Mientras platicaban, seguían jugando golf.
Sin embargo, estaba claro que Antonio y Aarón ponían más atención en la conversación que en el juego mismo.
Al principio, discutieron temas internacionales, pero poco a poco, Antonio y Aarón terminaron simulando una estrategia de batalla en pleno campo, usando un par de objetos para ilustrar sus ideas.
Tan metidos estaban que Paulina y Jaime solo pudieron quedarse a un lado, escuchando atentos.
Armando y Mercedez también se mantuvieron expectantes, sin decir nada al principio.
Quizá para no dejar fuera a los más jóvenes, Aarón propuso:
-¿Por qué no nos cuentan su opinión? ¿Se animan?
Después de un breve silencio, Paulina fue la primera en responder:
-Si estamos rodeados de enemigos, no conviene atacar de frente ni avanzar solos. Así que, por ahora, lo mejor sería mantenerse a la espera.
Mercedez se quedó pensativa al escucharla.
No podía negar que la propuesta de Paulina resultaba bastante sensata.
Si Paulina no lo hubiera dicho, ella ni lo habría considerado…
Justo pensaba en eso cuando notó que Aarón le sonreía a Paulina, aprobando su idea con un gesto.
Jaime no tardó en reaccionar. Movió dos vasos que usaban como fichas y explicó:
-Yo optaría por rodear desde ambos lados, atacar en pinza.
En cuanto terminó de hablar, Aarón, Antonio y Alejandro soltaron una carcajada, satisfechos con su estrategia.
Luego, todos voltearon hacia Armando y Mercedez, esperando su turno.
Como Paulina y Jaime ya habían dado su opinión, ahora les tocaba a ellos.
Mercedez observó la disposición de las fichas, pero no se le ocurría nada concreto.
Buscó apoyo en Armando.
Él habló con calma:
-No tenemos suficientes soldados para defender la ciudad, pero si tomamos el camino del noroeste y cortamos la retirada del enemigo, podríamos darle la vuelta a la situación.
Antonio aplaudió, divertido:
-¡Eso está genial! ¿Y tú, Mercedez?
Mercedez guardó silencio un momento.
Analizó el escenario con atención y finalmente, con una sonrisa, sugirió:
-Si juntamos las fuerzas del sureste y atacamos el noroeste, podríamos conquistar la ciudad de una vez.
Con esa jugada, contradecía el plan original de Paulina de mantenerse al margen.
A simple vista, la idea de Mercedez parecía lógica, pero…
Paulina respondió sin inmutarse:
-Las fuerzas que mencionas están en un punto clave que todos quieren controlar. Si las mueves, todo lo que hicimos antes se viene abajo.
Mercedez se quedó paralizada, sin saber qué decir. Jaime intervino riendo:
-¿No te diste cuenta, Srta. Mercedez? ¡Ese lugar es el más disputado de todos!
Aunque nadie lo había dicho antes, todos suponían que el punto clave era obvio.
Pero Mercedez, en verdad, no lo había notado.
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No sabía mucho de estrategias militares, pero sí entendía la importancia de los puntos clave.
Al llegarle el turno, fue evidente que el esfuerzo de todos se desmoronó por su error.
Con eso, la simulación ya no tenía sentido para continuar.
Fue entonces que Mercedez comprendió la magnitud de su equivocación.
Todos los movimientos previos estaban bien, pero justo con ella surgió la falla. De pronto, no pudo ocultar su incomodidad. Sin embargo, no dejó que se notara su vergüenza. Más bien, con una sonrisa apenada, dijo:
-Perdón, es mi primera vez en este tipo de juegos. No soy tan buena y les arruiné el momento.
Aarón la tranquilizó con una sonrisa:
-No te preocupes, Srta. Mercedez. Solo estamos jugando.
Por la actitud de Aarón y Antonio, de verdad no parecía que le dieran mucha importancia al asunto.
Después de todo, habían ido a jugar golf, así que enseguida retomaron el juego.
Mientras golpeaban la bola, tanto Aarón, Antonio como Alejandro se acercaban con naturalidad a Paulina, le hablaban, la incluían y la trataban con especial consideración.
Esta vez, Mercedez notó con claridad que todos ellos valoraban y apreciaban mucho a Paulina.
Además, la llamaban cariñosamente “Pauli“, mientras que a ella misma siempre la trataban de “Srta. Mercedez“, guardando la formalidad.
¿Sería por un simple trabajo académico que la consideraban tan especial?
¿Y Paulina?
Ella conversaba con Aarón y los demás sin perder la compostura, y la preferencia que le mostraban no le causaba ni nerviosismo ni culpa.
Mercedez se rio para sí, con cierto desdén.
-Vaya, sí que tiene el descaro de su lado -pensó.
Aun así, respecto al tema de la tesis, Mercedez no hizo ningún comentario.
Después de todo, no tenía pruebas.
Si se atrevía a decir que Paulina no era la autora de ese trabajo sin fundamentos, podría terminar perjudicándose ella misma.
Paulina y Aarón siguieron platicando y jugando, sin prestar atención a Armando ni a Mercedez.
La mañana se fue en un abrir y cerrar de ojos, y Paulina y Armando mantuvieron siempre una distancia prudente, como si no tuvieran nada que ver el uno con el otro.