Capítulo 602
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-Profe lo saludó ella, suponiendo que se trataba de alguna tarea pendiente.
-Toma asiento indicó Delio, mientras la observaba detenidamente—. ¿No estabas en reposo? ¿Por qué regresaste al trabajo tan pronto?
-Ya me siento bien -respondió Luciana con una sonrisa despreocupada-. Solo fue un resfriado ligero.
-Ajá… —Delio guardó silencio unos segundos, como si buscara las palabras adecuadas—. Estás en la última etapa del embarazo. Quizá sea mejor que te tomes una pausa del trabajo y pidas la licencia. Cuando nazca tu bebé, ya veremos.
-¿Cómo? -Luciana se quedó perpleja. Delio siempre la había apoyado para seguir con su labor médica. Además, veía normal que las doctoras trabajaran hasta poco antes del parto—. Profe, de verdad no creo que haga falta…
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-Sí hace falta insistió Delio con firmeza-. Tu vientre ya está bastante grande. Es mejor que vuelvas a casa y descanses.
A Luciana le pareció raro.
-¿Está pasando algo que yo ignore, profesor?
Delio vaciló un instante y finalmente se sinceró:
-Recibimos una orden directa del departamento médico: tienes que tomarte la licencia. Dicen que viene respaldada por la oficina administrativa del hospital.
-¿Qué? Luciana abrió los ojos con sorpresa—. ¿De verdad pasó algo tan grave?
—No, al parecer no hay ningún problema. Pero eso es lo que comentó la oficina. Tal vez el señor Guzmán lo solicitó con buenas intenciones…
A Luciana no le sorprendía que solo Alejandro tuviera el poder para lograr algo así.
-¿“Buenas intenciones“? -repitió con un deje de sarcasmo-. Profe, mejor no se preocupe. Yo voy a hablar con él. No quiero que usted se meta en problemas.
-Está bien… Pero, Luciana, por favor, háblenlo con calma -pidió Delio con un suspiro.
Al salir de la oficina, Luciana marcó enseguida el número de Alejandro.
-¿Bueno?-contestó él casi de inmediato.
-Señor Guzmán, ¿fuiste tú quien ordenó que suspendieran mi trabajo?
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Capítulo 602
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-Sí -admitió él sin rodeos. No parecía sorprendido por su pregunta.
-¿Tú…? -Luciana contuvo el aliento-. A ver, señor Guzmán, si tú y tu novia van a ser muy felices y estamos a punto de divorciarnos, ¿qué es lo que aún te preocupa? ¿Acaso basta con que ella diga “te lo devuelvo” y tú decides dejarme sin empleo?
Su enojo se notaba en la voz. “Mónica te fastidió y la pagas conmigo, ¿no?“, pensó con rabia.
-¿Cómo crees que…? -Alejandro sintió su desesperación, pero no lo interrumpió.
-Señor Guzmán, ¿te parece que soy la culpable? -protestó Luciana, conteniendo lágrimas de indignación. ¡No hice nada!
“Debe ser que Mónica lo puso de mal humor–concluyó- y él descarga todo conmigo. ¡¿Por qué?!”
Alejandro notó su respiración agitada a través del teléfono y arrugó el ceño, sin entender la mitad de sus acusaciones.
-¿En serio piensas que suspendí tu trabajo para desquitarme por algo de Mónica?
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-¿Qué otra razón habría? -soltó ella con ironía-. ¿No es muy pequeño tu margen de acción para un pez gordo como tú, presidente de Grupo Guzmán? de pronto, se le cruzó un pensamiento que la estremeció-. O… ¿es que me estás presionando porque no quise donar el hígado a Ricardo? ¿Quieres obligarme así?
Se quedó en silencio un segundo, con el corazón encogido. “Tiene sentido“, pensó. “Puede que mate dos pájaros de un tiro: descargar su enojo y obligarme a ceder“.
