Capítulo 505
Miguel empujó sus gafas y miró los documentos que sostenía en las manos.
-No sé, esta información me da mala espina. Esa empresa extranjera tan conocida, ¿por qué de repente quiere colaborar con la familia Villagra? Estuve investigando su reputación y siempre ha trabajado con familias prominentes del país. Que ahora nos busquen a nosotros me parece sospechoso. Quise discutirlo con la presidenta Villagra, pero no logré encontrarla.
La mente de Raúl estaba hecha un lío. Se sentó, pero no podía concentrarse en lo que leía.
Después de un rato, preguntó:
-Miguel, ¿tú crees que Anaís realmente se preocupa por mí?
Si le importara, ¿por qué no confía en mí?
Si no hubiera sido por su desconfianza, él no habría llegado a este punto.
-La presidenta Villagra siempre ha sido buena contigo, tanto antes como después de perder la memoria. No hay nada que reprocharle -respondió Miguel.
Raúl esbozó una sonrisa irónica.
-¿Y si es que hizo algo malo y ahora intenta compensarme?
Como, por ejemplo, usurpar la identidad de la verdadera hija de la familia Villagra.
Esa noche de nieve, él había visto claramente las letras en esa pequeña lápida, con la caligrafía de su padre.
Recordaba cómo su padre, desesperado por la salud de Anaís, la había llevado a buscar tratamiento por todos lados. En San Fernando del Sol, una ciudad tan grande, no había esperanza, así que empezaron a buscar remedios alternativos.
Ya no había opciones, era como un último recurso, por eso fueron al campo.
Siempre había sido un misterio para él cómo Anaís, quien pasaba todo el año en la UCI, mejoró después de ese‘ viaje al campo.
Se frotó las sienes, recordando que Miguel había estado con su padre en esos años.
-Miguel, ¿recuerdas cómo era Anaís de pequeña? -preguntó.
Miguel bajó la mirada, su voz era tranquila.
-La presidenta Villagra siempre fue cuidada en una habitación especial. Estaba tan débil que el aire exterior parecía venenoso para ella. Nunca la vi.
Raúl tomó un bolígrafo, a punto de firmar los documentos, pero recordó algo que Anaís había dicho y se detuvo.
Revisó los documentos con atención. A simple vista, todo parecía en orden, pero como Miguel
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había señalado, ¿por qué una oportunidad tan buena caería de repente en la familia Villagra?
Dejó el bolígrafo y devolvió los papeles a Miguel.
-No firmaré por ahora. Esperaré las instrucciones de Anaís. Iré al campo otra vez.
Miguel entonces le preguntó:
-Señor, sus ojos están muy hinchados, ¿pasó algo?
Raúl, apenas con veinte años, en otra ocasión ya estaría llorando. Pero simplemente negó con la cabeza y se levantó lentamente.
-Anaís tomó muchas medidas para salvar la empresa. Todavía podemos mantenernos a flote unos años. En cuanto a este nuevo socio, mejor que ella lo revise personalmente.
Cuando estaba por salir, Miguel lo detuvo.
-Tu estado mental es muy malo ahora. Deberías descansar en casa unos días. La mayoría del personal aún está de vacaciones. Si vas a hacer algo, primero consúltame. Señor, ¿no será que por no decir nada y ocultarle cosas a la presidenta Villagra, le estás causando más problemas? Ese comentario fue como un rayo que impactó la mente de Raúl.
En un inicio, evitó hablar para no preocupar a Anaís, pero las cosas solo se complicaron más.
Volvió a sentarse, su tono se volvió frío y sereno.
-Quiero investigar el origen de Anaís. Ahora sé que no es de la familia Villagra. El Grupo Villagra fue creado por mi padre, y si digo que no quiero que caiga en manos ajenas, ¿me considerarías desalmado?
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