pensado que Efraín la despreciaba, especialmente después del desastre con Lucía Santana.
Sin embargo, cuando realmente necesitó ayuda, él no dudó en ofrecérsela.
Mientras reflexionaba, de repente sintió que su silla era arrastrada con fuerza.
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