Capítulo 139
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Dentro de la casa, la calefacción empañaba los ventanales de vidrio con una capa de neblina. Luisa apoyaba ambas manos en el cristal, dejando dos huellas.
Después.
Luisa se sentía débil y sin fuerzas por el cansancio.
-Gracias, Andi.
Andrés levantó a Luisa en brazos y caminó hacia el baño. -¿Agradecerme qué?
Luisa mordió su labio suavemente. Y gracias por estar siempre conmigo, por darme un cariño tan único y permitirme tener un amor tan hermoso.
Frente a Valentina y doña Ximena, él siempre la había elegido a ella sin dudar, siempre había
estado de su lado.
Luisa confesaba su corazón, visiblemente conmovida. —¿Sabes, Andi? Eres muy diferente a
Carlos.
Andrés no se molestaba por la mención de “Carlos“, simplemente le preguntaba con calma, —¿ En qué somos diferentes?
Mientras hablaban, Andrés ya había llevado a Luisa al baño.
El baño también estaba calefaccionado, y la bañera de cerámica no estaba fría en invierno.
Andrés colocó cuidadosamente a Luisa en la bañera y comenzó a llenarla con agua caliente.
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Luísa se recostaba perezosamente contra el borde de la bañera. Para ser exactos, en mi corazón tú y Carlos son muy diferentes. Aunque antes salí con Carlos, no sentía ningún deseo de poseerlo, tampoco me gustaba estar físicamente cerca de él. Pero contigo es diferente, Andì, siento un fuerte deseo de poseerte, quiero esconderte y tenerte solo para mí.
Andrés ajustaba el agua caliente y también entraba en la bañera.
Tomó una toalla, la mojó con agua y suavemente limpió el cuerpo resbaladizo de Luisa.
Al oír esto, Andrés se sentía complacido, esbozó una sonrisa y sus ojos brillaban. -¿Qué tan fuerte es ese deseo de poseerme?
Luisa en voz baja decía, -Ya te lo dije… quiero esconderte y tenerte solo para mí.
-Mmm.- El hombre bajó la mirada, inescrutable, pero la esquina de su boca levantada lo deló.
Capitulo 139
-Luisita.- Andrés la llamaba tiernamente.
-¿Hmm? ¿Qué pasa?
-¿Te gusto?,
Sin dudarlo, Luisa respondía: -Sí, mucho.
Andrés volvía a preguntar: -¿Cuánto es “mucho“?
Luisa inclinó la cabeza, pensando.
Después de un rato, levantó la vista para encontrarse con la de Andrés, y dijo seriamente, Mucho, lo más posible, solo a ti, nadie más puede tomar tu lugar en mi corazón.
Los ojos profundos de Andrés se llenaron de ondas.
El corazón del hombre latía con fuerza, inclinándose para besar los labios de Luisa.
No podían detenerse.
Luisa mordía su labio, cerraba los ojos y disfrutaba.
Las ondas del agua se extendían, tardando en calmarse.
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Después de una larga sesión de amor en el baño, salieron.
Luisa tenía varias marcas rojizas en su cuerpo, algunas de las cuales aún se veían a pesar de llevar puesta una bata de baño.
Frustrada, infló los labios y dijo: -¿Por qué me dejaste marcas por todas partes? ¿Cómo voy a ver a la gente mañana?
Andrés se reía. -Es invierno, puedes llevar un suéter de cuello alto y ponerte una bufanda, no tienes que preocuparte.
-Hmph.
Andrés cargó a Luisa y caminó hacia la salida del baño.
Justo al salir, el timbre sonó.
Sonó una y otra vez, indicando la urgencia de la persona que estaba al otro lado.
-¿Quién podría ser a esta hora?– Luisa preguntó, confundida.