Capítulo 28 Esfuerzo
incansable
Bajo la luz moteada del verano, la voz de Brian tenía una calidez que le oprimió el pecho a
Rachel.
“Tracy, pronto estaremos en la misma universidad. Cuando entremos, ¿te gustaría ser mi novia? Te prometo que…“.
Rachel no escuchó el resto. Si no hubiera estado agazapada detrás del grueso tronco de un
árbol, jamás habría escuchado aquellas palabras llenas de ternura.
Fue entonces cuando supo que Brian nunca había reprobado sus exámenes. Cada decisión
que tomó, cada sacrificio, cada con todo había sido por otra persona. A él le gustaba otra persona. Y la amaba con todo su ser.
No había forma de expresar lo que Rachel sintió en ese instante.
Era como si algo en su interior se rompiera; sus heridas abiertas le ardían como si les
hubieran echado sal.
Su reacción fue darse la vuelta y salir corriendo. Más rápido. Más lejos.
No supo cuánto tiempo estuvo corriendo. Solo que, cuando al fin se detuvo, el helado se había derretido por completo en su mano.
El líquido rosado goteaba sobre su vestido blanco, manchándolo como si fueran gotas de sangre de un corazón herido.
Ese día, gastó hasta su última moneda en el vestido más hermoso que encontró, con la esperanza de encontrarse con él.
Y al final se sintió la mayor tonta.
Mientras corría cuesta arriba, tropezó con un desnivel.
Se cayó y se estampó el helado en el rostro al golpear el pavimento.
Las piedras afiladas le arañaron la piel, pero no sintió nada.
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<Capítulo 28 Esfuerzo incansable
Lo único que importaba era que el chico al que amaba ya tenía a otra en su corazón.
Para él, ella no era más que una desconocida; alguien sin nombre.
Cuando empezó su último año de secundaria, se refugió en los estudios.
Se quedaba despierta hasta la una de la madrugada y a las cinco ya estaba en pie, sobreviviendo con apenas cuatro horas de sueño.
En los días abrasadores de verano, cuando el agotamiento amenazaba con vencerla, daba
unas vueltas a la pista hasta acabar empapada en sudor. Luego, volvía a sus libros.
En el frío invierno, cuando el sueño la dominaba, se echaba agua helada en la cara y metía las manos en un balde de agua fría hasta que el dolor la hacía despertar por completo. Ese
ardor alimentaba su determinación.
Y ella aguantó. Durante todo un año, nunca intentó verlo de nuevo.
Hasta que, a pocos días de los exámenes de ingreso a la universidad, hizo algo impulsivo. Algo que jamás habría hecho.
Pidió un permiso en la escuela.
Era la primera vez que viajaba lejos de casa. La primera vez que subía a un tren.
Pasó un día y una noche de pie, con las piernas hinchadas y los pies entumecidos, antes de
cambiar a un autobús tras otro.
Finalmente, llegó a las puertas de la universidad de Brian.
No tenía su número ni forma de contactarlo.
Lo único que podía hacer era esperar.
Pero pasó todo un día, y ella siguió de pie junto a la entrada de la universidad, observando el incesante ir y venir de estudiantes hasta que la vista le ardió de tanto buscar. Por más que esperó, nunca logró verlo.
Desesperada, recorrió los tablones de anuncios de la escuela; el corazón le latía con fuerza.
Hasta que, por fin, vio su nombre en una lista de los alumnos con mejor desempeño.
En la pequeña foto enmarcada junto a la lista, Brian vestía una camisa blanca impecable. Sus rasgos se habían afinado aún más, su expresión era tranquila y segura.
Había pasado un año entero. Trescientos sesenta y cinco días. Ocho mil setecientas sesenta
horas,
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<Capítulo 28 Esfuerzo incansable
Y en todo ese tiempo, él había cambiado.
Se veía mayor, más firme y seguro de sí mismo.
La inocencia de su mirada había desaparecido, dejando en su lugar la madurez silenciosa de
un joven.
Apenas sus ojos se posaron en la foto, las lágrimas brotaron. Y, antes de darse cuenta, ya estaban rodando por sus mejillas.
Un desconocido que pasaba se percató y le ofreció un pañuelo. “Señorita, ¿estás bien? ¿Por qué lloras tanto?“.
Rachel se secó las lágrimas y forzó una sonrisa, negando con la cabeza.
“No“, murmuró con voz temblorosa. “No estoy llorando. Estoy feliz“.
Cuánto deseaba que, algún día, su foto pudiera aparecer junto a la de Brian.
