Los Arcos, al reconocer a la abuelita Romo, notaron que ni la familia Lobos ni la familia Saavedra dijeron nada al respecto. En ese instante entendieron perfectamente que los Lobos preferían que los asuntos pasados entre ellos y los Romo no se
hicieran públicos.
Así que, aunque más de uno identificó a la abuelita Romo, ninguno se atrevió a saludarla.
Algunos, incluso, fijaron la mirada en Mercedez Lobos y Paco Lobos. Justo delante de Paulina Romo y la abuelita Romo, alguien elogió con entusiasmo a la abuelita Lobos:
-Señora, sus nietos, tanto el muchacho como la señorita, son sobresalientes en todos los sentidos. ¡Qué gran bendición
tiene usted!
Mercedez y Paco, sin duda, eran el orgullo de la familia Lobos.
La abuelita Lobos ni siquiera volvió a mirar a Paulina.
Ante el comentario, miró a Paco y Mercedez con ojos llenos de cariño y sonrió:
-Ay, no diga eso…
Lo que siguió diciendo la abuelita Lobos, Paulina no lo escuchó, porque ella y la abuelita Romo ya habían pasado entre la gente y se iban alejando.
En cuanto a Armando Frías, desde que Paulina lo vio hace un rato, no volvió a prestarle atención.
Orlando Rocha y Alfredo Chávez tampoco esperaban encontrarse ahí con Paulina, y mucho menos que la confundieran con Mercedez, lo cual les hizo pasar un momento de incomodidad.
Se quedaron viendo a Paulina mientras se marchaba.
En ese momento, el secretario de Cástulo Haro llegó con una caja de regalo en brazos y se la entregó a la abuelita Lobos.
Al enterarse de que Cástulo no podría asistir personalmente al festejo, tanto los Lobos como los Saavedra se sintieron algo decepcionados.
Eso sí, la familia Saavedra se quedó más angustiada que los Lobos.
Además de la decepción, estaban inquietos.
Después de todo, Alicia Saavedra había provocado un problema hacía poco tiempo, y ni Rosalinda ni la abuelita Saavedra podían ocultar sus ganas de que Alicia y Cástulo terminaran juntos, esperando así darle la vuelta a la situación actual.
Nadie se imaginó que Cástulo no se presentaría ese día.
Alfredo se sorprendió bastante cuando supo que Cástulo no iba a ir.
Hasta donde él sabía, Cástulo no tenía ningún compromiso importante ese día.
Tampoco Mercedez esperaba que Cástulo faltara.
No pudo evitar fruncir el ceño.
Armando, por otro lado, se mantuvo impasible.
Mientras tanto, Paulina y la abuelita Romo llegaron al salón del banquete. Tras sentarse y pasar un momento, el celular de Paulina empezó a sonar.
Era una llamada de Josefina Frías.
Paulina no tenía intención de contestar, pero la abuelita Romo, sentada a su lado, vio el nombre de Josefina en la pantalla. Al recordar que Armando y Mercedez estaban juntos en la fiesta de la abuelita Lobos, pero Josefina brillaba por su ausencia, supuso que Armando la había dejado en casa.
Eso le dio ternura, y le urgió a Paulina a contestar.
Lo que pensaba la abuelita Romo, Paulina también lo había intuido.
No podía ignorar la llamada de Josefina delante de su abuela, así que se levantó y buscó un rincón tranquilo para contestar.
Capítulo 397
La voz de Josefina sonó tan alegre que a Paulina le sorprendió que tuviera tiempo para hablar con ella.
-Mamá, el domingo es el Día de las Madres. Te tengo un regalo, ¿puedo ir a verte ese día?
El Día de las Madres, sí, era una fecha especial.
Paulina guardó silencio unos segundos antes de responder:
-Está bien.
Luego le preguntó:
-¿Estás sola en casa ahora?
Josefina respondió:
-Sí, papá todavía no regresa.
Paulina escuchó y ya no dijo nada más.
En el fondo, Josefina era bisnieta de la abuelita Lobos.
Mercedez presumía mucho de tratar a Josefina con cariño, pero ni siquiera pensó en invitarla al cumpleaños de la abuelita Lobos.
¿Eso era cuidar de Josefina de verdad?
Una verdad tan sencilla, ¿de verdad Armando no la veía?
Aunque, con los sentimientos que Armando tenía por Mercedez, bastaba con que ella pusiera cualquier pretexto para que él le creyera sin dudar.