Capítulo 461
En la vasta pradera, ella y Agustín se perdieron en un beso que duró mucho tiempo.
Había pasado tanto tiempo desde que habían estado tan cerca, que en su convivencia diaria ambos se esforzaban por reprimir sus sentimientos.
Tantos días de contención hicieron que la añoranza y el deseo se intensificaran, y una vez que rompieron esas cadenas, no pudieron detenerse.
Después de separarse, los labios de ella estaban un poco hinchados.
Tras el beso, ambos respiraban de manera entrecortada y pesada.
Durante el resto del día, Dafne se sentía un poco perdida, como si todo fuera irreal.
Cuando regresaron al hotel por la noche, Dafne seguía estando en un estado de ensueño.
En el jardín exterior del hotel…
Ambos se sentaron en una larga banca de madera.
Agustín abrazó suavemente a Dafne y con un tono ronco preguntó: -Dafi, ¿podemos reconciliarnos, sí?
La brisa nocturna llevaba consigo el calor residual del verano, y la luz de las farolas era tenue y
escasa.
Los ojos oscuros de Agustín eran profundos, y su tono estaba lleno de cautela, mezclado con un poco de nerviosismo y expectativa, incluso conteniendo la respiración.
Dafne, recostada en los brazos de Agustín, respondió suavemente con un “sí“.
Finalmente, el corazón que había estado en vilo podía descansar.
El corazón de Agustín, que antes latía como un tambor de guerra, finalmente se estabilizó.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Agustín mientras extendía la mano para mostrar un caramelo.
Con la cabeza apoyada en el hombro de Agustín, Dafne miró el caramelo en su palma y preguntó: -¿Por qué todavía llevas caramelos contigo?
Agustín, de buen humor, respondió con una sonrisa en su voz: -La hija del dueño del hotel me lo dio hace un rato en el vestíbulo, es para ti.
Dafne tomó el caramelo y lo observó: -Es de sabor a durazno, mi favorito.
Desenvolvió el caramelo y lo puso en su boca.
El sabor dulce se extendió en su boca.
Juntos, disfrutaban de la brisa nocturna, en un momento de comodidad y tranquilidad.
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El tiempo parecía detenerse.
-¿Está dulce? -preguntó de repente Agustín.
Con el caramelo aún en su boca, Dafne respondió lentamente: -Sí, es muy dulce.
La voz de Agustín, profunda y seductora, resonó aún más en la noche: -¿Sí? ¿Más dulce que tú?
La noche era tan tranquila que se podía escuchar claramente el sonido del viento.
Dafne pensó que quizás la brisa cálida del verano había hecho que su rostro se sintiera un poco caliente.
Justo cuando Dafne intentaba cambiar de tema, Agustín volvió a hablar: -¿Besarnos?
-¿Por qué mencionas eso de repente? -preguntó Dafne, un poco sorprendida.
Con un tono despreocupado, Agustín dijo: -Quiero saber qué tan dulce es ese caramelo.
Era demasiado encantador.
El aire incluso parecía caldearse, y Dafne, con un tono de ligera queja, murmuró: -Ya nos besamos durante tanto tiempo durante el día.
-No fue suficiente -dijo Agustín, girando la cabeza y levantando el mentón de Dafne, sus ojos oscuros solo tenían espacio para ella-. ¿Puedo, Dafi?
Dafne respondió con un suave “sí“, casi imperceptible.
Pero Agustín la escuchó.
Una sonrisa se dibujó en sus labios, y sus ojos brillaban con ternura.
En el siguiente instante, el rostro de Agustín se acercó repentinamente, y sus labios cálidos rozaron los de Dafne, apartando ligeramente la nariz.
Los nervios de Dafne se tensaron de inmediato, y al ver su rostro tan cerca, olvidó cerrar los ojos.
Esta vez, fue Agustín quien cerró los ojos primero.
La cálida y suave sensación cayó sobre los labios de Dafne, besándola con un toque ligero, como si una pluma la rozara suavemente.
La respiración de Dafne se volvió más ligera sin que ella lo notara.
Al principio, Agustín la besó con delicadeza, pero justo cuando Dafne pensaba que sería un beso superficial, Agustín profundizó el beso, separando sus labios.
El sabor del caramelo de durazno se extendió por toda su boca.
El corazón de Dafne comenzó a latir más rápido, y pronto se quedó sin aliento.
Agustín sostenía suavemente el mentón de Dafne, manteniéndola cerca para que no se alejara.
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Con el pulgar, acariciaba suavemente su mandíbula.
Él besaba con habilidad, y Dafne no tenía fuerzas para resistirse, ni tampoco quería hacerlo.
No se supo cuánto tiempo pasó…
Finalmente, el beso terminó.
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