Capítulo 460
Al día siguiente, Dafne se levantó muy temprano. Después de desayunar en el hotel, se preparó para ir al lago en las afueras.
En el estacionamiento, Agustín miró a Eva, que estaba a su lado con una expresión impasible. -Regresa, no pasará nada malo conmigo aquí.
Eva mantuvo su expresión neutral. -Solo sigo las órdenes del jefe.
Agustín suspiró. Era difícil disfrutar de un viaje con Dafne cuando alguien insistía en acompañarlos como una tercera rueda no deseada. Eva era competente y leal al jefe, pero su falta de flexibilidad y baja inteligencia emocional a menudo frustraban a Agustín.
Dafne, observando a Eva, pensó en lo monótono que debía ser para ella seguirla y protegerla todos los días, sin descanso. Esta vez, decidió que Eva también merecía relajarse un poco. Además, en caso de cualquier emergencia en el campo, contar con más personas podría ser útil.
En cuanto a Agustín, Dafne sabía lo que pasaba por su mente: quería tiempo a solas con ella. Pero eso era fácil de manejar. Una vez en el lugar, Eva podía mantenerse a cierta distancia.
-Eva, ven con nosotros —dijo Dafne.
-Está bien.
No tuvieron que preocuparse por el transporte. Con una llamada de Agustín, un automóvil llegó para recogerlos. El vehículo salió de la ciudad y, tras unos veinte minutos, llegaron al lago.
En teoría, a esa hora, el lago debería estar lleno de turistas tomándose fotos. Sin embargo, quizás debido a que alguien importante había avisado de su llegada, el lugar estaba tranquilo y solitario.
El auto se detuvo, y el conductor permaneció dentro mientras Dafne, Agustín y Eva bajaban.
El paisaje era asombroso.
Dafne quedó maravillada. El cielo era de un azul profundo, sin una nube que lo perturbara. Las nubes blancas flotaban tranquilamente, como toques despreocupados de la naturaleza en el vasto azul.
El lago reflejaba el azul del cielo, y el sol danzaba en su superficie como diamantes esparcidos por ángeles, creando una escena de ensueño. El lago azul, como una joya, estaba incrustado en la vasta pradera verde, ofreciendo una vista serena y misteriosa que llenaba el corazón de paz. Las flores silvestres bordeaban el lago, amarillas, moradas, blancas, floreciendo en una explosión de color y fragancia, atrayendo mariposas danzantes y abejas ocupadas en su labor, llenando el aire de vida.
Agustín vino preparado. Sacó su cámara y capturó la impresionante belleza del lugar. Después
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de tomar unas cuantas fotos del paisaje, se volvió hacia Dafne.
-Dafi, párate allí para que te tome unas fotos.
Dafne, vestida con un vestido a cuadros en azul claro y blanco, adornado con un lazo grande en el pecho y pequeñas margaritas bordadas, se veía como una visión celestial en el borde del lago. El vestido, que Agustín le había comprado la noche anterior en el centro comercial, complementaba el entorno natural.
Con la brisa jugando con los pliegues de su vestido, Dafne posó para las fotos, mientras Agustín capturaba cada ángulo con paciencia. Su piel clara y rasgos delicados la hacían resplandecer.
Agustín, con experiencia en fotografía, tomó múltiples tomas desde diferentes ángulos, logrando capturar la esencia de Dafne en cada foto.
Después, pidió a Eva que les tomara una foto juntos. Era raro que tuvieran una foto juntos, la última vez había sido en un viaje a la Villa de los Ecos cuando aún eran una pareja enamorada. Ahora, aunque no habían vuelto oficialmente, Agustín fue cuidadoso al posar, mirándola con ternura mientras ella miraba a la cámara.
Una vez las fotos fueron tomadas, Eva, siguiendo la señal silenciosa de Agustín, se alejó para darles privacidad.
Mientras caminaban juntos por el paisaje idílico, el sonido ocasional de vacas y ovejas, aves en el cielo y el aroma de las flores creaban un ambiente perfecto.
Sin darse cuenta, la distancia entre ellos se redujo, y el aire se llenó de una dulce tensión. De repente, Dafne tropezó con una piedra y Agustín la atrapó, tirando de ella hacia sus brazos.
Rodeada por su esencia masculina y el aroma amaderado de su colonia, Dafne quedó atrapada en el momento. Sus ojos se encontraron, y el tiempo pareció detenerse.
El corazón de Dafne latía con fuerza, y el mundo desapareció, dejando solo el sonido de su corazón acelerado.
Impulsado por el ambiente, Agustín se inclinó lentamente hacia ella. Sus respiraciones se aceleraron. Dafne cerró los ojos, un claro indicio de que aceptaba el beso.
Con el corazón latiendo desbocado, Agustín se acercó, sus labios rozando los de Dafne, suaves como una nube.
Todo ocurrió de manera natural. Aunque habían pasado por dolorosos momentos tras su ruptura, siempre se habían amado. Ni Agustín ni Dafne habían cambiado su sentir.
A pesar de las dificultades, Dafne anhelaba su cercanía, incapaz de resistir su presencia.
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