Capítulo 612
Luciana se encogió de hombros con un gesto elocuente.
-Seguramente. El señor Guzmán siempre se cree capaz de todo.
Sus labios se curvaron en una sonrisa amarga. No tenía la menor intención de ceder. Por Pedro, no pensaba retroceder ni un paso.
Esa noche, Alejandro no dio señales de vida. Luciana no sabía (ni le importaba) si no había regresado a Muonio o si simplemente había preferido no pasar por su apartamento. 1
Al día siguiente por la mañana, Luciana fue al hospital universitario para dejar en orden algunos asuntos. Debido a su licencia repentina, había papeleo pendiente y quería entregar los documentos guardados en su casillero a quien tomaría su lugar. Después de terminar con ese trámite, salió del hospital para irse, pero en el vestíbulo se topó con Ricardo sentado en la sala de espera.
La imagen de Ricardo se veía distinta: su última crisis lo había dejado visiblemente más delgado y con una expresión de agotamiento. Luciana se detuvo y, tras unos segundos de vacilación, se aproximó.
Él, al notarla, alzó la mirada con un destello de sorpresa.
-Luciana -dijo Ricardo, con una ligera sonrisa de reconocimiento.
Ella titubeó antes de responder, con la voz algo áspera.
-¿Te dan de alta hoy?
-Sí afirmó Ricardo-. Estuve mucho tiempo internado; prefiero ir a descansar en casa.
En realidad, él ya no tenía mucho sentido en seguir hospitalizado, dado que su tratamiento era meramente paliativo.
La mirada de Ricardo se desvió a su vientre:
-Tu panza está mucho más grande.
-Sí–asintió Luciana, sin saber cómo seguir la conversación.
Ricardo lo notó, pero no pareció molestarle.
-¿Tú y el señor Guzmán están bien últimamente?
“¿Bien?“, pensó Luciana, esbozando una pequeña mueca que no transmitía ni calidez ni alegría.
1/2
Capítulo 612
+25 BONO
-Supongo que… sí, supongo que estamos “bien“.
-¿“Supongo“?–Ricardo frunció el ceño. ¿A qué te refieres con “supongo“?
Con un suspiro, Luciana contestó con aparente serenidad:
-Pues que el abuelo de Alejandro ya aceptó que nos divorciemos… Y, para mí, eso es… algo bueno.
-¿Qué…? -Ricardo se sorprendió, aunque era consciente de que la relación de ellos llevaba tiempo desgastada. Sin embargo, verla así de calmada y con su vientre notoriamente embarazado le resultaba doloroso. Teniendo un hijo y un matrimonio, no debían haber llegado hasta este punto.
-Luciana… empezó a decir, tragando saliva. ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro–respondió ella, alzando ligeramente las cejas, como si no le importara—. Adelante.
Ricardo dirigió de nuevo la mirada a su vientre y preguntó:
-¿De cuántos meses estás…? ¿Cuándo te embarazaste?
–
-¿Eh? Luciana se quedó atónita. ¿Por qué le interesaba tanto ese tema? Recordaba que, cuando él supo de su embarazo, le había hecho la misma pregunta y ella tampoco contestó en
ese momento.
Con los ojos entrecerrados, Luciana replicó: 1
-¿Y eso a qué viene?
-No… es solo curiosidad —dijo él con una risita nerviosa.
¿De verdad era solo curiosidad? Luciana frunció el ceño.
-Es asunto mío. Prefiero no responder. ¿Puedo irme ya?
-¡Luciana! -Ricardo volvió a sujetarla del brazo-. Espera, todavía tengo otra pregunta.
-¿Cuál? -soltó ella con impaciencia, sintiéndose al límite.
—¿Tú… en realidad amas a Alejandro? ¿De verdad quieres divorciarte?
Ricardo la miró con ansiedad, consciente de que aquella respuesta podía afectar su propia decisión de si confesar o no cierta verdad. 1
2/2