Capítulo 169
Varios carros de lujo llegaban continuamente a la mansión, donde múltiples guardias uniformados se alineaban a ambos lados de la entrada, revisando las invitaciones de los visitantes y verificando sus identidades.
El Cullinan de Andrés llegó a la entrada y los guardias le permitieron el paso inmediatamente.
El jefe ya había instruido a los guardias para memorizar las placas de varios carros frecuentemente usados por las familias Martínez y González, incluido este Cullinan de Andrés.
El carro avanzó sin obstáculos hacia la mansión y finalmente se detuvo frente al castillo principal.
Los carros de otros invitados estaban aparcados en el estacionamiento subterráneo, pero solo los vehículos de la familia González, la familia Martínez y la familia López tenían el privilegio de estacionarse en el espacio abierto frente al castillo.
El conductor detuvo el carro, y Andrés abrió la puerta del vehículo. El mayordomo de la mansión, que ya estaba afuera esperándolos, se inclinaba respetuosamente al lado.
Andrés extendió su mano hacia Luisa, quien tomó su mano para bajarse del carro.
Las puertas del castillo estaban abiertas de par en par, y una alfombra roja se extendía desde el exterior hacia el interior, sin fin a la vista.
A ambos lados de la alfombra, decenas de sirvientes alineados y uniformados se inclinaban y gritaban al unísono: -¡Buenas noches, señorita! ¡Buenas noches, señor Andrés!
Luisa, enlazando el brazo de Andrés, caminaba lentamente por la alfombra roja hacia el interior del castillo.
El salón de banquetes del primer piso del castillo estaba diseñado a semejanza del salón de banquetes del Palacio de Schönbrunn en Viena, opulento y magníficamente decorado, con varios candelabros gigantes de cristal en el centro y frescos del Renacimiento Europeo en el techo, evocando la majestuosidad de un palacio real medieval europeo.
Este salón de banquetes era solo más grande, no más pequeño, que el de Schönbrunn.
La música de la orquesta fluía suavemente mientras los invitados conversaban y bebían.
La aparición de Luisa y Andrés captó inmediatamente la atención de todos.
La multitud se abría paso automáticamente, y bajo las miradas de admiración de los presentes, Luisa y Andrés, mano a mano, entraban lentamente al salón de banquetes con la elegancia y el porte de príncipes de la realeza.
Capítulo 169
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Para complacer a doña Ximena y ganarse su favor, Valentina había decidido vestir un vestido largo y ajustado hoy, el cual desentonaba bastante con el estilo del salón de banquetes.
No existía una regla que exigiera que los atuendos debieran coincidir con el estilo del evento, y originalmente Valentina no pensaba que importara.
Sin embargo, al ver a Luisa y Andrés, que parecían príncipes de cuento de hadas, Valentina no pudo evitar sentir un intenso celo que la llevó a apretar los dientes de envidia.
Ellos eran los protagonistas apenas entraron, haciendo que el resto de los invitados, todos ellos meticulosamente ataviados, palidecieran en comparación, incluida Valentina.
Valentina, acompañada por doña Ximena de la familia Martínez, observaba a Luisa y Andrés charlando con otros y dijo con sarcasmo: -Abuela, mire cómo está vestida Luisa. La última vez usted mencionó lo inapropiado de su atuendo, que debería llevar un vestido ajustado, y mire cómo viene hoy, aún más exagerada, ¡hasta se ha teñido el cabello de rubio platino! ¿Cree que está desafiándola a propósito?
Doña Ximena es conservadora en pensamiento y tradicional en comportamiento, le cuesta aceptar cualquier novedad. Se adhiere a las ideas convencionales.
Aunque los tiempos han cambiado, con intercambios culturales cada vez más frecuentes y la globalización como una tendencia clara, sus profundas convicciones tradicionales permanecen, lo que lleva a un prejuicio significativo contra estos cambios culturales.
Al escuchar a Valentina, doña Ximena se irritó.
Miró a Luisa, que no estaba lejos hablando con alguien, y un destello de desagrado cruzó por sus ojos. -Sabe bien que no me gusta y aun así se atreve a desfilar así delante de mí, incluso ha arrastrado a Andrés en esto, y ese horrible cabello… Que una mujer así sea la esposa de mi nieto es una vergüenza para nuestra familia.
—Sí, abuela, recuerdo que Andrés nunca antes había usado ese tipo de trajes, seguro que es Luisa quien lo obligó a vestirse así,– Valentina asintió, alimentando la indignación de su abuela.
Doña Ximena, con una mirada sombría, añadió, -La última vez hasta me disculpé con Andrés, admitiendo que me equivoqué en la cena familiar. No debería haber consentido a esa mujer, no fui lo suficientemente severa en esa ocasión.