Capítulo 462
Dafne se sonrojó intensamente, sintiendo cómo la sangre bullía bajo su piel, como si estuviera a punto de salir por sus poros. Estaba completamente envuelta en una ola de calor emocional.
Agustín abrió los ojos y soltó a Dafne.
Ella aún recuperaba el aliento, su mirada perdida se encontró con los ojos de Agustín, unos ojos oscuros y profundos que parecían absorberla.
La voz de Agustín, baja y con un toque de satisfacción, resonó: -Hmm, ciertamente eres dulce, pero tú eres más dulce que el azúcar.
El rostro de Dafne se tornó aún más rojo.
Esa noche, después de ducharse, Dafne se acostó en la cama, su mente agitada, incapaz de
dormir.
Los eventos del día pasaban por su mente como una serie de diapositivas.
En un solo día, se habían besado dos veces.
Era realmente de ensueño.
Habían pasado seis meses desde su ruptura.
Mucho había sucedido en ese tiempo.
Dafne siempre había sentido los sentimientos de Agustín hacia ella.
Sin embargo, había estado reprimiendo sus propios sentimientos.
Quizás porque en Terranova nadie la conocía y no había presión de su padre. El paisaje era tan hermoso, con un poder sanador que le permitió dejar atrás las heridas del pasado.
De repente, ya no quiso reprimir sus emociones.
El dique en su corazón se abrió, y las emociones reprimidas se desbordaron como un torrente, imposible de detener.
Abrazos, besos, la suave brisa nocturna, el cálido tacto, los latidos descontrolados.
Todo, absolutamente todo, la dejaba queriendo más.
Aunque ella y Agustín estaban juntos de nuevo, Dafne no sabía cómo hablar con su padre.
En su familia, los tres, ella, Baltasar y Jana, habían sido afectados por la familia Junco, casi perdiendo la vida a manos de Tristán. Ahora, Baltasar se oponía firmemente a su relación con Agustín.
Pensando en esto, la euforia de Dafne desapareció, y una sensación de pesadez la invadió.
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Reconciliarse era algo que no podía contarle a su padre por ahora.
Por otro lado, Agustín se sentía como si estuviera sumergido en un tarro de miel.
El sabor dulce de la golosina aún perduraba en su boca, endulzando su corazón.
Después de bañarse, Agustín no pudo resistir y le hizo una videollamada a Dafne.
Dafne respondió al video.
Ya se había bañado, vestía un camisón de seda blanco y estaba recostada de lado en la cama. -¿Por qué me llamas en video?
Agustín, sentado en el sofá de la habitación del hotel, con el cabello aún mojado y goteando, le respondió:
-Te extraño, quería platicar contigo, escuchar tu voz.
Dafne sonrió. -¿No nos acabamos de ver?
-Ya ha pasado casi una hora.
Solo una hora, ¿desde cuándo se había vuelto tan pegajoso?
Sus habitaciones estaban una encima de la otra, Agustín en una suite ejecutiva y Dafne compartiendo una habitación doble con Eva.
Aunque ya se habían sincerado sobre sus sentimientos y reconciliado, aún no era el momento de dormir juntos.
Dafne necesitaba tiempo para asimilarlo; no quería apresurarse.
Agustín respetó eso y regresó a su propia habitación.
-Duerme bien, nos vemos mañana -le dijo Dafne suavemente.
-De acuerdo. -Agustín le dedicó una mirada tierna-. Buenas noches, Dafi.
-Buenas noches.
Durante los siguientes tres días, Dafne y Agustín exploraron los famosos paisajes naturales de Terranova.
Subieron montañas nevadas, abrazándose en la cima de un pico de más de cuatro mil metros mientras veían la puesta de sol.
Cabalgaban juntos, galopando libremente por las vastas praderas.
En julio, corrían y reían en un mar de flores.
Se besaron apasionadamente bajo la luz de la luna.
En el pueblo, vestidos con trajes típicos, se tomaron de la mano y bailaron alrededor de la
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fogata.
Esos días con Agustín en Terranova fueron los más libres y felices que Dafne había tenido en mucho tiempo.
Al regresar a Silvania, Dafne volvió a enfocarse en su trabajo.
Agustín visitaba con más frecuencia el despacho donde trabajaba Dafne.
En una ocasión, Luna fue a buscar a Dafne al despacho y se encontró con Agustín en el estacionamiento del edificio.
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