Capítulo 464
Por otro lado, Anaís no había resultado herida, pero Raúl, que estaba junto a ella, aún seguía asustado.
-Anaís, voy a buscarte ropa. Ve a bañarte para quitarte el olor a gasolina.
Anaís asintió y se dirigió hacia la casa.
Al llegar al salón, se cruzó con la mirada de Lucía.
Lucía levantó una ceja con arrogancia y soltó un frío “hum” mientras desviaba la cabeza.
-Te lo mereces. Parece que has hecho muchos enemigos; todos quieren verte muerta.
Justo en ese momento, Raúl entró y escuchó lo que había dicho.
Con los labios apretados, su tono se volvió sombrío.
-Lucía.
Lucía sabía que Raúl estaba muy pendiente de Anaís en ese momento. Se encogió de hombros. -Está bien, solo estaba bromeando. ¿No es que también me preocupo por mi hermana? Anda, ve a bañarte. Dejaré que use mi ropa, ¿de acuerdo?
Raúl se giró y llamó a Miguel para que trajera un conjunto de ropa para Anaís.
Al colgar, su tono no mejoró.
Anaís ya había subido las escaleras, dejando solo a Raúl y Lucía en el salón.
-No hace falta tu ropa. Me temo que Anaís la rechazará. No le caes bien, así que mejor no hables frente a ella, y mucho menos digas esas cosas.
El rostro de Lucía se tornó pálido de rabia, sintiéndose humillada.
En las últimas semanas, se había acostumbrado a ser la señora de la casa, y todos la trataban con deferencia. Pero las palabras de Raúl le recordaban que, en el fondo, quizás seguía siendo aquella chica del bar, y que aunque se casara con Raúl, en su corazón, Anaís siempre sería lo más importante.
Por eso, Anaís debía desaparecer.
Una chispa de odio pasó por los ojos de Lucía mientras acariciaba su vientre en silencio.
En el piso de arriba, Anaís terminó de bañarse y salió envuelta solo en una toalla.
Estaba agotada desde antes, y el incidente la había dejado aún más cansada.
Raúl estaba parado afuera de la habitación y llamó a la puerta.
-Anaís, voy a abrir un poco la puerta y dejarte la ropa.
00:17
Capitulo 464
Anaís estaba a punto de responder cuando de repente sintió un dolor intenso en el abdomen, que la hizo palidecer.
Raúl, al no escuchar respuesta, golpeó la puerta nuevamente.
-¿Anaís?
Anaís se metió bajo las sábanas, instintivamente acurrucándose.
-Raúl…
Su voz se volvió débil en un instante, y todo su cuerpo sudaba frío.
Raúl abrió la puerta de golpe.
-¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?
Anaís, con los ojos cerrados, respondió.
-Es mi periodo.
Sus labios se tornaron pálidos al instante, y el dolor en su abdomen se extendió, haciéndola sentir que podría desmayarse.
Raúl rápidamente buscó en los cajones algún analgésico.
Lucía, al verlo tan preocupado, se mostró intrigada.
-¿Qué pasó? ¿Tu hermana está herida?
-Sí, su periodo siempre es muy doloroso.
Lucía bufó
-¿Cómo es que sabes hasta eso?
-Es mi hermana, ¿cómo no lo sabría? Antes siempre teníamos analgésicos en casa.
Mientras buscaba, sus manos temblaban ligeramente. Finalmente encontró el medicamento y se dispuso a subir las escaleras.
En ese momento, Lucía decidió ser obstinada, pensando que Anaís estaba fingiendo, pues seguro lo hacía para hacer notar que Raúl siempre la preferiría a ella, su hermana.
2/2