Capítulo 608
Ella no contestó; pensaba que aquella “comprensión” solo era una trampa. Tenía enfrente a un hombre demasiado poderoso y no sabía cómo evitar que la abrumara.
-Alejandro… -musitó Luciana, con voz más temblorosa de lo que habría querido. Extendió la mano para aferrarse a la solapa de su chaqueta-. Te lo ruego, no lastimes a Pedro. Él no sabe que Ricardo es su padre; no lo sabe… siempre creyó que sus papás, mi esposo y yo, no existían desde hace tiempo.
Las lágrimas se agolparon en su garganta, y aunque intentó contenerse, rompió a llorar con un suave sollozo:
-Te lo suplico…
Casi en el mismo instante en que ella se acercó, Alejandro la envolvió en un abrazo.
Luego ordenó con determinación:
-Vamos al apartamento de Luciana.
Si a ella no le apetecía, él no pensaba forzarla.
-Sí, señor respondió el hombre que conducía.
El auto se detuvo frente al edificio de Luciana.
Alejandro no subió. Era de día y todavía tenía pendientes que atender. Se inclinó para ayudarla a abotonarse el abrigo:
-Sube y descansa. No le des vueltas a la cabeza.
Luciana lo miró con un dejo de súplica en los ojos. Él entendió a la perfección.
-Pedro está bien. Ya lo enviaron de regreso a la Estancia Bosque del Verano. Hoy has pasado por mucho; otro día te llevo a verlo. Si no me crees, puedes llamar a Balma y hablar con él por videollamada.
Con sus largas pestañas todavía temblando, Luciana cedió a regañadientes.
-Está bien.
La observó mientras subía y enseguida llamó a Simón:
-Quédate con ella. Asegúrate de
que no le
pase
nada.
-Entendido.
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Capítulo 608
***
+25 BONOS
Pasadas las seis de la tarde, cuando Alejandro terminó sus asuntos, regresó al apartamento de Luciana. Al llegar, Simón salió al encuentro.
-Alex.
Le tendió una bolsa que llevaba en la mano.
—Aquí está todo lo que me pidió Sergio que comprara.
-Perfecto -asintió Alejandro, tomando la bolsa-. ¿Sigue adentro?
-Sí, volvió y no salió más.
Alejandro dejó escapar un leve suspiro de alivio. Lo que faltaba por hacer ya lo resolvería con calma; había tiempo de sobra. Se acercó a la puerta y tocó el timbre.
Luciana abrió. Para entonces, parecía más tranquila, pero sus ojos seguían distantes y fríos, sin rastro de calidez… mucho menos de afecto.
Se recargó contra el marco de la puerta, sin invitarlo a pasar, sin decir palabra.
-Mejor hablamos adentro -dijo Alejandro, haciendo un leve ademán con la barbilla—. No te quedes en la corriente de aire.
Sin pedir más permiso, dio un paso y entró.
Dejó la bolsa en el suelo, se sacó un par de pantuflas masculinas de dentro y se las puso. Luego colgó su abrigo en el guardarropa de la entrada, con total naturalidad, como si estuviera en su propia casa.
Luciana se quedó boquiabierta.
-¿Qué se supone que estás haciendo?
Él no respondió, sino que lanzó otra pregunta:
-¿Ya cenaste?
-¿Eh? -Luciana lo miró aturdida, creyendo que ese hombre debía estar fuera de sus cabales. ¿ Cómo podían ponerse a discutir sobre la cena en una situación así?
Sin inmutarse, Alejandro continuó:
-¿Qué te gustaría comer hoy? ¿Quieres volver a Áurea Restaurante?
Por fin, Luciana no pudo más:
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Capítulo 608
+25 BONO!
-¿Estás mal de la cabeza? Deberías ir a consultar a neurología. El hospital que tú mismo financias queda cerca, ¿o no?
Él soltó una risa baja, como si ella lo hubiera divertido.
-¿Todavía sigues molesta? ¿No sería mejor descansar en casa en lugar de estar trabajando? Con ese vientre tan grande, deberías cuidarte y esperar al bebé…
-¡No es asunto tuyo! -protestó Luciana, irritada-. ¡Yo puedo encargarme de mi hijo!
Mientras ella se desahogaba, él seguía a lo suyo:
-Hace solo un par de días que fuimos a Áurea, así que hoy podemos probar otra cosa. ¿Qué tal comida española?
-¿Qué…? -Luciana se quedó pasmada. ¡Era como hablarle a la pared!
—No iré a ninguna parte -sentenció con firmeza. Con un gesto brusco, se dejó caer en el sofá y, echándole una mirada furiosa, exigió—: ¡Lárgate de mi casa! Si no te vas ahora, voy a llamar a la policía y te acusaré de allanamiento de morada.
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