Capítulo 507
Bueno, Agustín admitió que ella había ganado.
En ese momento, todos sus principios se fueron por la borda, había perdido por completo.
Agustín tocó el separador. El conductor entendió la señal y giró el carro hacia un camino solitario. Unos minutos después, el vehículo se detuvo a un lado de la carretera, en un campo desierto.
Una vez que el carro estuvo estacionado, el conductor abrió la puerta, salió y se alejó rápidamente, dejándolos solos en el silencio del interior.
Esta vez, fue Agustín quien tomó la iniciativa. La besó con intensidad, un beso profundo y lleno de deseo, mientras el calor en el carro aumentaba rápidamente. La tensión se sentía en el aire, y sus respiraciones se volvieron agobiantes.
Dafne separó las piernas, montándose sobre Agustín, sus cuerpos encajaban perfectamente, y el calor entre ellos era palpable. Con una mano en la cintura de Dafne, Agustín deslizó la otra por su muslo suave y delicado. La palma de su mano ardía, y Dafne no podía evitar soltar un suave suspiro mientras su pecho subía y bajaba agitado.
Dafne inclinó su cuello delgado y pálido, y Agustín lo besó, recorriendo con sus labios la piel sensible de su garganta. Dafne gemía mientras se aferraba a la camisa de Agustín.
Solo cuando Dafne sintió que su cuerpo era completamente suyo, la sensación de incertidumbre y confusión se disipó por completo. Con la cabeza recostada en el hombro de Agustín, se mantenía en esa posición íntima sobre sus piernas, rozando con sus labios la piel de su cuello mientras susurraba su nombre en el momento de mayor intimidad.
-Agustín.
La voz de él, teñida de deseo, respondió con suavidad:
-Aquí estoy.
Dafne lo llamó de nuevo:
-Agustín.
Él la besó en la mejilla y los párpados, respondiendo pacientemente:
-Aquí estoy, mi amor.
Cuando terminaron, ya era de madrugada. Agustín condujo personalmente el carro de regreso a su villa privada. Dafne estaba tan cansada que se quedó dormida en el asiento trasero.
Una vez estacionado, Agustín la cargó sin despertarla. Estaba envuelta en su amplio saco gris oscuro. La blusa blanca que Dafne llevaba puesta había perdido algunos botones durante el apasionado encuentro, y estaba completamente desgarrada, irreparable.
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Capítulo 507
Agustín la llevó en brazos hasta su habitación y la depositó suavemente en la cama. Ella no despertó, profundamente dormida por el cansancio.
Sonriendo, Agustín ajustó la temperatura del aire acondicionado y la cubrió con una manta. Tras una noche de alcohol y actividad intensa, Dafne descansó profundamente, sin sueños.
Al día siguiente, se despertó a las once de la mañana con un dolor de cabeza intenso. Apenas recordaba los eventos de la noche anterior cuando Agustín la llevó de regreso. Las marcas en su cuerpo eran un recordatorio de lo apasionada que había sido la noche en el carro. Una extraña sensación la invadía.
El lugar junto a ella estaba vacío, Agustín ya se había levantado, pero no sabía dónde podía estar. Dafne no preguntó. Permaneció en la cama un rato más antes de levantarse perezosamente y dirigirse al baño.
La villa de Agustín no le era desconocida, había estado allí antes. En el baño, encontró toallas nuevas y un vestido de verano de seda color champán, que era de su talla. También había ropa interior nueva, todo había sido comprado especialmente para ella. Probablemente, Agustín había organizado esto por la mañana.
Después de ducharse, salió del baño y encontró a Agustín sentado junto a la ventana, trabajando en su computadora portátil. Al verla, cerró la computadora, se levantó y la llevó de la mano al sofá, donde tomó un secador de pelo y comenzó a secarle el cabello con naturalidad.
La luz del sol entraba por la ventana, iluminando la amplia habitación. Desde el segundo piso, a través de la ventana, se podía ver un jardín lleno de flores en plena floración.
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