Capítulo 732
En ese momento, estaban a dos o tres habitaciones de distancia de la de Dan cuando Paulina se soltó de los brazos de Carlos.
Con cuidado, regresó a la puerta de la habitación de Dan y se pegó contra ella, escuchando atentamente.
Su carita, ya de por sí roja de fiebre, mostraba una expresión muy seria, pero sus ojos brillaban con una energía vibrante.
Carlos: “…”
Eric y Julien, que venían con él, intentaron no reírse.
Eric se acercó al oído de Carlos y le comentó: -Hermano, ¿la señorita Paulina está espiando? Eso no está bien, ¿verdad?
Julien le lanzó una mirada fulminante a Eric.
Sin pensarlo, le tapó la boca y lo arrastró lejos de Carlos unos metros.
-¡No seas tonto! Si el jefe no dice nada, ¿por qué tienes que opinar?
Mientras tanto, Paulina seguía pegada a la puerta, escuchando con atención lo que sucedía adentro.
La situación en la habitación era algo tensa.
Zack trataba de explicar con cuidado: -La señorita Vanesa está en Irlanda ahora, probablemente no tiene tiempo.
-¿Qué he hecho para merecer esto? -pensó Zack-. ¿Y qué demonios está pasando con mi jefe ahora?
Al escuchar esto, Dan se enfureció aún más: -¿Tiene tiempo para golpear a Yeray, pero no para mí?
-Mira cómo me dejó, y también a los demás.
Recordando la actitud feroz de Vanesa ese día, Dan sentía que la rabia le subía de nuevo. Especialmente porque todos los que jugaban cartas con él también salieron mal parados.
Zack intentó calmarlo: -Cuando te golpeó, estaba en París. Espera a que regrese, seguro que irá a golpear al señor Méndez también. Además, contigo al menos tenía un poco de consideración; con el señor Méndez no será lo mismo.
El mencionar la palabra “consideración” solo enfureció más a Dan: -¿Tú crees que ese día parecía que me tenía consideración?
-¡Eso no parecía consideración! -exclamó Dan-. Parecía más un animal sin emociones, un ser frío sin sentimientos.
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Capítulo 732
-Si esa mujer todavía me tuviera un poco de cariño, no me habría mandado al hospital.
Zack, al escuchar el tono de Dan, se quedó callado por un instante y luego dijo: -—Ahora, la señorita Allende ya sabe que fingiste tu muerte hace años.
Paulina, que había estado escuchando, no pudo evitar abrir los ojos sorprendida.
-¡Vaya! -pensó-, ¿fingir tu muerte? Esto se está poniendo interesante. Este tipo es un experto en dramas.
Dan se quedó en silencio.
La atmósfera en la habitación se tornó aún más tensa, y Dan estaba lleno de oscuridad en su
mirada.
Frustrado, tomó el teléfono y llamó a Yeray.
-Dan, ¿estás loco? -le dijo Yeray antes de que pudiera hablar.
-Ja, se me olvidaba que sí estás loco. Cualquiera con un poco de sentido común no fingiría su
muerte.
Dan: “.
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-¿Cómo puede tener una lengua tan venenosa como una mujer? -pensó Dan-. Últimamente, no solo Vanesa me ha estado insultando, ahora también Yeray.
Cuanto más lo pensaba, más se enfurecía Dan.
Especialmente por el hecho de que Vanesa y Yeray se casaron justo frente a sus narices.
Cada vez que recordaba ese hecho, Dan se enfurecía.
-¿Te atreves a admitirlo frente a ella? -preguntó Dan-. Si lo haces, te reconoceré como un hombre.
Se dio cuenta de que, no importaba cuánto insistiera él en que Yeray era el responsable de lo sucedido, Vanesa no le creía.
-¿Será que, porque ella no lo cree, Yeray no ha recibido su merecido? -se preguntó Dan—. Ella… confía tanto en Yeray.
Pensar en eso solo lo enfurecía más.
Yeray soltó una risa ligera: -¿Cómo sabes que no lo he admitido frente a ella?
Dan: -¿Lo has admitido?
Yeray: -Hoy le llamé y le pedí que no fuera a golpearte.
Dan: ”
-¿Le pediste que no viniera a golpearme? -pensó Dan-. ¿Por qué suena eso como si estuvieras preparando una bebida?
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Capítulo 732
Dan respiraba con dificultad, su tono era de pura rabia: -¿Y qué dijo ella?
En ese momento, Dan estaba tan enfurecido que su corazón le dolía.
Esperaba la reacción de Vanesa, con la esperanza de que ella castigara a Yeray.
Sin embargo…
Yeray continuó: -Vanesa dijo que no vales la pena, que no debería cargar contigo.
-¿Qué?
Dan gritó sorprendido.
Yeray: -También dijo que tu vida de perro, tarde o temprano, la tomaría. Que no vale la pena cargar contigo.
-¡Maldita sea! ¿Quién de nosotros es realmente el que carga con la culpa?
Al escuchar la respuesta de Vanesa a Yeray, Dan explotó de furia.
-¿Qué le pasa a esa mujer Vanesa? -pensó-. Cuando yo dije que era Yeray, no me creyó, pensando que trataba de sembrar discordia.
-Ahora que Yeray lo admite frente a ella, ¿todavía piensa que él está cargando con mi culpa?
-¡Maldición! ¡Yo soy el que carga con la culpa! -se dijo Dan, cada vez más enojado.
Yeray seguía provocándolo: -Parece que mi esposa es bastante buena, al menos no es
desleal.
Dan: “…”
-No es desleal, pero le ha dado a Yeray una razón para cargar con mi culpa. Ella realmente sabe cómo hacerlo.
-Es como si estuviera decidida a ponerme la culpa encima.
Zack intentaba calmarlo, pero era inútil. Al final, Dan se desmayó de la furia.
Zack: “¡¡¡!!!”
-¡Doctor, rápido, mi jefe se ha desmayado otra vez!
Afuera, al oír que llamaban al doctor, Paulina rápidamente se apartó de la puerta.
En su apuro, terminó cayendo en los brazos de Carlos.
Carlos: -Tú…
Paulina: —¡Ah, vámonos rápido, o nos atraparán!
Carlos, viendo su urgencia, sintió un toque de ternura en su mirada. La levantó y se alejó rápidamente de la puerta de la habitación de Dan,