Debajo de la imagen, estaban los datos de su clase.
Con un renovado propósito, se dirigió allí de inmediato.
Cuando sonó la campana, fijó la vista en la puerta del aula.
Contuvo la respiración; su corazón latía con fuerza cada vez que alguien salía.
Pero, a medida que el grupo se reducía, su emoción también se apagó.
Ya habían salido casi todos.
El aula quedó vacía. Solo entonces, bajó la mirada y dio un paso atrás con los hombros
caídos.
No podía ser. La información del tablón debía ser correcta.
Brian tenía que estar en esa clase.
El pánico la sacudió y, sin pensarlo, se aferró al brazo de un estudiante que pasaba.
“Disculpa“, soltó atropelladamente, intentando controlar su respiración.
“Yo… necesito preguntarte algo“. Sus dedos se tensaron ligeramente. “¿Por qué Brian White
no vino hoy?“.
El chico se sorprendió, pero respondió con naturalidad: “Ah, se fue a una competencia. No
volverá hasta mañana“.
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Capítulo 28 Esfuerzo incansable
¿Mañana? A la chica se le encogió el estómago.
Pero ya casi no le quedaba dinero.
Había planeado regresar esa misma noche, justo después de verlo.
Si se quedaba un día más, ni siquiera tendría para pagar un sitio donde dormir.
¿Qué iba a hacer?
Ansiosa, empezó a caminar en círculos con los puños cerrados.
Tras dudar un momento, se dirigió a la estación de tren, reprogramó su boleto y usó lo que le quedaba de dinero para comprar la comida más barata del menú.
El aire acondicionado del restaurante abierto las 24 horas estaba demasiado fuerte.
Para la segunda mitad de la noche, estaba acurrucada en su silla, temblando de frío.
La interminable oscuridad, al fin, dio paso al amanecer.
Apenas el primer rayo de sol iluminó el cielo, se puso en marcha rumbo a la escuela.
Esta vez, Brian fue el primero en salir del aula.
Vestía una camiseta azul claro y pantalones blancos impecables, desprendiendo un encanto
natural. Su corte de cabello resaltaba sus facciones, marcando con nitidez las líneas juveniles
de su rostro.
El corazón de Rachel se desbocó con solo verlo.
Inspiró profundamente.
Otra vez.
Y otra más.
Justo cuando por fin reunió el valor para acercarse, una chica se adelantó.
Llevaba un atuendo delicado de inspiración victoriana, lleno de volantes e intrincados detalles. Con las manos apretadas en nerviosos puños, vaciló antes de hablar.
“Brian, yo…“.
Su voz tembló y sus mejillas se encendieron mientras reunía el coraje para continuar. “Soy
Amber Mitchell. Me… me gustas mucho. ¿Me das tu…?“.
Pero no llegó a terminar la frase.
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Capitulo 28 Esfuerzo incansable
“No“. La respuesta del joven fue tajante y firme, cortando el aire como una hoja afilada.
Ni un segundo de duda, ni el más mínimo rastro de calidez.
“Mi corazón ya le pertenece a otra“, dijo con indiferencia. Y con una última mirada distante, añadió: “Preferiría que no volvieras a molestarme. Adiós“.
Sin más, se dio la vuelta y se marchó.
Ese día, Rachel se quedó en las sombras, sin atreverse a enfrentarlo.
Pero verlo, aunque fuera desde lejos, le dejó una satisfacción agridulce.
De vuelta en el tren, soportó otra jornada interminable de pie.
Pero su determinación solo se hizo más fuerte.
Quería estudiar en la misma universidad que él.
No esperaba ser su novia, solo quería verlo de vez en cuando.
No pedía mucho, una vez al mes sería suficiente.
Y al final, su esfuerzo dio frutos. Fue admitida en su universidad.
Rachel se despertó de golpe tras un sueño, parpadeando contra la tenue luz, con las pestañas aún húmedas de lágrimas.
Su celular vibró con un nuevo mensaje de Brian. “Todos los gerentes de departamento asistirán a la fiesta de bienvenida de este año. Deberías venir también. Es una buena oportunidad para hacer contactos“.
Ella dejó escapar una sonrisa amarga mientras escribía su respuesta.
“¿De verdad es para ayudarme o solo estás ayudando a Tracy?“.
En cuanto envió el mensaje, su celular se iluminó con una llamada entrante.
Era Brian.
Esta vez, antes de que pudiera hablar, Rachel lo interrumpió: “Jeffrey me extraña. Tengo que ir al hospital para acompañarlo“.
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