Capítulo 451
Anaís se sintió un poco avergonzada al ser sorprendida en su momento de distracción. Se aclaró la garganta y trató de reponerse.
-No, no estoy nerviosa -respondió tratando de sonar convincente, aunque sabía que sus palabras no eran del todo ciertas.
Efrain la miró con una mezcla de curiosidad y algo de escepticismo. Podía percibir que algo más estaba pasando en su mente.
-Parece que la situación en el otro lado del muro está bastante intensa -comentó Efraín mientras jugueteaba con su cuchillo y tenedor, tratando de restarle importancia al asunto.
Anaís asintió, aún sintiendo la tensión en el aire.
-Sí, parece que Adrián está causando un revuelo. Pero no es nuestro asunto, ¿verdad? -dijo con una sonrisa que intentaba ser despreocupada.
Efraín la observó por un momento antes de asentir lentamente.
-Tienes razón. Deberíamos concentrarnos en nuestra propia cena.
Ambos retomaron su atención a la comida frente a ellos, aunque Anaís no podía dejar de pensar en lo que estaba sucediendo en el otro lado de la pared.
Mientras tanto, en el otro salón, Fausto se mantenía impasible, observando a Adrián con una mirada que podría congelar el tiempo. Sus guardias se mantenían firmes, esperando nuevas
instrucciones.
Adrián, sintiéndose atrapada, luchaba por mantener la compostura.
-Fausto, lo único que quiero es justicia para mi novio. No debería ser tratado como un extraño en su propia familia.
Fausto soltó una pequeña risa, más un bufido que una expresión de humor.
-Justicia… -repitió con un tono que dejaba claro lo poco que valoraba esa palabra en ese contexto-. La justicia es un concepto complicado, Adrián. Y no siempre significa lo mismo para todos.
Fausto apagó su cigarro y se levantó de su asiento, acercándose a Adrián con paso lento pero
seguro.
-Voy a resolver esto, pero no de la manera que tú esperas. Te sugiero que te prepares para
afrontar las consecuencias de tus acciones.
Adrián tragó saliva, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que estaba en problemas, pero ya no había vuelta atrás.
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De regreso con Anaís y Efraín, la atmósfera había cambiado ligeramente. Aunque la
conversación había vuelto a centrarse en ellos, ambos eran conscientes de que la noche aún guardaba sorpresas.
-¿Sabes? A veces pienso que este mundo de negocios es más una jungla que una oficina -comentó Anaís, tratando de aliviar la tensión.
Efraín sonrió, asintiendo.
-Tienes toda la razón. Pero es nuestra jungla, y debemos aprender a navegar en ella.
Anaís sonrió, sintiéndose un poco más relajada. La noche aún era joven, y aunque las sorpresas no se habían acabado, al menos tenía a Efraín a su lado, listo para enfrentar lo que viniera.
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