Capítulo 483
Anaís guardó silencio, recordando cómo la última vez pidió a un amigo de Z que le ayudara a deshacerse de un cadáver. Sin embargo, Adrián no era alguien que pudiera desaparecer sin más.
Aunque no era bien recibida en la familia Córdoba, había estado en muchos eventos frente a
todos ellos.
Si ella desaparecía, la familia Córdoba no tardaría en investigarlo.
Anaís se sintió atrapada, como si estuviera enredada en una gran telaraña impulsada por fuerzas invisibles.
Sergio, con un tono cauteloso, dijo -Anaís, de verdad que no fui yo.
Anaís iba a tranquilizarlo cuando de repente el sonido de sirenas policiales resonó a su
alrededor.
Varias patrullas se detuvieron cerca, y en un abrir y cerrar de ojos, las esposas de acero plateado rodearon sus muñecas.
Todo el proceso no tomó más de cinco minutos. Intentó decirle algo a Sergio, pero la policía, firme en su proceder, se la llevó.
Sergio se quedó ahí, viendo cómo también se llevaban el cadáver, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
Recuperado del impacto, se dirigió rápidamente hacia una pequeña villa cercana, golpeando con fuerza la puerta.
-¡Sal de ahí!
-¡Sal ya!
El silencio reinaba adentro, y justo cuando estaba por perder los estribos, sintió un disparo en el hombro.
Soltó una maldición, dejándose caer en los escalones mientras escuchaba cómo la puerta detrás de él se abría lentamente.
Sergio, furioso, intentó levantarse, pero una voz lo detuvo: -¿Qué podrías hacer tú por ella?
La pregunta, formulada con una calma irritante, encendió su ira al instante.
Sergio apretó los dientes, pero la bala había sido envenenada, y el efecto del veneno lo dejó inmóvil.
-Ja, tú no puedes ayudarla, ¿y tú sí? Pretendes protegerla, pero no olvides que esos problemas los causaste tú. Deberías esconderte mientras ella no recuerda, porque cuando lo haga, no tendrá piedad.
1/2
10.51
Capitulo 483
No terminó de hablar cuando un pie golpeó su mandíbula, haciéndolo rodar escaleras abajo.
Inmóvil y furioso, escupió un poco de sangre -¡Maldito loco! Debes estar muy intranquilo. A ella no le interesa tu imagen de héroe, y aun así se enamoró de una sombra como tú. ¡Te lo
mereces!
Una vez más, su rostro recibió un puñetazo.
Escupió un diente, con los ojos llenos de rabia -Veré cómo terminas esto.
Los golpes continuaron, pero ninguno ganó esa disputa.
La cara de Sergio se hinchó como un globo, pero su orgullo no le permitía mostrarse débil.
La puerta se abrió de nuevo, y una voz interrumpió la pelea: -Z, basta. Si lo matas, le deberás otra vida a ella.
El agresor se detuvo de inmediato.
El viento, que había estado agitado, se calmó.
En la oscuridad, las figuras ocultaban aparentemente profundos abismos.
Un médico, apoyado en el marco de la puerta, suspiró -Adrián probablemente fue envenenado,
y el veneno solo actuó ahora, no tiene nada que ver con Anaís. Pero la familia Córdoba podría aprovechar lo que ocurrió hace años…
Al ser llevada a la estación de policía, no interrogaron a Anaís de inmediato, sino que la
encerraron.
Al mediodía siguiente, fue Samuel quien la visitó.
La habitación estaba vacía, solo una doble silla y un conjunto de mesa y sillas de
interrogatorio.
Los ojos de Samuel brillaban con frialdad.
Anaís, sentada en la fría silla, había pasado la noche pensando, sin entender cómo había muerto Adrián.
Todo había sido tan conveniente, y la culpa recaía directamente sobre ella.
El tiempo pasaba lentamente, hasta que Samuel se levantó y se acercó.
-Anaís, anoche te llevaste a Adrián sin permiso y ahora está muerto. ¿Tienes algo que decir
sobre esto?
212
13