Capítulo 509
-Tu amiga en el hotel no tiene que pagar nada, yo me encargo de todo.
-Eso no es correcto, cada cosa en su lugar -respondió Dafne-. Anoche salieron conmigo para acompañarme, y es mi responsabilidad agradecerles y recompensarlas adecuadamente.
Agustín sonrió ligeramente.
-De acuerdo.
Al poco tiempo, Iris llamó de nuevo para preguntar cómo se sentía Dafne y si estaba de mejor
ánimo.
Dafne le aseguró que ya se sentía mucho mejor y que todo estaba bien.
Iris, al escuchar esto, se tranquilizó.
Esa tarde, Dafne pasó todo el tiempo con Agustín.
En la villa de Agustín había un cine privado con un techo que simulaba un cielo estrellado. Contaba con sillones de masaje, sillas cómodas y una cama.
Dafne y Agustín eligieron una película de amor clásica y se acomodaron en los sillones de masaje. A su lado, un carrito con ruedas estaba lleno de pastelitos, bocadillos y bebidas.
Dafne, disfrutando del masaje mientras veía la película, exclamó con satisfacción:
-¡Esto es una delicia!
-Dafi -dijo Agustín de repente.
-¿Sí? -Dafne volteó a verlo-. ¿Qué pasa?
-Más tarde vamos al gimnasio a hacer un poco de ejercicio.
Dafne rechazó la idea de inmediato:
-No quiero, solo quiero descansar.
Con una voz que dejaba entrever una sonrisa, Agustín comentó:
-Un poco de ejercicio no vendría mal, o te quedarás sin energía.
Dafne entendió rápidamente, y sus mejillas se ruborizaron.
-¡Agustín!
Agustín soltó una risa baja, claramente disfrutando del momento.
En realidad, Dafne no estaba en mala forma, y su resistencia era bastante buena, ya que habia entrenado antes.
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Pero cuando Agustín estaba cerca de Dafne, su deseo se intensificaba, y su energía y resistencia eran notablemente superiores a la de otros hombres.
Siempre al menos tres veces.
Y con mucha resistencia.
Aunque Dafne a veces suplicaba “ya no más” o “es suficiente“, él no se detenía.
Agustín siempre era muy tierno y paciente con Dafne, excepto en la cama.
Dafne decidió ignorarlo y concentrarse en la película.
Agustín sonrió en silencio.
Molestarla resultaba bastante entretenido.
En la casa de la familia Quiroga.
Iris estaba siendo besada por Jaime contra la puerta del dormitorio.
Iris intentaba apartarlo, pero Jaime la tenía firmemente sujeta, impidiendo cualquier resistencia.
Eventualmente, Iris desistió de luchar y se dejó llevar por el ardiente beso.
De repente, se escuchó un llamado a la puerta.
Ambos se quedaron sorprendidos.
La voz de Brenda Casas, la madre de Iris, se oyó desde el otro lado:
-Iris, Jaime, ¿están ahí adentro?
Iris, al escuchar a su madre, notó algo diferente en su tono, como si estuviera conteniendo algo. Además, su madre solía llamarla simplemente “Iris” y a Jaime “Jaime“.
Pero hoy, extrañamente, los llamó por sus nombres completos.
No podía ser…
El corazón de Iris latió con fuerza.
Tomó un respiro para calmarse y respondió:
-Estamos aquí, mamá, un momento.
Brenda no dijo nada más, solo esperaba silenciosamente fuera de la puerta.
Iris empujó a Jaime, tomó una toallita húmeda y limpió el labial de sus labios, luego rápidamente se retocó el suyo frente al espejo.
-Creo que mi mamá sospecha algo. Sigue mis indicaciones–le susurró Iris mientras se
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arreglaba los labios.
Jaime, serio, afirmó:
-No te preocupes, Iris, si pasa algo, yo me encargo.
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