Capítulo 606
-¿Vieron un fantasma o qué? -ironizó él, con el rostro serio.
-N–no… Sergio negó con la cabeza, pero su expresión era la de quien ha visto algo impactante. Es Luciana… está dormida.
¿Dormida? ¿Acaso era tan grave? ¿Por qué ponían esa cara?
-Pues iré a ver decidió Alejandro.
-¡Alex! -Sergio lo detuvo sujetándolo del brazo-. Es que… Luciana no está dormida sola.
En ese instante, Alejandro miró con un rabillo del ojo a Salvador, temiendo que la sospecha se
confirmara.
-¿con quién está?
-Con Pedro, Martina y… -Sergio se detuvo a medias, pero el mensaje era claro.
Bastó ese dato para que a Alejandro se le encendiera la sangre. Dio un paso al frente y entró como un rayo en la casa.
Mientras tanto, Salvador se quedó a un lado, con una sonrisa burlona en los labios. Aunque fuera su mejor amigo, no dejaba de disfrutar el drama.
-Señor… señor Morán… -tartamudeó Simón, volviendo la mirada hacia él—. ¿No quiere pasar a ver qué ocurre?
-Claro que sí —aceptó Salvador, sin poder contener la risa mientras avanzaba—. ¡Ver a ese Alejandro retorcerse de celos es de mis cosas favoritas!
Apenas entraron, se encontraron con un sofá–cama grande, donde cuatro personas dormían en fila: Pedro, Luciana, Vicente y Martina, todos profundamente dormidos. Pedro y Luciana descansaban separados y con sus propias mantas, cada uno hecho un ovillo por su lado. Pero, más allá, Vicente y Martina compartían mantas y, además, dormían cara a cara: él la abrazaba, y ella parecía acurrucada en su pecho.
-¡Dios santo! -exclamaron Alejandro y Salvador al unísono, sorprendidos por la escena. Casi al mismo tiempo, se apresuraron cada uno hacia su “objetivo“: Alejandro tomó a Luciana en brazos y Salvador levantó a Martina. 1
-¿Eh…? -Luciana abrió los ojos con aturdimiento y, al ver a Alejandro, despertó por completo. ¿Tú… qué haces aquí?
La sensación
que la invadía era de un miedo abrumador. ¿Cómo era posible que él la encontrara tan rápido? “Apenas pasé una noche aquí, y ya me dio alcance…“, pensó con el corazón
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Capitulo 606
encogido.
-¡Hmpf! -gruñó Alejandro, con el rostro cargado de furia. Sin soltarla, la llevó casi a rastras hacia la salida. Luego miró a Sergio-. ¡Sergio, encárgate de Pedro! Y sin asustarlo, por favor.
-Entendido, hermano–respondió Sergio.
Luciana se vio prácticamente obligada a seguir el paso de Alejandro; la fuerza del hombre era enorme, y casi no tocaba el suelo mientras él la arrastraba, a pesar de que estaba embarazada
de siete u ocho meses.
-¡Alejandro! ¿A dónde me llevas? ¿Qué piensas hacer con Pedro?
-¡Cállate! -soltó él, empujándola dentro del coche con un gesto hosco-. Compórtate… o me veré obligado a “encargarme” de tu amigo de la infancia.
¿Hombres y mujeres durmiendo juntos así, tan descaradamente? ¿En serio? 2
***
Mientras tanto, Salvador sacaba también a Martina.
-¡Oye! —protestó ella, con los ojos muy abiertos, sin entender nada—. ¡Bájame de inmediato!
Si Alejandro se llevaba a Luciana, al menos era su asunto. ¿Pero qué derecho tenía este tipo de llevársela a ella?
Sin inmutarse, Salvador la empujó dentro de otro auto.
—¡Eh! —Martina entró en pánico y jaló la manija de la puerta, pero no logró abrir—. İ Salvador, estás loco! ¡Déjame salir!
-Arranca ordenó él al conductor, ignorando las quejas.
Martina no daba crédito. “¡Está enfermo!”
En la entrada de la casa, Vicente se despertó al fin y salió corriendo tras ellos:
-¡Luci! ¡Marti!
-¡Vicente! -Martina vio su silueta mientras se pegaba a la ventana y golpeaba desesperada –. ¡Estoy aquí!
De pronto, Salvador la sujetó de la barbilla, obligándola a voltear la cara. Con la otra mano le inmovilizó la nuca y, sin decir palabra, la besó con brusquedad. 2
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