Capítulo 603
Un escalofrío le recorrió el cuerpo; sentía la sangre helada en las venas.
-Alejandro, ¿en serio harías esto por Mónica? ¿La vida de Ricardo te importa más que la mía y la de tu hijo? -sus ojos se llenaron de lágrimas. Se le quebró la voz-. Me prometiste que no me forzarías nunca más… 5
Recordó aquella vez que él juró no presionarla para quedarse a su lado. Y, sin embargo, aquí estaba una nueva muestra de poder en su contra.
-Luciana -dijo Alejandro, percibiendo su respiración temblorosa-. ¿Estás… temblando? ¿ Tienes frío, o te sientes mal?
Pero ella parecía no querer escucharlo, pues ya tenía su propia interpretación de las cosas. Dejó escapar una risa tenue y cargada de ironía.
-El señor Alejandro Guzmán de Muonio, el gran heredero de una familia poderosa, haciendo lo que se le antoja.
—Luciana, no es… intentó explicarse.
—¿No es qué? —replicó ella, alzando la voz. A ver, dime por qué me presionas de esta forma.
Alejandro guardó silencio. No sabía cómo contestarle. Según las indicaciones de la doctora Alondra, si Luciana dejaba de trabajar y se centraba en reposar, habría una pequeña esperanza. ¿Pero cómo explicárselo? Temía que, si le contaba la verdad, ella se derrumbaría en ese mismo instante. Ese bebé ya estaba muy avanzado en su vientre… era cruel sugerirle algo así. 2
-¡Ja! -exclamó Luciana con un suspiro amargo, sintiendo un dolor punzante en el pecho-. Fui una tonta por llamarte. Pensé que, si te rogaba, te calmarías…
Pero no. Lo que él quería era su hígado.
-Soy… de veras, ¡qué estúpida soy! -concluyó con un tono de autodesprecio.
-¡Luciana! —Al otro lado del teléfono, Alejandro quiso detenerla, pero ella cortó la llamada. Él la llamó varias veces más, pero ella ya no respondía. Terminó apagando el teléfono.
Alejandro se quedó mirando por la ventana con el ceño fruncido, presionándose ligeramente los párpados. Afuera, el sol lucía brillante, pero la nieve seguía en el suelo, reflejando un frío intenso. Igual que la situación entre él y Luciana… ¿cuándo se derretiría ese hielo? 3
***
Más tarde, cuando Alejandro se disponía a ir al departamento de Luciana para buscarla, recibió una llamada de Estancia Bosque del Verano. Era el médico tratante de Pedro:
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-Señor Guzmán, disculpe. ¿Está la señora Guzmán con usted?
Alejandro arrugó el ceño. ¿Por qué buscaban a Luciana a través de él?
-Es que la señora Guzmán vino hoy y sacó a Pedro a dar un paseo. Sin embargo, ya es bastante tarde y no han regresado. Hemos tratado de llamarla, pero su teléfono no contesta, y el smartwatch de Pedro también está apagado. Nos preocupa su seguridad. Queríamos confirmar si sabe algo de ellos.
La mirada de Alejandro se oscureció al instante:
-Entiendo.
Colgó y se dio la vuelta para llamar a sus hombres de confianza:
-¡Sergio! ¡Juan, Simón!
-¿Qué pasa, Alejandro?
-Luciana se llevó a Pedro y no aparece. Avísenle a Salvador. ¡Tenemos que localizarlos!
-Sí–respondieron de inmediato.
Con el ceño fruncido, Alejandro esbozó una sonrisa amarga. Era evidente que Luciana creía que él intentaba forzarlos a algo como que donaran su hígado — y había actuado impulsivamente. Sintió una punzada en el estómago. 1
***
–
La zona residencial Lion Bay
Vicente tiene aquí una casa independiente, a la que acude muy de vez en cuando. A veces para reunirse con amigos o, simplemente, cuando busca un poco de tranquilidad. Aunque no va con frecuencia, ha contratado personal de limpieza por horas, así que la casa siempre está impecable.
Luciana, buscando un lugar para esconderse de Alejandro, apareció con Pedro y, además, trajo a Martina. El ambiente se tornó de inmediato mucho más animado.
-Vicente, de verdad siento molestarte -se disculpó Luciana. No había avisado con antelación, y aunque fueran muy amigos, no dejaba de ser una visita inesperada.
-¿Molestarlo? ¿Por qué habrías de hacerlo? -Martina, que se acercó a grandes zancadas, se subió las mangas de la chaqueta—. ¿No somos prácticamente hermanos de distintos padres y madres?
-Sí, es cierto -respondió Luciana, dedicándole una sonrisa.
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Vicente, por su parte, miró a Martina y comentó:
-Marti, ¿has perdido peso? ¿No estás comiendo bien?
-¿Eh? ¿En serio?
-Sí–insistió él, alzando la mano para tocarle la mejilla con suavidad—. Mira, si hasta la cara
se ve más delgada…