Capítulo 10 La traición
Tan pronto como Rachel terminó de hablar, los ojos le brillaron con lágrimas contenidas.
Pero, parpadeó rápidamente y se deshizo de ellas con un movimiento de la mano.
Luego, apartó a Brian de un empujón. Su voz denotaba desafío cuando añadió: “No necesito que te preocupes por mí. Puedo cuidarme sola“.
El
agarre del hombre se mantuvo firme mientras decía con voz acerada: “Quédate quieta. No te muevas Ya deberías saber que mi paciencia tiene un límite“.
Su mal genio, sobre todo cuando lo provocaban, no era ningún secreto.
Rachel sintió que se encogía bajo su mirada intensa y se quedó inmóvil como una estatua.
Permaneció sentada allí, dócil como una chiquilla, mientras notaba cómo un calor
reconfortante se extendía por su tobillo; era la cuidadosa revisión del hombre.
Brian se puso de pie y le instó: “Espera aquí mientras voy a la cocina. No te muevas ni un
centímetro“.
“De acuerdo“, susurró ella.
Momentos después, cuando el hombre volvió con una bolsa de hielo, ella retrocedió por
instinto.
El toque de Brian permaneció suave mientras le estabilizaba el pie.
“Al principio la sensación de frialdad te resultará incómoda, pero es necesaria para que ceda la hinchazón. Solo resiste un momento. Lo haré lo más rápido posible“.
Rachel se encontró asintiendo sin pensar.
Después de aplicar el hielo, Brian miró a la chica con preocupación. “¿Tienes alguna otra lesión que aún no me hayas dicho?“.
“No“.
“¿Estás segura?“.
“Sí“.
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< Capitulo 10 La traición
El hombre no parecía muy convencido. Su mano se movió como para desabrocharle la manga a Rachel. “Necesito comprobarlo con mis propios ojos“.
Él sabía que la chica tenía la costumbre de soportar el dolor en silencio. ¿Qué podría ser más tonto que eso?
Después de asegurarse de que no tenía otras lesiones, murmuró: “De ahora en adelante, no
seas tan terca. Si te lesionas de nuevo, dímelo. No intentes ocultarlo“.
¿Decírselo? Esa mañana hubiera querido hacerlo, pero toda su atención estaba centrada en Tracy. Sus pensamientos, su corazón, todo giraba en torno a esa mujer.
Incluso si Rachel hubiera dicho algo, habría sido en vano; seguramente habría sido eclipsada por Tracy y descartada como algo sin importancia.
Después de todo, esa mujer era a quien Brian había amado durante años y a quien todo ese tiempo había tenido en un pedestal.
¿Y Rachel? No fue más que una elección práctica para él.
Ella no era a quien él amaba.
Esa amarga verdad retorció algo dentro de Rachel y, antes de que pudiera hacer algo para contener el llanto, las lágrimas rodaron por sus mejillas.
Brian le estaba aplicando el ungüento cuando una gota tibia cayó sobre su mano.
Al levantar la mirada, vio la tristeza silenciosa de sus ojos.
“¿Aún te duele?“, preguntó con el ceño fruncido. Asumió que estaba llorando por el dolor que
sentía en el tobillo.
La chica se secó la cara apresuradamente. “No, ya no. Es solo que… recordé algo“.
Pero el hombre, convencido de que estaba mintiendo, tomó una decisión sin dudarlo.
Sin decir otra palabra, la cargó en sus brazos. “Vayamos al hospital“.
“No es necesario“. Las palabras de Rachel cayeron en oídos sordos, pues él ya había tomado
una decisión…
En el hospital, el médico le recetó algunos medicamentos para tratar el esguince, le aconsejó que descansara durante varios días y que evitara movimientos innecesarios.
En los días subsecuentes, Brian estuvo inusualmente atento con ella.
Incluso para algo tan sencillo como ir al baño o ducharse, la llevaba en brazos.
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Casi parecía que el tiempo hubiese retrocedido hasta los mejores días de su relación. Por
suerte, nadie mencionó el nombre de Tracy en ningún momento.
Y especialmente la noche en que el tobillo de la chica sanó por completo, Brian la besó una
y otra vez. Su cuerpo se sentía arder contra el de ella, mientras la sostenía cerca, como si no
quisiera soltarla nunca.
