Capítulo 605
-Uff… —al colocarla, Vicente tambaleó un poco-. Me está entrando el sueño a mí también. Debe ser el efecto del alcohol, mejor me acuesto un rato.
Luciana levantó la ceja al verlo recostarse al lado de Martina, como si nada. “¿Y qué pasó con la distancia o la ‘prudencia‘?“, pensó divertida.
-Vicente… lo llamó con intención de molestarlo un poco.
—Ajá…
-Hace rato que no te oigo hablar de novias. ¿Es que terminaste la última y ahora nada?
-Pfff… -soltó Vicente, negando con la cabeza-. Desde aquella vez que corté, no he buscado a nadie más.
-¿Por qué no retomas el tema de salir con alguien? -insistió Luciana.
Él se encogió de hombros con cierto aire de cansancio.
—No me interesa… Siento que en cuanto trato de profundizar en una relación, me aburro o no me llena. Creo que no me he topado con alguien que de verdad me mueva el piso.
-Hmm… -murmuró Luciana.
En ese momento, Martina dejó escapar un leve gemido. Se había acurrucado con las piernas flexionadas, como si tuviera frío.
-¿Tienes frío? -preguntó Vicente al instante, frunciendo el ceño. Se levantó a buscar unas frazadas, volvió y cubrió a Pedro con una, y a Martina con otra, con toda la delicadeza. “ Aunque la calefacción esté encendida, uno puede sentir frío al dormir“, dijo para sí.
Luciana contempló la escena, y retomó la conversación en voz baja:
-Entonces, de todas las chicas que has tenido, ¿no hay alguna que realmente te guste?
Vicente se quedó callado un segundo y luego negó despacio.
-No lo sé. Todas eran muy buena onda, pero… no me imagino caminando junto a ellas toda la
vida.
Mientras hablaba, su mirada seguía fija en Martina. Notó que tenía el cabello recogido en una coleta, y con sumo cuidado desató el elástico para que no le molestara en la nuca. El pelo de ella se desparramó sobre la almohada.
-¿Y eso qué haces? -bromeó Luciana.
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Capítulo 605
-Ah… -Vicente sonrió casi con timidez-. Temía que, al moverse dormida, la coleta le incomodara.
Tras decirlo, volvió a tumbarse al lado de Martina, se cubrió con la otra frazada y cerró los ojos.
-Dame un momento… me siento mareado.
Luciana se contuvo para no soltar una carcajada. “Mira que él no quería que Martina se recostara cerca de Pedro, pero él sí se acomoda junto a ella como si nada“, pensó divertida. “¿ Será que ni él mismo entiende lo que en verdad siente?”
***
El sol ya estaba alto. Dos autos -un Bentley Mulsanne y una Cayenne- se detuvieron uno tras otro frente a la casa en la zona residencial. Salvador fue el primero en bajar, con las manos en los bolsillos y una mirada que captaba enseguida el rostro cansado de su hermano de toda la vida, que no había pegado ojo en toda la noche.
-Vaya, llegaste temprano -comentó, ladeando la cabeza-. ¿Quieres que entre contigo?
Alejandro le lanzó una mirada impaciente y avanzó directamente hacia la puerta.
-¡Oye! -Salvador lo sujetó del brazo-. ¡Es por tu bien! Vicente está adentro.
—¿Y eso qué? —replicó Alejandro sin entender.
Salvador chasqueó la lengua y bajó un poco la voz:
–
-Sabes
que él y Luciana se conocen desde niños. Y ahora que ella está dolida, no suena descabellado que, con el “chico de la infancia” ahí, todo pueda pasar. ¿Quién sabe si, si…? Por si acaso, imagina que los encuentras abrazados.
-¡Salvador! -gruñó Alejandro, apretando los puños-. ¿Quieres que te golpee?
-Bueno, bueno, olvídalo -Salvador soltó a su amigo y levantó las manos en señal de rendición-. Entra si quieres.
Sin embargo, Alejandro se quedó donde estaba, sin mover un pie. Tenía que admitir cierto modo, Salvador tenía razón.
que, en
-Sergio lo llamó.
–
-Aquí estoy, Alex.
Él frunció el ceño y le hizo un gesto con la mano.
-Entra a ver primero.
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-Deanted
Accefer no era dificil En Lion Bay, tanto la familia Guzmán como la familia Morán tenían anciones, y obtener llaves de repuesto no representaba problema alguno. Sergio, junto con Juan y Sitténu se arentó con la llave en mano y abrió la puerta para revisar. A los
pocos
-Alex–exdlamaron los tres al unisone, con cara de incredulided total.