Capítulo 60
Floriana escuchaba las palabras punzantes de Rafael, sintiendo su corazón completamente adormecido.
En el fondo, sabía que esto estaba bien. Después de todo, ella no era la madre de Rafael, y quizás así las cosas volverían a su curso normal.
Decidió retirarse de la vida de esos dos, padre e hijo, y dejar que todo volviera a su lugar.
Floriana apartó la mirada y se dio la vuelta, dirigiéndose hacia la puerta sin titubear.
-Floriana…
Un repentino ataque de tos interrumpió el momento.
-¡Rafael! -exclamó Valentín alarmado.
Rafael comenzó a respirar con dificultad, llevándose una mano al pecho mientras caía al suelo. -¡Rafael! -Valentín lo levantó en sus brazos y, desesperado, gritó a Floriana-: ¡Rafael tiene un ataque de asma!
Floriana se detuvo justo en el momento en que iba a abrir la puerta.
-Mamá… -tosió Rafael-. Mamá…
A pesar de estar en los brazos de Valentín, su rostro pálido y su respiración entrecortada
mano hacia Floriana, suplicando-:
mostraban su vulnerabilidad. Instintivamente, extendió un
Mamá, me siento mal…
Ella apretó con fuerza el pomo de la puerta, luchando contra sus propios sentimientos. Se decía a sí misma que no debía ceder, que Valentín estaba allí y no permitiría que le pasara nada a Rafael.
-¿Dónde está el medicamento de Rafael?
Floriana se quedó inmóvil por un instante, pero luego se giró.
Valentín sostenía a Rafael, quien luchaba por respirar, y la miraba con urgencia.
El rostro pálido de Rafael ya no mostraba la rabia o resistencia de antes, solo fragilidad y
tristeza.
El corazón de Floriana se contrajo dolorosamente. Soltó el pomo de la puerta y corrió hacia el segundo piso, directamente a la habitación infantil.
Valentín la siguió, llevando a Rafael en brazos.
En la habitación, Floriana abrió el primer cajón junto a la cama y sacó el medicamento…
Después de tomar el medicamento, Rafael se calmó, y pronto se quedó dormido en los brazos de Floriana.
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Capítulo 60
Ella lo colocó cuidadosamente en la cama y lo cubrió con una manta.
Durante todo el proceso, Floriana no dijo una sola palabra ni miró a Valentín.
Él permanecía de pie a un lado, observándola cuidar de Rafael con una mirada suave y profunda.
Finalmente, Floriana acarició con ternura el rostro pálido de Rafael antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta.
-Floriana -llamó Valentín.
Ella no respondió, continuó su camino sin voltear.
Valentín frunció el ceño y la siguió.
En la entrada de la escalera, él la sujetó del brazo.
-Está nevando fuerte afuera. Con este clima no encontrarás un carro. Es mejor que te quedes
esta noche.
Floriana miró por la ventana.
Por la mañana el cielo estaba despejado, pero ahora estaba gris y lleno de nieve, el viento
aullaba. Era un clima terrible.
Ella sacudió la mano de Valentín.
-No te preocupes por mí, si pude venir, puedo irme.
Sin más palabras, Floriana descendió las escaleras.
-Rafael estará mejor si te ve cuando despierte.
Floriana se detuvo.
Se giró para ver a Valentín, quien la observaba desde lo alto de las escaleras.
Él la miraba con una actitud altiva, como siempre.
Floriana sonrió con ironía.
-Sí que son padre e hijo.
Sin más vacilaciones, se marchó.
La puerta se cerró, y Valentín se quedó allí, viendo a través de la ventana cómo se adentraba sola en la nieve que caía sin parar.
No se movió, su mano, que había sostenido la muñeca de Floriana, colgaba a su lado, con una sensación de vacío que lo hizo fruncir el ceño, como si lo acabara de notar…
Luna llegó justo cuando Floriana caminaba por la avenida.
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Capítulo 60
El viento y la nieve eran intensos, y ella llevaba poca ropa; su cabeza y su cuerpo estaban cubiertos de nieve.
Luna detuvo el carro, abrió la puerta y se apresuró hacia Floriana, quitándole la nieve mientras refunfuñaba:
-¡¿Estás loca?! ¿Cómo se te ocurre salir con este clima? ¿No podías esperar en la casa?
Floriana murmuró apenas audible entre el viento y la nieve:
-No quería quedarme ni un segundo más en ese lugar.
-¡Has aguantado cinco años! ¿Qué más da un poco más?
Las pestañas de Floriana, cubiertas de nieve, temblaron levemente y dejó escapar una risa
suave:
-No moriré, pero es repugnante…
Luna se detuvo, notando el estado de ánimo de Floriana, y guardó sus palabras duras. Con un suspiro, la ayudó a subir al carro.
Una vez dentro, Luna tomó una manta del asiento trasero y envolvió a Floriana, que temblaba
de frío.
-¿Qué ganas con esto? ¡Valentín es un desgraciado! ¡No tienes que castigarte así! ¡Además, estás esperando un bebé, por el amor de Dios!
-Lulu.
Luna se detuvo, mirándola con frustración. La cara de Floriana estaba sin color, y la preocupación la hacía hablar con dureza:
-¿Qué pasa ahora?
-Ayúdame a programar la cirugía.
Luna quedó atónita por un momento, apretó los labios, queriendo decir algo, pero solo logró responder:
-Está bien.
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