Ella simplemente cerró los ojos, derritiéndose en su abrazo, mientras envolvía los brazos alrededor de su cuello y sus respiraciones se entremezclaban.
Juntos ascendieron a alturas de éxtasis compartido…
Después, Rachel se acurrucó contra su pecho y encontró consuelo en el ritmo constante de
sus latidos.
La noche parecía perfecta.
Pronto, el timbre áspero del celular de Brian rompió el silencio, y el nombre de Tracy apareció
en la pantalla.
Rachel desvió la mirada, fingiendo no haberlo notado, pero, para su sorpresa, el hombre
rechazó la llamada.
Cuando Tracy persistió con un segundo intento, Brian respondió mientras abrazaba a Rachel.
La voz de la susodicha llegó a través del altavoz, deliberadamente sensual, a pesar de su aparente embriaguez.
“Brian, siento que todo da vueltas… Creo que bebí demasiado… Ven a recogerme, por favor“.
“Envíale tu ubicación a Ronald. Él te recogerá“, respondió el hombre con firmeza.
“Pero, te necesito“, espetó la otra con su voz melosa y con una seducción practicada. “¿ Recuerdas cómo solías cuidarme cuando bebía demasiado? Siempre me he sentido más segura contigo“. Tracy manejaba sus palabras con una precisión experta; sabía exactamente cómo despertar la naturaleza protectora de Brian.
“Estoy con Rachel. No puedo ir por ti“. Con eso, el hombre colgó sin dudarlo.
El corazón de Rachel se llenó de un triunfo silencioso, mientras se dejaba llevar por el sueño más profundo y tranquilo que había experimentado en mucho tiempo.
Sin embargo, en plena noche, un escalofrío la despertó.
Instintivamente buscó el calor familiar de Brian, pero solo encontró un espacio vacío.
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Sus manos errantes confirmaron lo que su corazón se negaba a aceptar…
Cuando por fin encendió la luz y vio la almohada vacía, una risa amarga se atascó en su
garganta.
La ironía era irrebatible; Brian le había demostrado deliberadamente su rechazo al llamado de Tracy. Luego, la adormeció con una falsa sensación de seguridad, y se escabulló en
silencio.
Su engaño se sintió como una daga clavada en el corazón.
Lo más doloroso fue la facilidad con la que Rachel le creyó.
Luego de eso, le resultó imposible volver a conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, llegó temprano a la oficina.
Después de la reunión matutina, Samira entró con una pila de archivos y expresión seria.
“Señorita Marsh, hemos terminado nuestra investigación. El novio de esa chica, Maddox Clarkson, trabajó en nuestro departamento durante seis años. Su dedicación le valió el acceso al proyecto con Titan Innovations“.
Rachel frunció el ceño. “Pero, el diseño era bastante complejo y solo lo vio una vez durante
esa reunión“.
“Lo que quizá usted no sepa es que posee memoria fotográfica, de modo que puede recordar perfectamente todo lo que ve. El diseño que le entregó a su novia debe de haber surgido de su recuerdo perfecto“.
La expresión de Rachel se ensombreció. La situación era más complicada de lo que había
creído inicialmente.
“¿Por qué haría algo así?“, preguntó con voz aguda.
Samira dudó antes de responder: “Me enteré de que recientemente se volvió adicto a las apuestas, y se está ahogando en deudas. Titan Innovations quería conseguir el contrato a un precio más bajo y probablemente le prometieron un porcentaje de las ganancias a cambio del
diseño.
“Idiota…“, murmuró Rachel. Esa era la única palabra que podía describirlo.
Traicionar la confianza de un empleador era el peor crimen en el mundo corporativo.
Y en el Grupo White, esas cosas no solo estaban mal vistas, sino que se trataban con rapidez
y severidad.
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<Capitulo 10 La traición
Maddox no solo se había pasado de la raya, prácticamente había cavado su propia tumba.
Frotándose las sienes, Rachel exhaló y ordenó: “Tráelo aquí. Quiero escuchar en persona sus excusas“.
Justo cuando terminó de dar la orden, sonó su celular; era una llamada de Brian…
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