Capítulo 66
Aunque Lisandro no sentía mucha simpatía por Hilario, pensó en la amistad de sus familias y decidió tener paciencia y platicar con él.
Mientras ellos charlaban, Floriana se dedicaba a recorrer el lugar por su cuenta.
De repente, algo llamó la atención de Floriana. Se agachó lentamente y señaló un cuenco de porcelana jadeada. -¿Cuánto cuesta este?
-Este tiene un pequeño defecto, te lo dejo barato, cinco mil de una.
Floriana, sin dudarlo, respondió: -Envuélvamelo, por favor.
El vendedor abrió los ojos sorprendido, mirando el cuenco que había pasado desapercibido en el rincón. El corazón se le encogió un poco.
En lugares como este, a menudo hay expertos que saben reconocer auténticas joyas. Si alguien lo compra sin regatear, seguramente es un conocedor.
-Eh… -El vendedor se rascó la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo, Floriana añadió: -Te doy diez mil. Es una pieza auténtica, pero con defectos. Si no me la vendes, te quedarás
con ella.
El vendedor quedó sin palabras.
En efecto, varios expertos ya habían mostrado interés en esa pieza, pero todos la habían rechazado debido a la dificultad de repararla…
Finalmente, Floriana se salió con la suya y compró el cuenco por diez mil.
Al girarse con su compra, se encontró con la mirada burlona de Hilario.
-Qué desperdicio de dinero, gastar diez mil en una pieza con defectos -dijo Hilario, adoptando la pose de un experto-. Oye, te advierto, el mundo de las antigüedades no es algo que las mujeres puedan manejar fácilmente. Sé que quieres impresionar al señor Villar, pero no gastes tu dinero ganado con esfuerzo en un montón de chatarra para presumir.
Floriana no dijo nada, pero en su mente pensó: “¿Quién es el que realmente está tratando de impresionar aquí? ¡Qué absurdo!”
Ella decidió ignorarlo y dirigió su mirada hacia Lisandro, quien, con los labios apretados, hacía un gran esfuerzo por no reír.
-¿Terminaste? ¿Podemos irnos ahora? -preguntó Floriana.
-Si, vámonos ya -respondió Lisandro, volviéndose hacia Hilario y dándole una palmada en el hombro-, Señor Guzmán, me voy primero. Que disfrutes del paseo.
Hilario frunció el ceño. -¿Ya te vas, señor Villar? Quería mostrarte una joya que acabo de
encontrar.
17:00
Capitulo 66
Lisandro se detuvo, intrigado por la confianza de Hilario. -Confiaré en que señor Guzmán tiene buen ojo.
Hilario no pudo esperar más y sacó un jarrón que había adquirido.
-¡Esta figura de porcelana es un tesoro antiguo!
¿Figura de porcelana?
Floriana y Lisandro se miraron y luego sus ojos se posaron en la figura que Hilario sostenía. Se quedaron en silencio.
Después de unos segundos, intercambiaron miradas de incredulidad. En sus ojos, ambos veían la palabra: “Tonto“.
Finalmente, Lisandro rompió el silencio. -Señor Guzmán, ¿puedo preguntarle cuánto pagó por este “tesoro“?
-¡Ciento ochenta mil! -Hilario respondió con confianza-. El vendedor pedía doscientos cincuenta mil, pero a mí no me gustó el número, así que lo bajé a ciento ochenta mil. En el mundo de las antigüedades, es importante elegir buenos números.
Lisandro se quedó boquiabierto. -Vaya, sí que es un número interesante.
Floriana no pudo evitar pensar que si seguía escuchando, podría salir herida de tanto
contenerse.
Lisandro se despidió rápidamente, casi arrastrando a Floriana fuera del lugar.
Ya en el carro, Lisandro se echó a reír tan fuerte que las lágrimas le salieron.
-¡Ja, ja, ja! ¡No puedo creerlo! ¡Ciento ochenta mil! Me parece que el vendedor estaba burlándose de él… Ja, ja, ja, me voy a morir de la risa…
Después de unos momentos, Lisandro logró calmarse. -Uf, creo que ya me recuperé. Si la familia Guzmán cae en manos de este tipo, no pasarán mucho tiempo antes de que estén en problemas.
Por suerte, Hilario tenía dos hermanos mayores bastante sensatos.
Floriana, por su parte, se mostró tranquila ante el derroche de Hilario y comentó: -Aunque es un poco tonto, al menos es seguro de sí mismo.
-¡Jajaja! -Lisandro escupió el agua que acababa de beber-. ¡Floriana, eres cruel! Casi me matas con un solo comentario…
Gracias a Hilario, la atmósfera del regreso fue bastante animada.
De vuelta en su estudio, Floriana sacó el cuenco de porcelana que había comprado.
Los ojos de Lisandro brillaron al verlo. -Es un verdadero tesoro. Una vez reparado, en una subasta podría valer millones. Pero el arte de esta porcelana es muy raro y difícil de restaurar. Según sé, nadie en el país ha logrado hacerlo.
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-Lo sé respondió Floriana-. Lo dejaré aquí, y cuando tenga tiempo, lo investigaré más a fondo.
Lisandro la miró detenidamente, dándose cuenta de que Floriana no era tan despreocupada como le habían dicho.
Quizás ella estaba dispuesta a arriesgarse… Después de todo, gastar diez mil para ganar millones es una gran apuesta.
Durante los siguientes cinco días, Floriana se dedicó completamente a la restauración de una estatua.
Bajo el pretexto de supervisión, Lisandro se quedó en el estudio con ella desde temprano hasta tarde.
Incluso las comidas eran encargadas por Lisandro, ya que Floriana estaba tan absorta en su trabajo que parecía desconectada del mundo.
Durante esos días, Lisandro fue testigo de la habilidad profesional de Floriana y de su meticulosa dedicación, comenzando a entender por qué su maestro insistía tanto en tenerla.
Llegó el sexto día, y la restauración estaba en su fase final.
Floriana acababa de terminar su almuerzo y se disponía a regresar al taller cuando una voz familiar sonó desde afuera del estudio.
-¡Mamá! ¡Mamá, vine a buscarte! -Rafael gritaba mientras golpeaba la puerta de vidrio del estudio-. ¡Mamá, te extraño, abre la puerta!
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