Capítulo 748
A pesar de la relación entre Paulina y Dan, no está claro si Vanesa descargará su ira en Paulina por culpa de Dan.
-No te preocupes, no lo hará -dijo Esteban.
-¿De verdad no lo hará?
Isabel seguía preocupada.
-No lo hará.
-Solo usará a Paulina como un arma para atacar a Dan.
Eso sonaba completamente al estilo de Vanesa.
Al escuchar eso, Isabel se tranquilizó un poco, aunque seguía preocupada de que Paulina no pudiera soportarlo.
Después de todo, ella no tenía ninguna experiência.
Con los métodos agresivos de Vanesa, era probable que Paulina sufriera mucho.
Carlos salió del castillo de la familia Allende.
En ese momento, recibió una llamada de Yeray.
En la llamada, ambos parecían tensos. Yeray dijo:
-No sigas buscando.
Carlos, con un tono sombrío, respondió:
-¿Qué quiere decir con eso, señor Méndez?
-No te preocupes, ella no se ha comido a tu mujer.
Por un momento, Yeray sonó burlón.
Carlos había estado buscando a Paulina desesperadamente en los últimos días, y Yeray sabía por qué estaba tan ansioso. Solo temía que, debido a Dan, Vanesa pudiera lastimar a Paulina.
Carlos apretó su celular con fuerza y preguntó:
-¿Sabes dónde están?
Yeray solo respondió con un “mmm“.
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Capítulo 748
Esto hizo que el rostro de Carlos se ensombreciera aún más:
-¿Dónde?
Después de todo, eran pareja.
Había sido imposible para sus hombres encontrar a Vanesa todo este tiempo, pero Yeray lo sabía.
-Espera veintisiete días para recogerla.
-¿Veintisiete días?
-Sí.
Carlos quedó en silencio.
Al escuchar esto, miró a Julien, quien estaba a su lado.
Julien y Eric también estaban agotados; era evidente que habían estado buscando a Paulina sin descanso durante días.
Carlos recordó lo que Esteban había dicho antes y mantuvo su atención en Yeray.
Realmente había previsto todo.
Pensaba que el matrimonio entre Yeray y Vanesa no era nada, pero ahora parecía que eran una pareja de verdad.
Justo cuando Carlos iba a hacer otra pregunta, Yeray colgó el teléfono.
Carlos tenía una expresión sombría.
¿Veintisiete días…?
¿Como cuando entrenaron a Isabel? ¿Podría Paulina compararse con Isabel? Aunque ambas no tenían experiencia, Isabel había estado con Esteban desde pequeña, lo que significaba que había aprendido algo por osmosis.
Aunque no participaba directamente, Esteban la había llevado a esas bases de entrenamiento para jugar.
Paulina, por otro lado, nunca había visto nada similar. ¿Estaba seguro de que no la asustarían hasta la muerte?
Recordando lo asustada que había estado esa mujer en su presencia la última vez, Carlos no podía dejar de sentir una punzada de preocupación.
-Señor Méndez, ¿sabe dónde está la pequeña cuñada? -preguntó Julien.
-Sí–respondió Carlos, molesto.
-¿Entonces qué estamos esperando? ¿Por qué no vamos directamente a pedirle a señor Méndez que nos la entregue? -sugirió Eric.
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Julien miró a Eric como si fuera un tonto.
¿Pedirle a Yeray que te entregue a alguien? ¿De verdad crees que lo hará? Cada vez hablas sin pensar más.
Carlos encendió un cigarro y, después de una pausa, dijo con una mirada afilada:
-Pongan a alguien a seguir a Yeray.
Pedirle directamente a alguien no funcionaría, eso era seguro.
Julien asintió:
-Entendido.
-i¿Qué?! -exclamó Eric.
Sabiendo que Yeray sabía dónde estaba la persona, ¿por qué no hacer algo más?
Aunque sea pelear por la información, ¿no?
En una isla lejana, a miles de kilómetros de París.
Vanesa, con gafas de sol y un gran sombrero para el sol en la cabeza, estaba recostada en una
tumbona.
Tenía una copa de jugo de limón en la mano.
Miraba con una sonrisa burlona a Paulina, quien se acercaba con una red de pesca sobre el hombro y un cubo en la mano.
Paulina estaba exhausta y sin aliento.
Cuando llegó junto a Vanesa, dejó caer la red junto a la tumbona con un sonoro “¡plaf!” y dejó caer el cubo al suelo con fuerza.
Sus ojos, dirigidos hacia Vanesa, estaban llenos de determinación y un poco de enojo. Estaba claro que, aunque parecía inofensiva, tenía un espíritu combativo.
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