Capítulo 619
+25 BONOS
-¿Dejarte en paz? -repitió él con una leve risa, sus pestañas largas ocultando la expresión en su mirada. ¿Llamas “no dejarte en paz” a mi intención de conquistarte?
-¿Conquistarme? -replicó Luciana, cansada—. ¿Otra vez con lo mismo? No lo entiendo.
-¿Qué es lo que no entiendes?
Luciana soltó un suspiro leve, casi imperceptible, y habló con la voz algo amortiguada por la bufanda que casi le cubría la cara.
-Tú sabes muy bien que nunca te he querido. ¿O ya se te olvidó?
Alejandro la contempló con una ligera sonrisa.
-Claro que lo sé, no lo he olvidado.
—¿Entonces qué pretendes? —soltó Luciana con un deje de ironía. ¿No fue precisamente eso lo que nos separó?
Después de todo, habían estado en una especie de guerra fría, con la separación prácticamente aceptada. Solo faltaba la aprobación formal del abuelo de Alejandro. ¿Y ahora que él estaba de acuerdo, Alejandro se echaba para atrás?
-Recuerdo que dijiste que jamás te quedarías al lado de una mujer que no sintiera nada por ti. Que había muchas otras en el mundo…
Alejandro tragó en seco. Vaya, le citaba sus palabras tal cual. ¿Por qué no podía recordar también todo lo bueno que él había hecho por ella? Con una sonrisa apenas dibujada, se limitó a responder:
-Lo dije por orgullo. ¿Ahora resulta que te lo tomaste en serio?
-¿Qué? -Luciana abrió los ojos con incredulidad. ¿Acaso estaba comportándose como un cínico?
-No hablo con gente sinvergüenza.
Volvió la cara con molestia, pero Alejandro la sujetó desde atrás, atrayéndola contra su pecho. Sintió cómo la envolvía con firmeza, acercando los labios a su oído.
-Me equivoqué, fui un necio. -Su voz salió en un murmullo ronco-. Hablé así porque no soportaba la idea de que no me quisieras, y preferí fingir que no me importaba.
Luciana se mantuvo inmóvil, el rostro un poco pálido, con una mueca muy leve en los labios,
-¿De qué sirve que me digas todo esto? El divorcio ya está decidido. Tu abuelo dijo que lo
1/2
+25 BONOS
Capítulo 619
nuestro terminó.
-No se ha terminado. -Alejandro se volvió para quedar frente a ella, mirándola con intensa determinación-. Eso fue lo que entendió mi abuelo, pero no es lo que quiero yo. Además, él no sabe realmente lo que pasa entre nosotros.
-Luciana, esto aún no acaba.
Ella negó con la cabeza, con una serenidad casi resignada.
—¿Y has pensado que antes no me gustabas… y que después tampoco me gustarás?
Al escucharlo, Alejandro sintió que el pecho le dolía. Qué directa y fría podía ser a veces… Pero, conteniéndose, respondió:
-Eso no está escrito. Antes no te gustaba, sí, me quedó clarísimo. Pero el futuro… quién sabe.
Con ese comentario, dio por terminada la discusión. Tomó a Luciana de la mano y agregó:
-Hace demasiado frío, vámonos.
La nieve caía con más fuerza mientras caminaban hacia el auto, Luciana se dejaba conducir con pasos lentos. Ninguno habló durante el trayecto. Al final, llegaron al edificio donde vivía Luciana. Alejandro la acompañó hasta la puerta de su departamento y, con total naturalidad, entró tras ella.
Luciana se volvió a mirarlo en cuanto lo vio abriendo el armario para ponerse unas pantuflas.
—¿Así conquistas a la gente? ¿Quién te dio permiso de entrar?
-La situación es particular. -Alejandro se había colocado ya las sandalias y la tomó de la mano para encaminarla al interior-. Estás embarazada y te faltan pocas semanas, no me quedo tranquilo si te dejo sola.
Luciana soltó una risita irónica.
-Tanto dices que me quieres, pues mejor devuélveme mi empleo.
-Imposible–respondió él en el acto-. Te lo dije: necesitas descansar, no andar de un lado a
otro.
-¡Ja! —murmuró ella, chasqueando la lengua y fulminándolo con la mirada—. ¿Y cuándo piensas irte?
-¿Puedo quedarme? -Alejandro la observó con sinceridad.
2/2