Capítulo 488
-¡No he hecho nada, es un malentendido! Srta. Rosales, Sr. Junco, jesto es un gran malentendido! -exclamó Nicolás mientras su rostro era presionado contra el suelo. ¡No sabía que usted era la heredera de la familia Rosales! ¡Si lo hubiera sabido, nunca me habría atrevido a hablar así!
-¿Entonces, según tú, las personas comunes merecen ser insultadas? -la voz de Dafne era
fría como el hielo.
-¡No, no quise decir eso!
Entre la multitud que observaba, alguien comentó:
-¡Él lo dijo! Nicolás es muy conocido en Lunaria por ser un hijo de papi malcriado. Ha acosado
a muchas chicas.
-¡Sí, Nicolás siempre abusa de su poder! No deberían dejarlo ir.
Dafne soltó una fría carcajada, mirando a Nicolás desde arriba con desprecio.
-¿Es cierto eso?
Nicolás, desesperado, respondió:
-¡No! No les haga caso, todos ellos son unos traidores que quieren verme caer.
Dafne sonrió con desdén.
-Lo investigaré.
En ese momento, el teléfono de Agustín sonó. Miró la pantalla y contestó.
La voz al otro lado era seria:
-Señor, el tercero de la familia Tames de Lunaria, Nicolás, está investigando a la Srta. Rosales. Incluso contrató a algunos tipos peligrosos, les dio la foto de la Srta. Rosales y les pagó una fortuna para que la “atiendan” bien. El jefe de esos tipos me llamó inmediatamente al ver la foto.
Hubo una pausa al otro lado, como si dudaran en continuar.
Agustín, perdiendo la paciencia, dijo:
-Habla.
La voz bajó de tono, como si temiera por su vida:
-El jefe me dijo que Nicolás quería que diez hombres… la destrozaran… y luego la tiraran al mar para alimentar a los tiburones…
Agustín apretó el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Miró a Nicolás como si fuera un cadáver,
Capitulo 488
Nicolás sintió la amenaza mortal en la mirada de Agustín y el miedo lo invadió, poniéndolo aún más pálido.
Agustín colgó el teléfono y ordenó fríamente a sus guardaespaldas:
-Tírenlo al mar.
Esas tres palabras hicieron que Nicolás se debilitara y empezara a sudar frío.
-¡Sr. Junco, por favor, perdóneme, se lo suplico…!
La multitud exclamó sorprendida.
Los guardaespaldas, sin pensarlo dos veces, levantaron a Nicolás y lo llevaron hacia afuera.
Dafne miró a Agustín y frunció ligeramente el ceño.
-¿Quién llamó?
Agustín la abrazó con ternura.
-No te preocupes, estoy aquí y no dejaré que te pase
nada.
Los guardaespaldas llevaron a Nicolás hasta la barandilla de la cubierta y lo lanzaron al mar como si fuera basura.
Mucha gente salió a mirar.
El grito de Nicolás resonó en el aire.
El alboroto fue tal que Luna, que estaba ocupada arriba, escuchó el ruido y bajó corriendo.
En la cubierta, la multitud se agolpaba alrededor de la baranda, observando a Nicolás luchar en el agua.
Luna se abrió paso entre la gente, llena de urgencia.
-¿Qué pasó? -preguntó ansiosa.
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