Capítulo 446
El hombre mostraba cansancio en sus ojos mientras negaba suavemente con la cabeza.
-Sube a descansar un rato -sugirió Dafne.
–
-Está bien respondió Agustín con suavidad.
A lo lejos, las voces se escuchaban cada vez más fuertes. Dafne miró hacia esa dirección y vio que el equipo de rescate había llegado.
Andrea también se despertó por el ruido y bajó las escaleras mientras se frotaba los ojos.
-¿Qué es ese ruido? -preguntó.
Dafne volteó hacia ella y respondió:
-Es el equipo de rescate que ha llegado.
Andrea se acercó y vio al hombre parado frente a Dafne. De repente, se detuvo en seco.
-¿Quién es él?
-Él es… -Dafne hizo una pausa antes de continuar-. Es el señor que llamó anoche, su apellido es Junco.
-Ah, ya entiendo, es ese señor -comentó Andrea con un tono insinuante, mirando a Dafne con una chispa de curiosidad.
En ese momento, Gustavo, el asistente que había ido a darles un poco de privacidad, regresó y
saludó a Dafne:
-Srta. Rosales, buenos días.
Dafne le sonrió:
-Buenos días, Gustavo, gracias por tu esfuerzo.
Luego, presentó a Andrea:
-Este es Gustavo, amigo del Sr. Junco.
Andrea los saludó:
-Hola a ambos, no se queden ahí parados, pasen a la casa y tomen asiento.
-Andrea, ellos han estado viajando toda la noche sin dormir. ¿Podrías permitirles descansar un rato en el piso de arriba?
-Claro, no hay problema. Hay una habitación libre arriba. Tiene una cama, la voy a ordenar un poco, esperen solo unos minutos.
-Gracias.
-No hay de qué.
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Capitulo 446
-Srta. Rosales, esto es para usted, un nuevo celular -dijo Gustavo, entregándole una caja de teléfono.
Dafne miró a Agustín, pero él no dijo nada.
Gustavo intervino en el momento adecuado:
-Esto lo compró el Sr. Junco cuando llegamos al centro de Aguamar.
Por poco, casi se equivoca al hablar.
La Srta. Rosales no había mencionado que él era el asistente del director general, probablemente para que sus amigos no sintieran presión por su verdadera identidad. Afortunadamente, corrigió a tiempo.
Dafne tomó el celular:
-Gracias.
Habían llegado a Aguamar a las tres y media de la madrugada, cuando todas las tiendas de celulares ya estaban cerradas. Sin embargo, para Agustín conseguir un celular era fácil; solo bastaba una llamada para que alguien lo trajera.
La tarde anterior, él había llamado para saber que el celular de Dafne se había dañado por el agua. Al llegar a Aguamar, a pesar de no haber dormido, recordó comprarle uno nuevo.
Dafne sintió un cálido agradecimiento inundar su corazón, sus ojos se humedecieron.
Ella miró a Agustín.
-Aún no han comido nada, voy a prepararles un poco de sopa, coman antes de dormir.
Agustín la miró con ternura y respondió suavemente:
-Está bien.
Andrea intervino rápidamente:
-Dafne, no te molestes, déjame hacerlo a mí.
Dafne sonrió mientras miraba a Andrea, sus ojos brillaban con complicidad.
-Mejor lo hago yo.
Andrea entendió al instante la mirada de Dafne y sonrió con picardía, como diciendo “lo
entiendo todo“.
-De acuerdo, tú cocinas, yo te ayudo con el fuego. De seguro no sabes cómo usar la estufa de leña.
-Está bien.
Dafne preparó dos platos de sopa de tomate con huevo y los sirvió en la mesa.
-Vengan a comer.
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Capitulo 445
Gustavo miró a Agustín con cautela.
¿Podría él realmente comer la sopa preparada por la esposa del jefe? ¿Comerla no le costaría el trabajo?
Gustavo pensó: “Estoy conmovido, pero no me atrevo“.
Agustín lo miró de reojo, como si supiera lo que Gustavo pensaba.
-Come.
Con la aprobación de Agustín, Gustavo se animó a sentarse y, tomando los cubiertos, le sonrió
a Dafne:
-Muchas gracias, Srta. Rosales.
Agustín se sentó, tomó los cubiertos y se los ofreció a Dafne.
-Dafi, no has desayunado, tú come primero.
Andrea se quedó de pie a un lado, con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
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